Michelle Williams

Denodada tras su éxito adolescente en la serie 'Dawson crece', Williams vuelve a presentarse ante el gran público con fuerza, de la mano de Scorsese.

¿Se han fijado en que no existe película romántica que no termine en el instante en que la pareja se da cuenta de que se quiere y no pueden vivir separados? Ni rastro de lo que sucede después, en el día a día, en el momento en el que la convivencia te demuestra que hasta por un cepillo de dientes se puede discutir.


Quizá por ello ‘Blue Valentine’ ha enamorado, y nunca mejor dicho, a la crítica y al público (al que ha podido verla, porque en España no hay rastro de un posible estreno). La película refleja la deconstrucción de una pareja, lo que sucede cuando la pasión ya no lo cura todo. Cuando se debe recurrir al diccionario para saber qué era eso. ¿Pasión? Ah sí… pero ¿quién baja la basura?


Gran parte del mérito de la cinta recae en Michelle Williams, nominada al Oscar por su papel de Cindy, una doctora que lucha por su profesión y por su hija e intenta descubrir los motivos que han desgastado su relación.


Estaba ahí, aunque pocos la veían. El peso de participar en una serie juvenil, en alguna producción olvidable o de ser ‘la pareja de’ han sido lastres que le ha tocado arrastrar a esta actriz.


Y de repente, Michelle. Sin hacer ruido, sin grandes titulares. Se pone ante el objetivo de Derek Cianfrance e hipnotiza. ¿Cómo puede alguien seducir a una cámara de ese modo con un baile tan desgarbado como el que ella protagoniza en ‘Blue Valentine’?


Posiblemente la popularidad que le dio su interpretación de la joven rebelde Jen Lindley en la empalagosa serie ‘Dawson crece’ no le puso las cosas fáciles. Pocas actrices han sobrevivido a un éxito catódico juvenil. Hilary Swank es la excepción, pero ella tuvo la suerte de que la echasen pronto de ‘Sensación de vivir’.


A Michelle le tocó esperar a que Dawson creciese para empezar a participar en películas de cierto interés como ‘Vías cruzadas’ o ‘Tierra de abundancia’. Lograba buenas críticas en circuitos independientes pero escasa repercusión.

Hasta que llegó ‘Brokeback Mountain’, donde da vida a la esposa de un vaquero atormentado por su identidad sexual. Un exitazo que encumbró a Heath Ledger y Jake Gyllenhaal, pero que sirvió además para que se comenzase a tener en cuenta a Michelle Williams. Para eso y para que ella iniciase una relación con el malogrado Ledger, con final poco feliz.


Consigue una nominación al Oscar pero continúa unida a un cine de escasa visibilidad, con títulos como ‘The hawk is dying’ o ‘I’m not there’. Y cuando juega en apuestas más comerciales tropieza como con la previsible ‘La lista’ o la fallida ‘Incendiary’. Ambas con el denominador común de buscar el lado más sexual de Williams.


En 2010 muchos certifican su potencial gracias a ‘Sutther Island’, de Scorsese, y a ‘Blue Valentine’, por la que además de al Oscar opta al Globo de Oro. Lástima que sea en el año en que Annette Bening y Natalie Portman realizan dos de los mejores papeles de su carrera. Tendrá que esperar a que la gran pantalla descubra su reencarnación de Marilyn Monroe. Nada le gusta más a Hollywood que un biopic.