Pan rojo

Pan rojo
Pan rojo
JORGE USÁN

El viejo Gao es un honorable anciano curtido en los tiempos de Mao, un hombre de tierra y pan, de té y horas muertas. Hoy, como todos los días, se acerca con el temple de unas manillas de reloj al dar el mediodía a mi ventana entreabierta para pedir algo de arroz y licor con el que amenizar las interminables horas de charla sobre aquella China, ahora desaparecida en la Capital. Como él, millones de ancianos se ven destinados a una vida de limosna o, en los casos más afortunados, de amparo por parte de un único hijo. A la espera de la prometida y ya urgente reforma en el régimen de jubilación siguiendo los cánones occidentales, se encuentran cerca de 260 millones de personas en un país donde la población activa no cesa de disminuir debido a la política de un solo hijo.


Hasta entonces, mi amigo Gao seguirá acudiendo a nuestra cita de las doce.