Los efectos de la crisis

"La crisis se ha llevado mis sueños"

M. P., una mujer casada de 34 años con dos hijas, cuenta cómo han renunciado a la segunda residencia, viajes y restaurantes, y ahora llegan muy justos a fin de mes.

"Yo soy una de esas personas a las que la burbuja inmobiliaria le estalló en la cara", asegura M. P., de 34 años, casada y madre de dos niñas. Ella misma cuenta su historia:


"Con menos de 30 años y ambición creímos en una oportunidad a la que llegamos tarde. Nos dio para dos años de viajes y buenos restaurantes, BMW de ultima generación, adosado y segunda residencia, y la ilusión de formar una familia como 'marquesa de mi casa' y 100% de dedicación. Educaría a mis hijas en el Liceo, las llevaría a cursos de tenis y equitación. Soñaba con asistir a cursos de pedagogía y leerme todos los libros editados sobre inteligencia emocional.


Con dos carreras universitarias y trabajo fijo decidí decantarme por los ladrillos cuando nuestra primera hija nació: mi marido había montado una promotora inmobiliaria con la indemnización del despido como director de una empresa local (a la que absorbió una multinacional).


Y esa fue nuestra apuesta.


Y los castillos de ladrillos eran humo; y se desvanecieron.


Mi marido siempre dice: "Qué pena que no durase tres años más para habernos forrado". Yo, ahora más realista que hace cinco años, doy gracias por no estar mas empufados cuando todo se fue al garete. Gracias a que despertamos a tiempo de nuestra necedad, mi marido volvió al sector donde era un buen profesional, cobrando la tercera parte, claro, y yo monté una pequeña tienda, a la que dedico todo mi esfuerzo. Ahora tenemos un coche de segunda mano, alquilamos nuestra segunda residencia, y nuestras dos hijas van a un colegio publico. Ya no cenamos en La Ontina ni el El Cachirulo, ni nos vamos de ruta por las Bodegas Riojanas. Ya no hojeamos folletos de Costa Rica, ni tan siquiera la cartelera. Ya no recuerdo el menú degustacion de Arzak (tal vez lo soñe y no lo viví). Ahora consumimos televisión, y el fin de semana disfrutamos de este hogar cuya hipoteca nos cuesta sudores pagar.


Pero lo peor de todo este cambio es que aquella ilusion, aquel proyecto con el que soñamos, en el que invertimos, del que disfrutamos efímeramente, se ha convertido en la amenaza de que nos embarguen lo poco que logramos. Nadie nos regaló nada, pero al banco sí que le pedimos y aunque intentamos renegociar, ya sabemos todos la historia de los mayores usureros del reino: los banqueros. Lo que en su momento mucho valía y alto tasaron ahora se ha devaluado, aunque la hipoteca no disminuye.


He madurado de golpe, y con 34 años hago números desde que me levanto, y suspiro cuando invitan a un cumpleaños a mi hija de 4 años o la de 2 ha roto sus zapatos. La salud y el amor de una familia me acompañan, pero no se puede disfrutar de la vida cuando crees que en cualquier momento te pueden quitar el fruto de tu trabajo, de tu ilusión. Y que el maldito embargo llame a tu casa.


De hecho yo creo que ya me han embargado: la crisis se ha llevado mis sueños".