El sueño eterno

None

Dos zafiros perforan la bruma que nos separa, son tus ojos que con su fulgor iluminan tu semblante, tu sonrisa disipa la neblina que nos envuelve. Te respondo con una cómplice mirada, que naufraga entre los remolinos de blanco vaho a nuestro alrededor. Anhelo acariciar tu sedosa piel, ver tu ruborizada expresión cuando te susurro mi amor. Mas debemos aguardar, resignarnos frente a este muro infranqueable que distancia nuestros cuerpos aunque no nuestras almas, ante estas cárceles de cristal que nos cobijarán.

Majestuosas columnas nos flanquean, estatuas de frío mármol decoran el salón donde yacen, no lejos de nosotros, los Amantes de Teruel.

Fue deseo de los ciudadanos, conmovidos por nuestra historia de amor, que ésta fuera nuestra temporal morada.

Una eternidad de insondable abismo nos aguarda, pero nos alumbra la llama de la esperanza, la promesa de un remedio a tu enfermedad, cuando la Ciencia nos rescate del gélido manto de nitrógeno que, con dulce parsimonia, comienza a cubrirnos.

César Sirvent