HISTORIAS DE LA CIUDAD

De safari por Zaragoza, sin disparar un tiro

Toros, centauros y, por supuesto, leones contemplan agazapados las idas y venidas de los zaragozanos, aunque esconden historias que muy pocos vecinos conocen.

Los animales se esconden en todos los lugares, como señala la guía en el reloj de la Seo.
De safari por Zaragoza, sin disparar un tiro
ASIER ALCORTA

Hoy vamos a hablar de algo más que de la historia de Zaragoza; toca charlar sobre las minihistorias de la ciudad». Con esta declaración de intenciones inaugura Regina Luis el particular safari urbano que lleva conduciendo desde julio. Martes, miércoles y jueves a las 21.00 comienza en la puerta de La Seo una ruta turística sobre los animales que acechan entre los monumentos de la ciudad. Toros, centauros y, por supuesto, leones contemplan agazapados las idas y venidas de los zaragozanos, aunque esconden historias que muy pocos vecinos conocen.


La primera de ellas provoca la sorpresa de los asistentes: la antigua rivalidad entre las 2 basílicas de la ciudad. «Si el Pilar añadía una torre, la Seo elevaba la suya. Si Goya pintaba las capillas del Pilar, se ampliaba la decoración arquitectónica de la Seo», explica Regina divertida. Fruto de esa competición surge el primer animal de la visita: un gallo erigido sobre el reloj de la catedral del Salvador, simbolizando el amanecer y la vida. Pero no es la única 'bestia' que habita en el monumento.


Al llegar a los ábsides laterales, Regina cede el protagonismo a los visitantes y les pregunta qué ven en los capiteles de los arcos. Unos se limpian las gafas mientras que otros sacan la cámara y fuerzan el 'zoom' al máximo para cazar la valiosa presa. En esta ocasión se trata de un centauro y un ciervo, «símbolos del pecado y la pureza respectivamente», aclara la guía, que añade: «En las iglesias siempre se recurre a estos animales para representar el bien y el mal».


El símbolo de Zaragoza es el siguiente punto del recorrido. El león rampante situado en la fachada del Ayuntamiento sirve de excusa para contar un episodio de la ciudad poco conocido, la dominación leonesa. A la muerte de Alfonso I en 1134, el rey de León Alfonso VII reclamó para sí el territorio. Al no ser reconocido como soberano decidió ocupar Zaragoza, que permaneció bajo su poder hasta su fallecimiento en 1157, cuando la devolvió al linaje aragonés. El escudo de la ciudad recuerda por lo tanto a un monarca ajeno a Aragón, aunque para alguno de los turistas de la visita «el león sigue siendo igual de impresionante».


El safari continúa por la plaza del Pilar con los peces de la pequeña fuente y San Juan de los Panetes, donde el santo espera a los visitantes sin el cordero a sus pies, desaparecido hace tiempo. Pero la gran sorpresa viene al llegar a la estatua de César Augusto situada junto a las estatuas romanas y la pequeña rana de la fuente anexa.


«El arquitecto responsable de urbanizar esta zona, Juan Martín Trenor, detalla cada elemento de la composición, menos la rana», explica Regina alimentando el misterio. Los cuatro arcos representan las cuatro civilizaciones que ocuparon Zaragoza -íbera, romana, árabe y cristiana-, el rayado del suelo recuerda el trazado de la antigua muralla. Todo tiene una explicación, menos el pequeño anfibio. Entonces da un paso al frente uno de los visitantes, Christian Molías, y aporta la solución. «Antes de la remodelación, esta zona estaba llena de pequeñas casas, que fueron expropiadas. Cuando Martín Trenor habló con las familias, una mujer solo le pidió que el monumento recordara a su hija fallecida. Lo hizo con su juego favorito, que era la rana», se explayó Christian. Los demás turistas se miran con sorpresa y ríen por el guía improvisado.


Entre risas y más comentarios sobre la rana, la comitiva pasa por sitios menos conocidos, como la imprenta Blasco, con un centauro en su fachada. Cerca de allí, en la plaza de Torrenueva, descansan los animales más visibles de todo el recorrido: unos caballos realizados por Pablo Gargallo. Los jinetes protegen la entrada al museo del escultor, aunque cerca de allí se exponen obras suyas como la campesina de las uvas, todas copias de los originales, que se encuentran en Barcelona. El siguiente animal, un águila de la calle Alfonso, no es más que un recuerdo porque fue suprimida cuando desaparecieron los almacenes de mismo nombre. El león alado que acecha en el edificio de la Adriática, «el primer rascacielos de Zaragoza», es la última presa antes del gran final «que debe mantenerse en secreto», decreta la guía del safari con una sonrisa.