Baile de disfraces

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Suena la música en un ambiente de enredo, mezclada con destellos de brillantes, reflejos de los antifaces que desatan una magia en la atmósfera, colmando cada recodo del gran salón.

Al ritmo, vaivenes de tul y de sedas con volantes.

Repiquetean tacones al son de su propia melodía, camuflada entre los violines de tan venerada orquesta.

Un asalto de miradas, un encuentro inesperado, trueque de músicas y comienza el espectáculo.

Una mujer, giros, vueltas y contoneos, movimientos magistrales con los pies, dibujando una danza que balancea la piedra engarzada en el lujoso collar, colocado estratégicamente para ocultar su lunar, su marca de nacimiento.

Embriagado por ese ser me giré, mi esposa me observaba. Al fin, descifró la pregunta que reflejaban mis pupilas, y susurró a mi oído: Querido Enrique, es Ana Bolena.

A partir de ese instante, una voz en mi interior no cesaba de repetir: lo siento, lo siento Catalina, Catalina de Aragón, lo siento.


Macarena Bersabé