La Pirotecnia Zaragozana no para. En lo que va de mes, esta firma ha logrado alzarse con dos de los galardones más prestigiosos del panorama nacional: los cielos de Tarragona y Pamplona -esta última con motivo de las Fiestas de San Fermín- han ardido con maestría, para regocijo de público y jurado, de la mano de esta empresa con sello aragonés. Se trata de una casa centenaria, firmemente asentada en el circuito pirotécnico español, que ha pasado de padres a hijos durante las últimas cuatro generaciones.

Sin embargo, las buenas actuaciones de la factoría tanto a nivel nacional como internacional no han impedido que la crisis le haya golpeado. Y es que los ayuntamientos, especialmente los pequeños municipios, se ven cada vez más obligados a recortar las partidas destinadas a las fiestas. Si bien los fuegos atificiales siguen siendo intocables en cualquier programa de festejos, el Presidente de Pirotecnia Zaragozana, Miguel Pérez, reconoce que «los presupuestos, por parte de los consistorios, han descendido» lo que implica «un descenso en el tiempo de duración de los castillos y en el calibre de los artificios». Aunque, como afirma Miguel, se procura «que no se note un descenso en la calidad del espectáculo».

De Garrapinillos a Toronto

El camino de una candela (uno de los proyectiles más comunes) hasta las ferias de Toulouse, Montreal o Toronto comienza a escasos kilómetros de la capital aragonesa. Concretamente, en Garrapinillos. Es ahí donde la firma zaragozana atesora sus instalaciones, en las que elabora sus propios artefactos. Pero, ¿cómo es el proceso de confección de un cohete?

La distribución y colocación de los cohetes está plenamente informatizada. El diseño de los castillos se fragua meses antes del evento mediante un programa de ordenador que, la noche del lanzamiento, emite las órdenes a los artefactos, a los que está conectado. Es el último paso de un proceso que requiere, en todo momento, de mimo y precisión. El resultado, simplemente... lo merece.