Opinión

¿Hasta cuándo?

Conmueve asistir a la tragedia dolorosísima de esas jóvenes muertas en el tumulto de la noche de Halloween en el Madrid Arena. Como conmueve participar de ese rosario interminable de muertes que asfaltan el recorrido de las vías N-II y N-232, convertidas en tétricas caravanas de furgones funebres.


Entonces, se alía uno con la voluntad política de quienes buscan remedio a los sucesos ocurridos en esas macrofiestas descontroladas, escenarios demasiadas veces de realidades terribles. La voluntad común busca el camino para garantizar lo que la sociedad exige: que nunca más vuelvan a producirse circunstancias similares.


¿Y por qué no existe el mismo empeño al abordar el gravísimo problema de las carreteras? Se rompe el alma cuando la alargada lista de las víctimas -personas con nombres y apellidos, ilusiones y esperanzas y vidas truncadas- se amontonan en los arcenes de las carreteras ante la indiferencia de los que deberían oír su llanto; sin que no se haga nada, mientras la estadística, indiferente y terrible, elige con parsimoniosa regularidad nuevas víctimas, otras vidas que destrozar.


¿Hasta cuándo?