Alimentos ecológicos, una realidad imparable

Cada vez hay más tiendas que apuestan por estos productos de gran calidad y muy naturales que favorecen los cultivos responsables y respetuosos con el medio ambiente.

Conchita Martínez, junto a la oferta de hortalizas de cultivo ecológico que se venden en La Huertaza.
Conchita Martínez, junto a la oferta de hortalizas de cultivo ecológico que se venden en La Huertaza.
Agencia Almozara

Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento". Este famoso aserto de Hipócrates, fundador del primer sistema médico que falleció a los 107 años, está, en buena medida, detrás del auge del consumo de productos ecológicos. La alimentación como base de la salud. Se trata de un argumento que va calando entre los consumidores y aunque no es el único que explica el creciente interés por todo lo que tenga que ver con 'lo ecológico', sí es uno de los más importantes.


Esta inquietud resulta muy visible en las calles y en los supermercados y grandes superficies. En las calles, porque no dejan de crecer los establecimientos que cuelgan la etiqueta de ecológicos y, en los lineales tradicionales, porque el hueco que se le hace a estos productos es cada vez mayor.


Todo apunta, además, a que no es una cuestión de moda o esnobismo. Esta realidad ha llegado para quedarse y a buen seguro que en los próximos años será mucho más perceptible. Hay datos e indicios que así lo sugieren. Daniel Grasa, propietario de la tienda Pura Vida de Huesca (Fidel Seral, 4), comenta que "en Francia, el consumo de productos ecológicos se sitúa en el 10% y en Alemania se aproxima al 25%, mientras que en España nos encontramos en el 1,5%".


Además, prosigue, "el 90% de la huerta ecológica que llega a Europa sale de nuestro país". Con estos datos y el interés cada vez mayor que existe por estos productos, es lógico pensar que el margen de crecimiento será muy importante.


Varios protagonistas que en Aragón han emprendido este camino van a aportar algunas claves que, a su juicio, están detrás de esta apuesta. En estos momentos, según Daniel Grasa, se podría hablar de cuatro tipos de clientes: los que llevan mucho tiempo vinculados a lo ecológico, "gente muy concienciada con la defensa del medio ambiente y la posibilidad de vivir en un mundo más sostenible"; luego estarían los que se acercan por temas de salud, "no necesariamente porque estén enfermos, que también sucede, o por el incremento de las intolerancias, especialmente al gluten y a la lactosa, que son las más frecuentes".


También hay que hablar de las personas que buscan productos de calidad "y quieren tener la seguridad de que van a consumir alimentos que no están manipulados con química ni contienen hormonas o antibióticos". Y, por último, "el consumidor que desconoce este mundo pero que entra a la tienda y pregunta con interés, porque quiere saber qué está comiendo y desea tener una alimentación más natural".Muchos ejemplos

En La Oliva (Pedro María Ric, 8), Elena Alcalá relata lo que ve y oye cada día desde que abrió su tienda ecológica hace año y medio. "Prácticamente todas las personas que vienen y prueban, casi siempre repiten; te dicen que se sienten mejor, que tienen más energía, pero además ponen mucho el acento en el sabor, en esas manzanas que no brillan tanto como otras pero que son más sabrosas".


En este tema, el de la presencia de los productos ecológicos, de tamaño menos uniforme y de escaso atractivo a la vista, Elena asegura que también se ha ganado mucho terreno: "En la selección que se hace en el campo, el agricultor ya trae la fruta más calibrada y las lechugas o la borraja no llevan tierra, como sucedía hace unos años". En cualquier caso, prosigue, "tenemos que dejar de acostumbrarnos a comer con la vista; la manzana o la naranja que brillan no es porque ese sea su color natural".


Lo que también ha cambiado alrededor de estos establecimientos es el modelo de negocio. Todo empezó de la inquietud de algunas familias concienciadas; a partir de ahí se crearon cooperativas de consumo; fueron creciendo las cestas ecológicas que se llenaban con lo que se cosechaba cada semana, y de ahí se han dado importantes saltos cualitativos.


Jesús Bayego, socio de La Natural (Paseo de Fernando el Católico, 9), explica que "la relación con los agricultores ha mejorado sustancialmente; ahora intentamos adaptar la oferta a la demanda para que ellos cultiven los que estimamos que vamos a vender". Además, prosigue, "cada vez se realizan más pedidos conjuntos con otras tiendas, lo que está contribuyendo a reducir el precio de venta al público". Algo que, a su juicio, ya se está empezando a notar: "A medida que aumente el consumo, los costes de producción y distribución se abaratarán todavía más".


En La Natural se hace muy evidente la evolución de estos establecimientos. Tiene 400 metros cuadrados y más de 2.000 referencias en las estanterías. No se han introducido los carros de compra, pero sí grandes cestas. Además, funciona el servicio de reparto a domicilio y una tarjeta de cliente. En fin, que se parece mucho a un supermercado tradicional porque, además, la oferta no solo se centra en la alimentación. "La demanda de productos ecológicos ha crecido alrededor de la cosmética y la higiene personal, desde pañales a todo tipo de cremas, protectores solares o para el maquillaje", explica Jesús. Y es que, al final, la piel lo absorbe todo "y mucha gente está apostando por propuestas más naturales".


SuperSano supone un paso más en este modelo. Esta cadena nacional de supermercados ecológicos abrió hace un mes su primer establecimiento en Zaragoza (Coso, 80). Ya cuenta con ocho en toda España, y sigue creciendo. Su objetivo: acercar el precio de estos productos al de los convencionales, apostando por una tarjeta descuento que garantiza un ahorro de entre el 10 y el 25%.


Donde también se está notando este impulso es en los barrios, con tiendas más pequeñas pero que ofrecen casi de todo. La Huertaza (c/ Jardines Aguilar de Ebro), en el Arrabal, es un buen ejemplo. Sus socios cuentan con una red de agricultores en Perdiguera, Movera, Tauste, Botorrita, Tarazona… "Primamos la proximidad, sobre todo en el caso de frutas y verduras, pero no siempre es posible; es un valor añadido en la línea de apostar por un consumo responsable a través del que, el productor, recibe un precio justo por el trabajo que realiza", explica Conchita Martínez.Una huella especial

El de la proximidad, precisamente, es uno más de los argumentos que giran alrededor de un concepto novedoso: la huella de carbono. Representa una forma de medir de qué manera contribuyen las entidades a ser socialmente responsables, a concienciarse en el fomento de unas prácticas más sostenibles.


En el caso de las empresas alimentarias, son muchas las que ya han iniciado el cálculo de su huella de carbono con el objetivo de desarrollar programas de reducción de emisiones. Además, al ser una certificación de producto, esta huella también puede ser utilizada en la propia etiqueta y servir de comunicación directa entre el productor y el consumidor. En fin, que lo ecológico está mucho más que de moda. Es una realidad imparable.


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