La labor de los jueces de paz, a fondo

"Los juzgados de paz funcionan con sentido común"

Los jueces de paz de Zuera y Cuarte de Huerva hablan de su experiencia impartiendo justicia y del trabajo al que se enfrentan cada día.

Rafael Garulo, juez de paz de Zuera
"Los juzgados de paz funcionan con sentido común"
ESTHER CASAS

"Lo más importante es que la gente a la que juzgas algo, luego te salude por la calle". Quien habla es Rafael Garulo, juez de paz de Zuera desde hace ocho años. "En enero fui renovado oficialmente para los próximos cuatro años", dice orgulloso. "Este es un trabajo gratificante, que me entretiene, aunque a veces se pasan malos ratos", añade.


Jueces de paz como el de Zuera, jubilado y dedicado por completo al servicio público, resolvieron en 2011 hasta 56.733 casos, solo 152 menos de los que ingresaron. Cauteloso, Rafael apunta que el suyo puede ser uno de los juzgados de paz con más trabajo de todo Aragón. "La cárcel da mucha faena: solicitan bodas, consultas... Luego están los asuntos de los vecinos, que son más de 4.000, con problemas de lindes, impagos de trabajos, deudas, riñas...". Garulo empieza a enumerar y no para. 


Carlos Fatás regenta un restaurante en Cuarte de Huerva y es el juez de paz de esta localidad desde hace más de 20 años. Llegó al cargo casi por casualidad. "Cuando me nombraron, el Ayuntamiento estaba al lado de mi bar y como este es un trabajo del que no te puedes mover y estas muchas horas abierto, me dijeron que si no me importaba ocupar el cargo", cuenta Carlos. "Desde entonces me han ido eligiendo", señala.


Fatás explica que, tal y como sucede en Zuera, la carga de trabajo de su juzgado es considerable. "Antes acudía al juzgado unas dos veces por semana, ahora tengo que ir un rato todos los días o que me suban los papeles al bar para solucionarlo", explica.


Este juez de paz indica que el aumento de trabajo se debe, principalmente a dos circunstancias: que la población de Cuarte ha pasado de 7.000 personas a 13.000 en apenas cuatro años y los problemas derivados de la crisis económica. "Tenemos muchísimos embargos, impagos, deshaucios...", enumera Carlos, "hemos tenido que solicitar la renovación del adjunto que llegó hace unos años por el trabajo que tenemos", añade.


Mediar entre vecinos y amigos, lo más ingrato

Cuando Rafael Garulo da detalles de su trabajo, las palabras "sensatez", "sentido común" y "buen juicio" se repiten sin cesar. "Con mano izquierda se va solucionando todo", dice Rafael, que añade que lo que le resulta más complicado es "mediar entre conocidos de toda la vida, gente a la que conoces desde el colegio".


Carlos Fatás coincide en que mediar entre vecinos conocidos a veces es difícil, pero que nunca ha tenido ningún problema. "A lo mejor me ha tocado perder algún cliente", lamenta Carlos, que se resigna con rápidez y señala que él está "obligado" a seguir el procedimiento normal siempre.


"Aquí nadie paga ni cinco céntimos por venir a que le solucionemos los asuntos y todo el mundo suele quedar conforme", explica Rafael aludiendo a la gratuidad de los trámites en los juzgados de paz. Echando mano del refranero popular no pierde la ocasión de decir lo que le repitieron una y mil veces. "Siempre es mejor un mal arreglo que un buen juicio".