Ángeles

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Sí. Cerrad los ojos.

No temáis.

Dormid profundamente.

Yo cuidaré de vosotros mientras soñáis con paseos a caballo por los valles, con anzuelos de colores a orillas del Cinca.

Ya ha anochecido y Aragón es ahora una luciérnaga que hiberna.

Desde aquí diviso el telecine. Desde esta eternidad hilamos la luz que se filtra en las ermitas. Hasta aquí ascienden el olor a adobe y cañizos de que están hechos vuestros corazones sin dueño.

Aragón se desmorona al sol, se derrite en su belleza.

Somos ángeles laicos que habitamos los cielos. No os preocupéis por el calandino inmortal: sigue trasegando dry martinis en un hotel de las afueras.

Habitamos las rotondas desiertas, los jardines de hollín y carbón, los páramos de culebras.

Aragón es hermoso desde el cielo, creedme. Es verde y marrón y luego azul y luego otra vez marrón. Es poliédrico y sinfónico, es la negrura y la esperanza de una vida detenida y en paz.

Si abro mis brazos y me crucifico el viento que agita la cebada me despeina.

Somos ángeles multiplicados -león tatuado en los pechos transparentes- que marcamos goles en el viejo Torrero.

Lanzamos los córneres con cuidado de no despertaros.

Somos lo que vosotros seréis un día al cerrar los párpados.

No tengáis prisa: abrasad vuestra mirada con la belleza, perseguid mujeres imposibles, escribid versos sobre la tierra yerma, dejad que el cierzo os hipnotice, soñad con el mar de los sargazos.

Pero esta noche no.

Dormid profundamente.

No temáis.

Sí. Cerrad los ojos.


Sergio Navarro Villar