¿Dónde?

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¿Dónde van a descansar todas las risas de las personas que amamos cuando ya no están con nosotros? ¿Dónde se remansa toda la energía y el empuje de sus abrazos y sus sueños?


La empecinada razón escapa a nuestro débil control y piensa y se pregunta y quiere comprender. El sabio corazón acaricia suavemente esos pensamientos y les va dando sosiego para que poco a poco, razón y corazón encuentren paz.


Caminando con los recuerdos colgados del brazo por las calles de Zaragoza o acompañado por el murmullo cristalino de las aguas del río Aragón a su paso por Santa Cilia, sigo oyendo límpidas sus carcajadas y sintiendo el sonido de sus pasos a mi lado. Poco a poco una sonrisa asoma y se abre paso dulcemente, como esa suave brisa que roba las doradas y cansadas hojas del hayedo del Betato a finales del verano, pero con una fuerza irresistible y arrolladora. No se van a ningún sitio. Se quedan con nosotros alentándonos, dándonos fuerza, llenando los vacíos que su ausencia crea en nuestra alma.


Luis Roche Ramón