Mercado negro de huevos de águila real

Adornan el puño de un jeque árabe o son exhibidos en un parque temático. Pollos de águila real y otras rapaces son expoliados de sus nidos, 'legalizados' con los documentos de ejemplares muertos y vendidos dentro de un oscuro mercado negro.

Ilustración de un águila real alimentando a su cría
aguila real
SANTIAGO OSÁCAR

Fue hace cuatro años, en una mañana de primavera en la que buscaba nuevos senderos para la bici de montaña, más allá de la Balsa del Loco, cuando descubrí el nido de Pluma Blanca.


Era una construcción pequeña, una joven pareja había instalado su primera plataforma de cría en los riscos calizos que bordean La Plana. Desde lo alto de la cortadura, y tumbado en el suelo, pude contemplar perfectamente a un frágil pollito de plumón blanco


Pocos días después volví con el catalejo y, oportunamente escondido, pude presenciar los cuidados solícitos de la madre primeriza. Pero lo que más me llamó la atención en aquella hembra fue el color no pálido, sino blanco puro de una de sus plumas terciarias. Desde entonces, la llamé Pluma Blanca.


Aquel año el vasto páramo cerealista y los cerrados pinares que rodean sus laderas conocieron los desvelos de la nueva pareja hasta que, apenas terminada la siega, voló su primogénito. Aun así, durante todo el mes de julio pluma blanca y su pareja tuvieron que alimentar a su aguilucho, que les llamaba lastimeramente al amanecer desde cualquier punto del bosque. Pero, poco a poco, fue adiestrándose en el arte de la caza y un día de otoño se perdió su silueta en un dilatado horizonte de rastrojos.


Fue ese mismo invierno, el cuarto en la vida de Pluma Blanca, cuando la joven hembra consiguió abatir su primer zorro. El mes de enero, seco y frío, curtió los restos de esta presa que como un trofeo quedó colgando entre las peñas, cerca del nido. Quizá fue esta insólita bandera la que puso en guardia a los furtivos o quizá los espectaculares vuelos nupciales a los que pluma blanca se entregaba con ardor en los días de cierzo, apenas comenzado el invierno...


NIDO VACÍO

Mi cuaderno de campo consigna el inesperado abandono de 2008 y cómo al año siguiente el nido reconstruido para una nueva temporada de cría aparecía otra vez abandonado cuando ya podría haber comenzado la incubación.


Este invierno las águilas volvieron a tapizar de ramas verdes el nido de los cortados y Pluma Blanca depositó esta vez no uno, sino dos hermosos huevos de color pardo rojizo. Recuerdo con todo detalle la tarde que volví a verla por última vez. Era el 28 de marzo. Sin ayuda del catalejo pude ver la mancha blanca de su ala contrastando con el plumaje oscuro y la maraña del nido sobre el que incubaba la puesta. El macho apareció de improviso en un picado espectacular y relevó a pluma blanca.


El 15 de abril el nido estaba intacto, pero totalmente vacío. Ahora estoy convencido de que un año más ha sido expoliado.


Pluma Blanca no sabe si sus huevos han pasado a manos de un coleccionista o si, al calor artificial de la incubadora, sus hijos, concebidos para volar libres, han nacido en cautividad. No sabe que un pollo crecido puede alcanzar los 8.000 euros en el mercado negro; no sabe si sus hijos adornarán el puño de un jeque árabe o serán exhibidos en un parque temático. No resulta difícil blanquear la procedencia ilegal de estos aguiluchos robados: para ello se guarda la documentación, las anillas e incluso, congelados, restos físicos de las aves 'legales' que van muriendo (para tomar si fuera preciso muestras de ADN) y se adjudican a los recién llegados.


No he vuelto a subir a la Balsa del Loco; no quiero ver otra vez el nido vacío.


¿Realmente vale 8.000 euros un águila? A mí el desierto me las dio totalmente gratis porque supe amar su belleza... pero la codicia humana ha puesto precio al agua, a la tierra y al vuelo del águila. Les ha puesto precio, pero no ha sabido ponerles nombre.


¿Volveré a ver a Pluma Blanca?


Santiago Osácar es licenciado en Bellas Artes y naturalista de campo.