MIMETISMO ANIMAL

¿Es un insecto o una piedra?

Saltamontes del color de la roca caliza
mimetismo animal
E. VIÑUALES

Como si estuviesen jugando al escondite, hay ciertos animales silvestres que se las han ingeniado para pasar completamente desapercibidos en su medio natural. Pero sus formas, sus colores y el diseño de sus crípticos plumajes o pelajes responden algo más que lo que para nosotros es un divertido juego de niños, pues estamos hablando de una estrategia evolutiva desarrollada para algo tan importante entre la vida salvaje como es la supervivencia del individuo. Es la máxima de “o me camuflo bien, o es fácil que pueda ser devorado por un depredador”. Aunque también hay quienes usan ese disfraz para cazar y acechar a sus presas, sin que éstas se enteren de sus mortíferas intenciones hasta el último instante.


Quizás el más famoso de todos estos animales, el rey del camuflaje, sea el camaleón, un reptil amenazado y ausente en Aragón pero que todavía se encuentra en el sur de España. Sin embargo en el medio natural de nuestra comunidad autónoma podemos toparnos con otros muchos animales camaleónicos, fauna que se esconde y se camufla con gran maestría entre las hierbas, las piedras y los ramajes de la naturaleza… y que buscando, buscando, mirando bien, podremos tener la dicha de encontrar en los bosques, ríos y estepas aragonesas.


PARA LA ESTEPA: COLORES TERROSOS


Es en los lugares secos, semiáridos y cerealistas, donde viven un sin fin de avecillas esteparias, casi todas ellas de colores terrosos, como si llevaran uno de esos trajes de camuflaje especialmente diseñados para maniobrar en el desierto: alondras, terreras, calandrias, cogujadas, gangas, ortegas, codornices… e incluso alcaravanes que ponen sus huevos directamente en el suelo yermo, sin nido alguno, y cuya puesta semeja ser un grupo más de piedras del terreno. Incluso la avutarda, pese a su gran tamaño, ejercita el mimetismo cromático para mantenerse oculta en paisajes ocres y pardos como los de Monegros o los páramos de Gallocanta.


Pero lo mejor para pasar desapercibido es que a un buen camuflaje se le sume la inmovilidad. “Si me camuflo, pero me muevo, me dejaría ver”, parece ser que dice la liebre, agazapada en el suelo e incapaz de levantar la carrera hasta que uno casi la pisa. Los búhos son también grandes estrategas del escondite. Un cárabo o un autillo pueden permanecer, durante el día, inmóviles junto al tronco de un árbol y parecer que se trata de una rama más. Lo mismo sucede con el búho real, recostado en una repisa colgada de un farallón rocoso del mismo color que su plumaje críptico.


Posadas en los troncos, con las alas plegadas, se ocultan muchas mariposas o polillas como la Catocala sponsa, de atuendo aparentemente discreto pues sólo deja ver el vivo color rojo de las alas posteriores cuando vuela, al igual que hacen los grises saltamontes que esconden unas alas interiores de color azul o rojo.


PELAJES LEOPARDOS, CRÍAS DE CORZOS Y AVES INCUBANDO

El movimiento de gatos monteses, linces, ginetas y otros mamíferos de pelajes pardos o leopardos pasan desapercibidos entre los ramajes del bosque o el matorral mediterráneo, dispuestos a depredar sobre algún lirón, ratón de campo o pajarillo. Pero quien se disfraza a la perfección en el medio boscoso es la cría del corzo, aparentemente abandonada por sus padres y muy vulnerable ante cualquier peligro.


El corcino presenta una librea manchada que le da un tono ocre salpicado de pequeñas manchas blancas que imita el cambiante juego de las luces que penetran a través de los arbustos, con sus efectos de sombra y discretos reflejos. Lo mismo se puede decir del plumaje de los chotacabras gris y pardo, muy difíciles de ver ya que, además de tener costumbres nocturnas, descansan en el suelo postrados entre la hojarasca como si fueran parte del alfombrado suelo boscoso.


Muchas aves, echadas en el nido, ocultan sus pechos de colores alegres. Y generalmente este estático momento del ciclo vital de los pájaros suele estar encomendado a las hembras, de dorsos y plumajes pardos y grises no tan llamativos como en los machos.


En los ríos también hay peces de dorso pardo, moluscos, invertebrados y tritones que visualmente quieren formar parte del lecho fluvial de gravas. En las lagunas habitan pájaros como el avetoro, siempre escondido entre cañaverales y carrizales. En las montañas nos podremos topar, con mucha suerte, con el disfraz invernal blanco de la perdiz nival y del armiño. Más abajo, en el bosque se halla el insecto palo, cuya imagen es capaz de evaporarse entre un simple manojo de ramitas. Y por las paredes de las casas se mueve silenciosa, muchas veces inadvertida, la nocturna salamanquesa. Todos estos animales son auténticos campeones de la evolución natural, algunos de los mejor dotados para la supervivencia en la dura lucha por la vida. Una fauna que es el resultado de un proceso de selección donde se sabe que solo continuarán vivos los mejor dotados.


SELECCIÓN DE PERSONAL EN LA NATURALEZA

El mimetismo lo inventó, antes que nadie, la naturaleza. Son muchos los animales que imitan el color (homocromía) o la forma (homotipía) de los elementos que les rodean para pasar inadvertidos. Todos los casos de mimetismo que podemos ver son el resultado de un largo proceso de selección natural, donde las variaciones más útiles para enfrentar con éxito el reto de la supervivencia han brindado una ventaja competitiva a los individuos mejor adaptados, lo que les ha permitido vivir más tiempo y procrear más.


En consecuencia, estos maestros del camuflaje son parte de las especies que han podido legar a las sucesivas generaciones sus habilidades y capacidades a través de la dotación genética. Al contemplarlos podemos asegurar que estamos en presencia de la biodiversidad mejor evolucionada, y simplemente por ello estos seres vivos siempre deberían ser dignos de nuestra admiración y respeto.