Meses a la deriva

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Llevamos meses a la deriva, sin comida y apenas algo de agua en los depósitos. La última explosión hizo que perdiéramos el tercer motor, por lo que ahora nos mantenemos con el de emergencia. Seguimos buscando un lugar en el que poder aterrizar, pero todo a nuestro alrededor parece igualmente inhóspito y los días se suceden sin noticias, mientras seguimos vagando cada vez con menos esperanzas. Me encierro en mi cabina prácticamente todo el día sin querer ver a nadie. Ir por los pasillos de la nave resulta totalmente desolador: la tripulación que queda se deja morir, agonizando de debilidad, con la derrota en la mirada. Uno de mis ayudantes acaba de entrar, parece que han encontrado algo. El localizador no da mucha información, pero parece ser un terreno conveniente y que cuenta con una gran masa de agua a la que los antiguos habitantes llamaban Ebro. Puede que por fin tengamos suerte.


Iván Ramos Fernández