Buscando a las avutardas

Una hembra de avutarda, en los Monegros
Una hembra de avutarda, en los Monegros
JAVI BONA

El saber popular no siempre acierta. La verdad es que resulta muy difícil mirar a las avutardas . Como todas las aves esteparias, las avutardas (Otis tarda) son esquivas y se mimetizan perfectamente con el entorno para evitar ser vistas. Pese a todas esas dificultades, es la tarea que deben hacer los agentes de protección de la naturaleza (APN) para elaborar el censo de estas aves, una especie que en Aragón se encuentra en peligro de extinción. Apenas quedan unos setenta ejemplares, presentes de manera principal en Monegros en las provincias de Huesca y Zaragoza, hasta Zuera, y en el entorno de la laguna de Gallocanta. El 2001, el 'Libro Rojo de las Aves de España' recogía 115 ejemplares.


Con Joaquín Tena, agente en Pina de Ebro, Alfredo Legaz, coordinador del Área de Caspe, y Fernando Lucia, coordinador provincial de Zaragoza, recorremos, desde las siete de la mañana, vales y campos de cereales buscando ejemplares que poder fotografiar, aunque fuera de lejos. Joaquín, que lleva veinte años trabajando en esta zona y tiene en la cabeza hasta la última piedra del paisaje, todavía no puede creer que no haya ningún macho en lugares que él conocía como seguros. Alfredo señala la masía abandonada desde cuyo interior observaron escondidos a las aves en la anterior jornada de censo. Ese día, afirma, "en este campo había un montón de machos haciendo la rueda" (como se denomina la exhibición de fuerza y plumaje que realizan para atraer a las hembras). Hoy no hay ni rastro de ellos; en cambio, encontramos docenas de cuervos, de tamaño más que lustroso. ¿Se están produciendo cambios en los comportamientos animales?


La zona a cubrir es grande. Dieciséis recorridos que los expertos agentes de protección de la naturaleza exploran concienzudamente. En las fichas se recogen las coordenadas, la hora a la que han sido vistos y cuando y la dirección en que se les ha visto marchar. De este modo, si otro equipo los encuentra en un transepto cercano, y en un momento inmediato, saben que se trata del mismo grupo y no se cuenta dos veces a los mismos ejemplares.


Pero las cosas esta mañana están raras, los machos que suelen estar agrupados y ser más visibles, por su mayor tamaño llamativo plumaje, y porte y maneras altaneras, andan desaparecidos.


TRES HEMBRAS SOLAS

Después de mucho rondar, escudriñando hasta el último lugar, a través de los prismáticos, los seis ojos avezados de los APN más los dos del director del Servicio Provincial de Zaragoza, Eliseo Martínez, que también nos acompaña en este recorrido, aparecen inopinadamente tres hembras paradas en los lindes entre un campo de veza y otro de cereal. Parece imposible acercarse y el objetivo de la cámara no llega a cubrir la distancia para alcanzar los detalles.


El grupo decide que un vehículo trate de llegar por detrás del campo, aprovechando que este queda un poco en vaguada y ese desnivel nos tapará hasta acercarnos y que nuestro fotógrafo pueda disparar su cámara. Con precaución infinita, Joaquín conduce por los caminos, tratando de que ningún ruido revele nuestra aproximación. Lleva en la cabeza un runrún: que esas hembras 'paseándose' tan tranquilas son una mala noticia, significa que no están incubando, tres hembras que este año no van a tener productividad. Eliseo estima que quizá anden con el celo retrasado y que aún es posible una puesta porque ha vuelto a salir hierba en los campos.


Esperanzas para un futuro poco halagüeño, teniendo en cuenta que la población en la depresión del Ebro no prospera desde hace años. España es la reserva de la mitad de las avutardas de mundo; dentro de ella, Aragón y Navarra no tienen una presencia significativa, poco más del 1% de esa población, pero que la especie deje de estar presente en el valle del Ebro significa un revés, pues se perdería un hábitat que además es, en principio, muy favorable a esta gallinácea.


DESCONFIADAS

Las tres amigas resultan ser tan desconfiadas como nos temíamos. Apenas el fotógrafo se acerca a doscientos metros, levantan vuelo. Para despegar deben 'tomar carrerilla': estas hembras pesarán sus buenos siete u ocho kilos. Los machos pueden pasar de los quince. Son las aves de mayor tamaño capaces de volar, cosa que hacen con relativa agilidad, pese a su silueta más bien rotunda.


Y, lo que es peor para nuestra tarea, recorren buenas distancias sin aparente problema. Desde el interior del todoterreno las vemos alejarse deseando que frenen pronto. El calor que ya se siente las lleva a buscar alivio momentáneo en la sombra arbolada que ofrecen unas sabinas. Sin embargo, no hay manera de llegar a ellas inadvertidamente y regresamos al punto donde ha quedado el resto del grupo. Desde allí, vemos al rato cómo las tres hembras vuelven al campo del principio a seguir comiendo. Y serán esas instantáneas las que logre captar el reportero gráfico. Lejanas y aún así valiosas, ante una especie tan esquiva. No se fía del ser humano y no cabe reprochárselo. Hasta los ochenta, la avutarda era una especie cinegética. Entre 1960 y 1980, su población sufrió un descenso de casi un tercio.


En la actualidad, prohibida ya su caza, el mayor peligro para la avutarda es la pérdida de hábitat. Estas tierras de cultivo cerealista no intensivo, con alternancia de barbechos y leguminosas, son el entorno ideal para la avutarda. La escasa calidad de suelo hace poco rentable intentar algo más de estas tierras que se cultivan por las ayudas por parcelas de la PAC. Pero la intensificación de la agricultura, la expansión urbanística y la creación de infraestructuras amenzan su hábitar y se suman a otros problemas como la mortandad por colisiones con tendidos eléctricos o envenenamiento por pesticidas.