Heraldo del Campo

"¿Dónde llevamos todos estos purines?"

Las plantas de tratamiento de purines llevan dos semanas cerradas, lo que empieza a dar problemas.

Una granja de cerdos
Una granja de cerdos
HA

El tocino tendrá poco que ver con la velocidad, pero sí con la electricidad. Desde que el Ejecutivo central anunciara que con la reforma eléctrica se acabarían las subvenciones para las plantas de tratamiento el problema de los purines se ha ido haciendo cada vez más grande. Hace dos semanas que las plantas de depuración de estos residuos orgánicos decidieron echar el cierre como protesta por el recorte, algo que ha obligado a las explotaciones porcinas del alto Aragón a hacerse cargo de sus desechos durante este tiempo. Una situación "estable" a corto plazo, pero que amenaza con convertirse en un problema mayor si nada cambia.


El origen de este desagradable asunto tuvo lugar cuando el Gobierno anunció que la reforma del sector eléctrico incluiría un recorte de hasta el 40% de las primas que se concedían a estas plantas, encargadas de reducir casi una tercera parte de todos los residuos que generan las explotaciones porcinas controlando así el impacto medioambiental. De las 4 que hay en Aragón -todas ellas en Huesca- 3 cerraron hace dos semanas, y la última, en Altorricón, lo hizo hace 6 días, al considerar que sin ayudas su negocio es inviable.


"A las granjas nos supone un problema muy serio que estas plantas desaparezcan, primero a nivel de costes, y también porque nos deja expuesto a sanciones si no le damos la salida correcta ", comenta José Luis Lavilla, presidente de la Asociación Pecuaria de Huesca y portavoz de Asaja en materia porcina.


Según Lavilla, que gestiona una granja en La Litera, las depuradoras de Aragón tratan un total de 300.000 metros cúbicos de purines al año dando servicio entre a 100 y 250 explotaciones cada una. "Si desaparecieran tendríamos que buscarnos la vida para encontrar campos en los que poder arrojar el purín como abono, y siendo el Cinca Medio y La Litera zonas saturadas eso implicaría tener que desplazar los desechos muchos kilómetros, con el sobrecoste de tiempo y dinero que conlleva", argumenta Lavilla.


En España, cada granja de cerdos está obligada por ley a contar con una balsa o piscina que puede guardar los desechos generados durante 4 meses, hecho que hace que se mantenga la calma en el sector, pero también que se comience a buscar alternativas. "Ya estamos buscando nuevas tierras que puedan admitir más purín, aunque si son lejanas sería muy difícil que la mayoría de las granjas, familiares casi todas, pudieran llevar a cabo esta práctica", explica Lavilla.

Una cuestión de "imagen y coherencia"

Y es que, en la actualidad, por normativa europea solo se permite que cierta cantidad de purín pueda ser usada como abono sin tratar. El resto, todo lo que sobra, debe ser mandado a las plantas donde se fabrican abonos más reducidos y se previene también la presencia de gases contaminantes que conllevan los excrementos animales. Un proceso que fue impulsado por el Gobierno hace poco más de 10 años, y que ahora según demandan los ganaderos "se frena drásticamente". No en vano, el Gobierno de Aragón tenía planificada para este año la puesta en marcha de una planta más en Zaidín, que de momento aún no ha abierto sus puertas, y llegó a plantearse instalar otras dos en Teruel.


"El cerdo produce una gran riqueza a la zona, y es un producto que en su mayor parte se destina a la exportación, por lo que las plantas de tratamiento también forman parte de una forma de hacer las cosas con respeto al medioambiente", valora Lavilla, que cree que el sector seguirá manifestándose hasta que se dé marcha atrás a una reforma que perjudica tanto a "empresarios como a ganaderos".



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