Palabras

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Cuando divisamos las torres del Pilar, todavía a lo lejos, Juan exclamó:

-¡Ya estamos en casa!

Lo dijo con alivio, como quien descansa, mejor aún, como quien ha salvado la vida, lo dijo con la voz queda y con la boca seca. Fueron las únicas palabras que se oyeron en el Suzuki desde que saliéramos del San Jorge, quizá las únicas palabras desde que gritáramos su nombre con el horror clavado en la garganta allí, en lo alto del Posets, mientras su cuerpo descendía sin remedio hacia el vacío, como si nada…Curiosamente ya no dijimos más, tampoco cuando salió de la habitación, ya con su ropa y las marcas que le había arañado la roca, con ese nuevo caminar que le caracterizaría de ahora en adelante, ese nuevo Juan al que nos resignábamos a ver de otra manera al tiempo que nos alegrábamos de seguir viendo. Otra vez la dualidad. Allí solo nos abrazamos, largamente, y lloramos, de vernos, de estar vivos, de no se muy bien qué… pero sin palabras…

-Ya estamos en casa, Juan, ya estamos en casa.

Marta Iranzo Paricio