Carta a un aragonés

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Querido Félix, me dices en tu carta que vais a venir a Zaragoza, y que allí en Burdeos os han hablado muy bien de la “nueva” catedral de Tarazona, y que os diga si valdría la pena visitarla en los pocos días que vais a estar aquí.


Pues ya te digo que sí, que vale la pena que hagáis un esfuerzo. Tarazona ya la conocéis, pero la catedral siempre estaba cerrada por obras y van ya un montón de años, ¡casi desde que os casásteis!


Os sorprenderá y os gustará cómo ha quedado, ya lo verás: ahora que está restaurada parece una maravillosa tarta, de tan blanca y reluciente como ha quedado: tarta de trufa y nata, como a ti te gustan, trufa de ladrillo, nata de albayalde.


Como catedral se parece a todas y a ninguna: el interior os recordará a las que tenéis en Francia, pero las filigranas mudéjares del exterior la hacen única y extraordinaria. Hasta parece tener como esa figurita de los novios que se pone en las tartas de boda, de tan luminoso y ligero como ha quedado el cimborrio.


Después damos una vuelta y nos podemos ir a comer un buen ternasco, con vino de la zona, y estoy seguro que la próxima vez que vengáis me dirás: “Oye, ¿y si nos vamos a pasar el día a Tarazona?”. Un beso y hasta pronto. Jorge.


Felipe Blanco Unzué