LOS LIBROS ROBADOS DE LA SEO

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Zaragoza, España, 1952: Un librero anticuario empieza a sustraer manuscritos e incunables de la biblioteca de la catedral de la Seo. New Haven, Estados Unidos, 1965: Especialistas de la Universidad de Yale presentan al mundo el Mapa de Vinlandia, datado en el siglo XV, que avalaba la tesis de que los vikingos llegaron a América antes que Colón. Glasgow, Escocia, 2018: John Paul Floyd publica el libro 'A Sorry Saga', en el que estudia el Mapa de Vinlandia y su procedencia. New Haven, Estados Unidos, 2021: La Universidad de Yale dictamina que el Mapa de Vinlandia es, definitivamente, falso. Aunque no lo parezca, todos estos sucesos están conectados: el Mapa de Vinlandia, la mayor falsificación histórica realizada hasta ahora, se hizo a partir de un manuscrito robado en la catedral zaragozana. La historia completa, en este especial:

CAPÍTULO I

El Mapa de Vinlandia se falsificó a partir de un manuscrito antiguo robado en la Seo de Zaragoza

Ni de la biblioteca de Colón ni de un castillo en Moravia ni de la colección de Perón. El origen del Mapa de Vinlandia –manuscrito que parecía avalar que los vikingos descubrieron América antes que Colón– está en la Seo de Zaragoza. Así lo ha establecido el estudioso escocés John Paul Floyd en su libro ‘A Sorry Saga’. Pero el mapa, que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Yale, es un fraude. "El pergamino en el que está dibujado es auténtico –asegura a HERALDO Paula Zyats, conservadora jefa adjunta de Colecciones Especiales–. Sin embargo, la tinta con la que se dibujó presenta titanio en todas sus partes. El mapa es falso pero está dibujado en un pergamino del siglo XV". Y es que el titanio, en la forma en que ha aparecido en el mapa, solo está en tintas del siglo XX.

En teoría se trataba de una copia del siglo XV de un mapa del XIII en el que se presentaba una tierra llamada Vinlandia. Según los textos del propio mapa, se había visitado ya en el siglo XI, lo que sugería que los europeos y/o vikingos habían descubierto América antes que Colón.

El mapa es un pergamino doblado en dos hojas. Mide 27,8 x 40 cm.

La pieza, posiblemente la falsificación más importante de la historia, tiene una estela novelesca. Para entenderla y comprobar su pasado ‘aragonés’ hay que remontarse a una mañana de octubre de 1957, cuando Larry Witten entró en la Universidad de Yale con una cartera. Había quedado con Thomas Marston, conservador de Literatura Medieval y Renacentista de la biblioteca, y Alexander Vietor, conservador de Mapas, para ofrecerles un manuscrito antiguo que podía interesarles. Witten era un virginiano de 31 años que tenía una tienda de antigüedades en New Haven y que, junto a su esposa, coleccionaba libros e instrumentos musicales antiguos. Los compraba y vendía. Lo que llevaba en la cartera era un manuscrito de 21 páginas, ‘Hystoria Tartarorum’, una copia de mediados del siglo XV de una obra que el monje polaco C. de Bridia había escrito en el siglo XII sobre la historia del Imperio Mongol en tiempos de Gengis Kan. En aquel momento no se conocía otra copia en todo el mundo y tenía el interés añadido de que lo acompañaba un mapa manuscrito que incluía una tierra al suroeste de Groenlandia, Vinlandia.

Los especialistas de Yale tenían ciertas dudas acerca de su autenticidad pero captaron la relevancia del documento: se trataba de la primera cartografía de América. No cuadraban cuestiones menores, como algunas desinencias latinas en el texto o la rara precisión del perfil de Groenlandia. Y había un argumento para sospechar: en algún momento el volumen había sido atacado por insectos bibliófagos y los agujeros que presentaba la ‘Hystoria Tartarorum’ no coincidían con los que mostraba el mapa.

Witten se guardó el libro. Y la cosa se hubiera quedado así, si no fuera porque llegó lo que en Yale se conoció luego como The Miracle (El milagro). La universidad compraba libros en Europa y, entre otros muchos encargos, solicitó a Witten un año más tarde que adquiriera un manuscrito, una parte del ‘Speculum historiale’, 240 páginas en latín en las que un monje dominico del siglo XIII, Vincent de Beauvais, recorre la historia de la humanidad desde Adán y Eva hasta el año 1254. Witten movió sus contactos en Londres y, cuando recibió ese libro, descubrió que la caligrafía, las medidas y las características generales del manuscrito coincidían con los del mapa y los de la ‘Hystoria Tartarorum’. Y no solo eso: si se colocaban primero el mapa, luego el ‘Speculum’ y finalmente la ‘Hystoria’, los agujeros de los bibliófagos coincidían con exactitud. Yale pidió a uno de sus benefactores, Paul Mellon, que comprara las tres obras, que presentó públicamente en 1965 junto a un libro que recogía los estudios realizados. El momento era muy oportuno porque apenas cinco años antes habían empezado las excavaciones en la Ensenada de las Medusas de Terranova, al noreste de Canadá, y se habían descubierto allí vestigios vikingos. La arqueología parecía verse confirmada con evidencias documentales.

Pero hace poco más de un año, en octubre de 2021, la Universidad de Yale emitió un comunicado que no tuvo la repercusión esperada porque el mundo estaba aún bajo los efectos de la pandemia: "Los análisis desvelan el secreto del Mapa de Vinlandia: es falso". Se cerraban así décadas de estudios en las que la pieza ha concitado tantas dudas razonables como defensas entusiastas.

Un librero de origen italiano

Pero la ‘Hystoria Tartarorum’ y el ‘Speculum historiale’ son auténticos y estaban encuadernados junto a las hojas en blanco en las que se falsificó el mapa. ¿Cuál es la procedencia de ese volumen? Witten, que falleció en 1995, nunca se mostró claro cuando se le preguntó al respecto, incluso incurrió en contradicciones. En segundo plano siempre hubo un hilo sólido del que tirar: se sabía que Witten estuvo comprando libros a Enzo Ferrajoli, italiano instalado en Barcelona que a principios de los años 60 del pasado siglo fue el principal acusado del expolio de los libros de la Seo, en el que desaparecieron casi 600 valiosos ejemplares. Cuando se le expuso esta teoría, Witten la rechazó con argumentos contundentes: Ferrajoli compraba libros por todo el mundo, no existía la más mínima prueba de que el volumen hubiera estado alguna vez en Zaragoza, y en la lista que el Cabildo hizo con los ejemplares que faltaban en su biblioteca no aparecía ninguna de las dos obras.

Speculum
‘Speculum historiale’
Heraldo.es

El asunto parecía zanjado, aunque algunos de los que se han acercado al tema después también han mencionado el posible origen ‘zaragozano’ de los documentos. En 2004, un documental sobre el Mapa, cuyos responsables se desplazaron a la capital aragonesa para investigar, concluía que "no existen pruebas de que los manuscritos hayan estado nunca aquí".

Pero no es así. La clave la tenía un apasionado investigador escocés, John Paul Floyd, que se interesó por el tema tras coger casualmente un libro en la biblioteca y enseguida encontró una conexión entre el mapa y Zaragoza. En 2018, y tras siete años de intensa y exhaustiva investigación, publicó ‘A Sorry Saga’ (Una triste saga), libro que no ha merecido la atención debida. El pasado octubre especialistas de Yale mantuvieron un encuentro digital con Floyd en el que respaldaron todas sus pesquisas.

"Buscando en internet, encontré el catálogo de una exposición del siglo XIX en el que constaba que la biblioteca de la Seo había prestado un volumen con el ‘Speculum Historiale’ y la ‘Hystoria Tartarorum’ –relata Floyd a HERALDO–. El catálogo demostraba que procedían de la biblioteca de la catedral de la Seo. Fue emocionante porque hasta ese momento no se sabía nada de estos manuscritos antes de 1957 y, cuando aparecieron en Yale, se ignoraba su procedencia".

La publicación que descubrió Floyd es el ‘Catálogo general de la Exposición Hispano-Europea’, organizada por España entre 1892 y 1893 por el IV Centenario del Descubrimiento. La muestra se celebró en la Biblioteca Nacional y la Seo zaragozana fue especialmente generosa: envió a Madrid las 65 piezas más destacadas de los tesoros catedralicios, desde la naveta gótica en forma de carabela al olifante de Gastón de Bearn. En la página 232 del catálogo, entrada número 53, se lee: "Vincentius bellvacensis. ‘Speculum naturale, doctrinale, morale, historiale’. El presente volumen contiene, de esta célebre enciclopedia de Vicente de Beauvais, solamente los libros 21 a 24 de la tercera parte del ‘Speculum historiale’. Al fin se ha añadido un tratadito intitulado ‘Historia Tartarorum’, dedicado por el autor Fr. C. de Bridia, al R. P. Fr. Bogardio, ministro de los franciscanos en Bohemia y Polonia. Manuscrito, a dos columnas, letra del siglo XV, las cubiertas de cada cuaderno en vitela y lo demás en papel, los epígrafes en tinta roja, el lugar de las iniciales en blanco. Consta de 251 hojas. La ‘Historia Tartarorum’, acaba de esta manera: “actum ab incarnatione domini MCCXLVII tertio kalendas augusti”. Folio, encuadernado en tabla forrada de cuero labrado". El mismo volumen que Yale presentó en 1965, que contiene el falso mapa y que conserva aún hoy.

CAPÍTULO II

Los ladrones se llevaron de la Seo más de los 583 libros reconocidos oficialmente

Un día de 1957, José Goñi, canónigo archivero de la catedral de Pamplona, hizo un descubrimiento enojoso: se le había velado parte de un carrete de fotografías que había tomado en Zaragoza. Goñi se había comprometido a ayudar a un profesor alemán en su investigación y había viajado a la capital aragonesa para fotografíar un manuscrito de la biblioteca de la Seo. Se veía obligado a repetir el viaje y, semanas después, se encontró con la sorpresa de su vida: el libro había desaparecido y ni siquiera quedaba testimonio de que alguna vez hubiera estado allí.

Este episodio fue uno de los motivos, no el único, de que saliera a la luz uno de los expolios bibliográficos más importantes de Europa, el llamado ‘robo de los manuscritos de la Seo’. Del caso se han ocupado investigadores como Eloy Fernández Clemente (‘Andalán’, 1 de octubre de 1985, consultable en la Biblioteca Virtual de Aragón), Antonio Gascón Ricao (serhistorico.net) y más recientemente John Paul Floyd (en ‘A Sorry Saga’). Todos han aportado información importante, aunque hoy, 60 años después de la sentencia con la que se quiso cerrar el caso, quedan muchas zonas oscuras.

El expolio, liderado por el italiano Enzo Ferrajoli, se remonta a la década de los años 50 del siglo XX

La columna vertebral de todo es el encuentro, presumiblemente a mediados de 1952, del italiano Enzo Ferrajoli y la biblioteca de la catedral. Ferrajoli era un importante librero anticuario barcelonés, un apuesto napolitano que había llegado a España como voluntario para luchar con las tropas de Franco y que luego decidió quedarse. Tenía un relevante papel social en la capital catalana, en parte por méritos propios y en parte porque había contraído matrimonio con la hija de un destacado miembro de la burguesía local.

Se ignora por qué Ferrajoli puso sus ojos en Zaragoza, aunque se sabe que, acabada la Guerra Civil, estuvo en la ceremonia de la primera piedra del Sacrario Militare Italiano del actual paseo de Cuéllar. En el juicio posterior aseguraría que libros procedentes de la biblioteca catedralicia estaban llegando al mercado anticuario desde principios del siglo XX. Quizá eso le atrajo a la capital aragonesa. "Hay testimonios de los años 20 que describen el 'lamentable estado' de la biblioteca –apunta John Paul Floyd–. Está claro que las condiciones eran caóticas, y no es de extrañar que algunos libros desaparecieran antes. Pero el expolio a gran escala fue en los años 50".

Marzo de 1961: llega la Policía

Ferrajoli se encontró con una biblioteca falta de medios (el país aún arrastraba las penurias de posguerra), mal organizada y sin un control de acceso razonable. Hoy estas cuestiones resultan escandalosas porque las medidas son estrictas, pero seguramente cualquier biblioteca catedralicia española de la época se encontraba en situación muy parecida.

Páginas pertenecientes a dos de los manuscritos desaparecidos en la Seo de Zaragoza y actualmente en Estados Unidos.
Páginas pertenecientes a dos de los manuscritos desaparecidos en la Seo de Zaragoza y actualmente en Estados Unidos.
Universidad de Yale

El librero italocatalán empezó a visitar con frecuencia Zaragoza, alojándose en el Gran Hotel y ganándose la confianza del responsable de la biblioteca, Leandro Aína, y de su secretario, Salvador Torrijos. Les envolvió en sus agasajos, alardeaba de sus relaciones en el Vaticano... Empezó entregándoles dinero para celebrar misas por su suegro y acabó empujándolos a la tentación: diez mil pesetas por tres libros que estaban repetidos en la biblioteca: un tomo de los ‘Anales’ de Zurita, los ‘Anales’ de Argensola y la ‘Relación histórica del viaje a América Meridional’ de Jorge Juan y Ulloa. Así, según se vio en el juicio, empezó todo.

Las transacciones continuaron, con lotes cada vez mayores y piezas más importantes, hasta que el 17 de marzo de 1961 Ferrajoli fue detenido en Barcelona y la Policía se incautó en su casa de algunos libros procedentes de la Seo, encuadernaciones sueltas y numerosa documentación. Ingresó al día siguiente en la cárcel de Torrero a la espera de juicio, al igual que Jerónimo Sebastián, portero de la biblioteca, que durante un tiempo se ocupó de ayudar a Ferrajoli a transportar los libros al Gran Hotel. Los religiosos involucrados en el caso, en virtud del Concordato con la Santa Sede, fueron confinados en sendos conventos.

Asunto espinoso fue calcular el volumen de lo robado. Porque los involucrados habían tomado precauciones, cubriendo los huecos dejados en las estanterías con volúmenes menos valiosos que los que desaparecían, cambiando encuadernaciones y, sobre todo, eliminando las correspondientes tarjetas del fichero general. La figura clave en el proceso fue Pascual Galindo, canónigo que en los años previos, durante la Guerra Civil, había elaborado un inventario de las obras más valiosas de la biblioteca. Y tenía copia. Antes del juicio, Galindo se había dado cuenta del expolio, había informado de él al arzobispo Casimiro Morcillo y le había convencido de la necesidad de formar un tribunal eclesiástico que se ocupara de esclarecer el caso sin escándalo. Pero la dimensión de lo ocurrido era tan grande que finalmente intervino la justicia ordinaria.

Un testigo llamado Jordi Pujol

Galindo cotejó sus fichas con las existencias reales de la biblioteca y dio a la imprenta la lista de lo que faltaba. Publicó ‘Manuscritos, incunables y raros’, un librito que es un enigma en sí mismo: en sus páginas no se indica el autor, el origen o la finalidad de la lista de libros allí recogidos. Al parecer, se envió un ejemplar a cada institución que pudiera haber comprado libros procedentes de la Seo para reclamárselos. En sus páginas, Galindo describe 107 manuscritos, 180 incunables y 278 libros raros, impresos después de 1500. En total, 565 ejemplares: dos más de los que se citan en algunas fuentes y 18 menos de la cifra que se manejó durante el juicio (en las sesiones se hablaba de 583 volúmenes con 761 obras diferentes encuadernadas en ellos). Para acabar de complicar la cosa, John Paul Floyd, en fuentes que hasta ahora no se habían manejado, ha encontrado más libros desaparecidos (entre otros, los vinculados al Mapa de Vinlandia), por lo que las cifras oficiales son cortas para evaluar lo robado. En el juicio, sin embargo, solo se acusó a los implicados de la desaparición de 110 volúmenes.

"La explicación puede estar en el hecho de que al principio Ferrajoli admitió la compraventa de solo un centenar de libros de la Seo –señala Floyd–. Quizás al fiscal le resultó más fácil basar su caso en esta confesión, que intentar demostrar todo lo demás".

Páginas de dos de los manuscritos latinos desaparecidos de la Seo y que se conservan hoy en Estados Unidos.
Páginas de dos de los manuscritos latinos desaparecidos de la Seo y que se conservan hoy en Estados Unidos.
Heraldo.es

El juicio se celebró a puerta cerrada. Como anécdota cabe señalar que la defensa llamó a declarar a un ex-preso que durante su estancia en la cárcel de Torrero había fraguado cierta amistad con Sebastián y Ferrajoli: Jordi Pujol, el que luego sería presidente de la Generalitat. La sentencia se emitió el 13 de octubre de 1964. Ferrajoli fue condenado a 8 años y un día de cárcel; Leandro Aína y Salvador Torrijos, a 2 años, 4 meses y un día; y Jerónimo Sebastián a 4 años, 2 meses y 1 día. Ninguno cumplió su sentencia. Para cuando el Supremo las confirmó, el 3 de junio de 1967, Ferrajoli estaba hospitalizado, grave. Falleció el 27 de agosto de ese año. Los sacerdotes estuvieron unos meses en prisión y fueron indultados por el Gobierno, y el portero de la biblioteca recibió su indulto al año siguiente.

Mentiras y medias verdades

Buena parte de esta historia ya se conocía. Pero novedosa es la información que aporta John Paul Floyd en su libro sobre cómo se manejó el tema fuera de España, con documentos estrictamente confidenciales incluidos.

"Cuando el escándalo de los manuscritos griegos (un importante conjunto dentro de lo robado) saltó a los periódicos en 1964, la Universidad de Yale reconoció abiertamente que su biblioteca poseía material procedente de Zaragoza. No hubo intento de encubrimiento por parte de Yale", destaca. Pero no fue así en todos los casos. El British Museum, en cambio, ocultó a las autoridades españoles que había comprado piezas procedentes de la catedral zaragozana.

Lo que sorprende, años después, es lo relativamente rápido que se cerró todo: muerto por enfermedad el cerebro del expolio, el resto de los implicados recibió un indulto exprés de las autoridades franquistas. Se recuperaron unos ejemplares que se le encontraron a Ferrajoli y seis que había comprado de buena fe el bibliófilo zaragozano Enrique Aubá, absuelto en el juicio. El agregado cultural de la embajada española en Londres, Xavier de Salas, presionaba mucho a los responsables del British Museum pero le nombraron subdirector del Prado y regresó a España. Un nuevo arzobispo de Zaragoza, Pedro Cantero Cuadrado, clamó en las páginas del ‘Sunday Times’ londinense que quería "que los libros vuelvan ya", pero el suyo fue un grito en el vacío. Las autoridades españolas se olvidaron pronto del asunto y la arena del tiempo lo cubrió todo.

CAPÍTULO III

Tres universidades norteamericanas y dos británicas poseen libros robados en la Seo

¿Dónde acabaron los libros robados en la Seo? Para seguir su rastro, el mejor punto de partida es ‘Manuscritos, incunables, raros’, la lista del material desaparecido que el canónigo Pascual Galindo publicó en 1961 y se entregó a FBI, Interpol y Scotland Yard. Siguiendo el título del librito, cabe decir que los manuscritos antiguos son piezas únicas, que ni siquiera un mismo amanuense hacía dos copias idénticas de la misma obra y, por tanto, si se dispone de una descripción certera es relativamente fácil identificar uno de ellos allá donde esté. Más complicado resulta localizar los incunables, libros impresos antes de 1500; y todavía más los ‘raros’, aunque en algún caso la encuadernación que presenten pueda ofrecer alguna pista.

La biblioteca de la Seo era rica en muchos sentidos. Tenía, por ejemplo, 41 manuscritos griegos, un conjunto de excepcional riqueza del que solo conserva ahora 19. Su destino final ha ido aflorando en las últimas décadas gracias a los libros y artículos de especialistas. Ángel Escobar Chico, de la Universidad de Zaragoza, publicó años atrás ‘Codices Caesaraugustani Graeci’ (Institución Fernando el Católico), un estudio en el que se ocupa preferentemente de los manuscritos griegos que aún conserva la Seo. Pero no se ha hecho una investigación en profundidad sobre dónde han acabado las obras desaparecidas. John Paul Floyd es el que más ha avanzado en ese camino, en su libro ‘A Sorry Saga’, aunque su objetivo era el Mapa de Vinlandia y no específicamente los libros de la Seo.

Las bibliotecas de Yale tienen 40 obras, entre ellas 17 rarísimos manuscritos en griego

El estudioso ha buceado en publicaciones de todo tipo para rastrear las piezas robadas. Y las ha encontrado en las bibliotecas de las universidades norteamericanas de Yale, Duke y Pensilvania, en las británicas de Oxford y Cambridge y en la British Library.

Y en bibliotecas a las que difícilmente se podría pensar que podían llegar, como la Bartolomé March y la abadía de Montserrat, en España, o el Instituto Pontificio de Estudios Medievales de Toronto.

En total, poco más de 60 volúmenes, una pequeña proporción de lo que oficialmente consta como robado.

Por seguir con los manuscritos griegos, según John Paul Floyd, de los 22 que fueron robados en Zaragoza, 17 están hoy en la ciudad norteamericana de New Haven. Catorce de ellos se conservan en la Biblioteca Beinecke y tres en la Biblioteca Médica de Yale. Uno de los de Beinecke contenía dos obras, que se desgajaron, y ahora son dos volúmenes distintos.

"Todos los manuscritos griegos que faltan en Zaragoza están localizados, salvo uno -asegura el estudioso escocés-. Y, si en algún momento volviera a estar en el mercado, podría ser fácilmente identificado. El destino de los manuscritos griegos de La Seo creo que está bien documentado en libros y artículos eruditos, y mi libro no contiene novedades sobre ello, aunque me he esforzado por elaborar un relato legible a partir de las fuentes disponibles".

De Zaragoza a New Haven

Por los manuscritos en latín, en cambio, muy pocos especialistas se han interesado. "Comparativamente, los investigadores los han descuidado, y para mí ha resultado sorprendentemente fácil, mediante sencillas búsquedas de internet, identificar por primera vez algunos que faltaban. Pero también he invertido muchas horas consultando registros de subastas y catálogos de libreros. Algunos de los manuscritos latinos que actualmente resultan ilocalizables deberían poder identificarse en un futuro a partir de las descripciones que ya poseemos".

Aunque los libros se dispersaron por todo el mundo, los canales fueron muy limitados y todos partían de Enzo Ferrajoli. La ruta tenía las siguientes etapas: Zaragoza, Barcelona, Ginebra, Londres, New Haven. Y aunque en cada una de ellas se quedaban algunos ejemplares (incluso en Zaragoza el bibliófilo Enrique Aubá hizo alguna compra de buena fe), el grueso de lo robado acabó en Estados Unidos.

John Paul Floyd ha identificado tres ramas a partir de ese tronco principal que era Ferrajoli: la casa de subastas Nicolas Rauch de Ginebra y los libreros Irving Davis, de Londres, y Laurence Witten, de New Haven, Estados Unidos.

"Otros establecimientos que también vendieron libros procedentes de Zaragoza, como C.A. Stonehill, Inc. de New Haven o Dawsons of Pall Mall de Londres, los habían adquirido previamente a Davis", señala el investigador.

Repasar la lista de Pascual Galindo sirve para constatar la riqueza de las joyas perdidas. Entre las piezas a las que se les ha perdido la pista hay muchas curiosidades, como el manuscrito de una traducción al catalán del ‘Libro de las Medicinas Simples’, de Alfaquim Abenhuesim, farmacéutico toledano del siglo XI.

Un manuscrito en aragonés

En el comercio bibliófilo hay un viejo aforismo que dice que "los libros tienen pies", y con él se quiere expresar que, cuando salen al mercado, pueden moverse mucho. Este es el caso, por ejemplo, de una obra a la que no ha podido finalmente ‘cazar’ John Paul Lloyd y que es de especial relevancia para Aragón.

Se trata de un manuscrito de los ‘Actos de Corte y Ordenaciones’, al parecer en aragonés, escrito por Luis Díaz Daux, señor de Sisamón y fechado en 1505. Fue adquirido en los años 50 por Peter e Irene Ludwig para su colección en Colonia. En 1983 una parte de sus manuscritos se vendió al J. Paul Getty Museum de Malibú, California, donde permaneció durante 14 años. Sin embargo, en 1997 el Getty decidió desprenderse de la pieza y la vendió a un librero alemán. Al parecer, la conservó durante tres años, hasta que en 2000 salió a subasta en Sotheby’s, donde fue adjudicada a un coleccionista anónimo. Él disfrutará ahora en su casa de ese singular testimonio histórico en una lengua romance que, quienes la vieron, consideraron como aragonés.

Raymond Clemens: "Devolveremos los manuscritos que Zaragoza nos reclame"

En el último Columbus Day, del pasado octubre, la Biblioteca Beinecke, donde la Universidad de Yale custodia sus manuscritos y libros raros, celebró un encuentro online en el que quiso exponer al mundo todas las claves del Mapa de Vinlandia. De los estudios y análisis técnicos realizados al pergamino hablaron Richard Hark, especialista del Instituto de Conservación del Patrimonio Cultural de Yale; Paula Zyats, conservadora jefa adjunta de Colecciones Especiales; y Raymond Clemens, conservador de Libros Antiguos y Manuscritos de la Biblioteca. El apartado histórico recayó en el escocés John Paul Floyd.

[21:17] Mariano Garcia Cantarero
Raymond Clemens, en un ‘pantallazo’ del vídeo’, con los subtítulos automáticos activados. youtube
Raymond Clemens, en un ‘pantallazo’ del vídeo’, con los subtítulos automáticos activados.
Raymond Clemens, en un ‘pantallazo’ del vídeo’, con los subtítulos automáticos activados.
Youtube
El conservador de la Biblioteca Beinecke de Yale se muestra dispuesto en un vídeo a ‘repatriar’ los volúmenes comprados tras el robo

El encuentro, de casi dos horas y consultable en Youtube, buscaba mostrar al espectador "cómo la historia y la ciencia pueden trabajar juntas para llegar a una idéntica conclusión sobre la autenticidad del Mapa de Vinlandia". John Paul Floyd expuso, sintetizada, toda la investigación recogida en su libro. En el encuentro quedó claro que Yale no alberga dudas de que el mapa procede de un manuscrito robado en la catedral de la Seo.

El encuentro se cerraba con un turno de preguntas del público (el canal de Youtube de la biblioteca tiene más de 2.000 seguidores en todo el mundo). Y en torno a una hora y 33 minutos después de iniciado, la moderadora tomó la palabra para decir: "Ray Lurie nos pregunta que, dado que el manuscrito fue robado de la biblioteca de la catedral de Zaragoza, ¿existe algún plan para devolverlo?".

La cuestión fue respondida de inmediato por Raymond Clemens: "Yale se toma con toda seriedad los problemas acerca de la procedencia de nuestras colecciones y la conexión con Zaragoza es conocida desde hace un tiempo (...). Devolveremos cualquier manuscrito que Zaragoza nos reclame".

La afirmación tiene una importancia capital porque el delito de robo prescribió décadas atrás, y que los libros vuelvan a la biblioteca de la catedral depende únicamente de la buena fe de sus actuales poseedores. Por lo que se sabe hasta ahora, Yale es de momento la institución que atesora mayor número de obras robadas, 40 manuscritos, un tesoro de incalculable valor cultural y económico.

La prestigiosa universidad norteamericana suele ser muy escrupulosa en estos temas. Hace ahora 10 años devolvió a Perú más de 46.000 piezas de Machu Picchu que habían sido extraídas allí por el estadounidense Hiram Bingham.

CAPÍTULO IV

John Paul Floyd: "El caso de los libros de la Seo es aún un misterio tentador"

John Paul Floyd, a la puerta de su casa y con un ejemplar de su libro en las manos.
John Paul Floyd, a la puerta de su casa y con un ejemplar de su libro en las manos.
H. A.
"Sería un gesto maravilloso que los volúmenes se devolvieran después de tantos años. Si se establecen relaciones de confianza, creo que se podrían obtener resultados positivos"

Licenciado en Metalurgia por la Universidad de Strathclyde, llegó al famoso Mapa de Vinlandia (y a la Seo) por casualidad, por un libro que tomó al azar en la biblioteca.

¿Cómo definiría el robo de manuscritos y libros de la Seo?
Es una historia que deja en mal lugar a personas, profesionales e instituciones supuestamente inspiradas por el amor a los libros y su historia. Aunque el asunto es sórdido -una historia de robo y codicia- no se puede negar que el caso tiene elementos dramáticos que lo elevan por encima de lo ordinario. Las localizaciones y la época le dan incluso un toque romántico. Y sigue siendo un misterio tentador en muchos aspectos. Mi libro trata el caso desde la perspectiva limitada del Mapa de Vinlandia. Probablemente nunca tendremos la historia completa, pero aún queda material por desenterrar en archivos de todo el mundo.

Usted ha localizado varios libros de la catedral que no aparecen en el inventario que se hizo de lo robado. ¿Cómo lo explica?
Es difícil saber qué conclusiones se pueden sacar, si es que se puede sacar alguna. El inventario se basaba en fichas de un catálogo realizado en 1937 y 1938. Por lo tanto, la lógica podría sugerir que los manuscritos en cuestión no figuran en la lista de los robados porque desaparecieron antes de 1937-38. Sin embargo, esta lógica se rompe en el caso de un manuscrito catalán que también falta, que no tiene entrada en el inventario aunque sabemos que estaba en la Seo después de 1938.

Ferrajoli, el librero condenado por el caso, afirmó que los robos habían comenzado antes. ¿Lo cree?Hay testimonios de los años veinte que describen el "lamentable estado" de la biblioteca de la catedral en aquellos días. Está claro que las condiciones eran caóticas, y no es de extrañar que se sustrajeran libros y no se devolvieran. Pero el robo a gran escala llegó después, en la década de los 50.

Ferrajoli aseguraba que los compró legalmente. Incluso que tenía recibos.No creo que Ferrajoli fuera tan ingenuo como para pensar que era legal lo que hacía. Sabemos que colocó ex libris falsos en los libros y que los sacó de contrabando de España. No creo que los sacerdotes supieran de la retirada de la mitad de la colección de manuscritos griegos de la Seo, por ejemplo. Si lo supieran, ¿habrían sido tan tontos como para implicarse por escrito?

¿Por qué una parte importante de lo robado acabó en Yale?La mayoría de los manuscritos griegos de Yale se adquirieron en una sola compra, en 1957, a la empresa librera C.A. Stonehill, Inc., que tenía un acuerdo financiero con Davis & Orioli de Londres. C.A. Stonehill, Inc. tenía su sede en New Haven y, por tanto, estaba cerca de Yale. Laurence Witten, amigo de Ferrajoli, también tenía su sede en la localidad. Witten vendía el material de Ferrajoli directamente a las instituciones con las que tenía contactos, sobre todo Yale y la Universidad de Pensilvania. Witten también vendió material a su amigo, el coleccionista Thomas E. Marston. Marston trabajaba en la Biblioteca de la Universidad de Yale, y Yale adquirió la colección privada de manuscritos de Marston en 1962. Así es como se adquirieron la mayoría de los manuscritos latinos zaragozanos de Yale. En realidad, todo se realizó a través de un reducido número de conexiones.

¿Se localizarán más manuscritos y libros robados?Los libros impresos están seguramente muy dispersos y, por desgracia, en la mayoría de los casos será imposible identificarlos como procedentes de la Seo. Los manuscritos griegos están todos contabilizados, salvo uno. Si vuelve a aparecer en el mercado será reconocido. Algunos manuscritos latinos son actualmente ilocalizables pero deberían poder identificarse a partir de sus descripciones si alguna vez aparecieran.

¿La biblioteca de Yale dificultó la investigación?No. Cuando el escándalo de los manuscritos griegos saltó a los periódicos en 1964, el bibliotecario de la Universidad de Yale reconoció abiertamente que la biblioteca poseía material procedente de Zaragoza. Existe, por supuesto, la cuestión ética de si el material debería haber sido devuelto voluntariamente a la luz del descubrimiento de que había sido robado. Resulta inquietante observar que uno de los manuscritos griegos de la Seo en Yale fue adquirido en 1970, mucho después de que los robos de Zaragoza se hubieran hecho públicos.

¿Cree posible que lo robado vuelva a Zaragoza?Moralmente hablando creo que los libros y manuscritos pertenecen a Zaragoza. Las circunstancias que rodearon su sustracción de la biblioteca de la catedral son como mínimo muy sospechosas, y también parece seguro que el material fue sacado ilegalmente de España. Hoy en día, las grandes instituciones se toman mucho más en serio que antes las cuestiones éticas relacionadas con el patrimonio robado. Sería un gesto maravilloso que los volúmenes se devolvieran después de tantos años. Si se establecen relaciones de confianza, creo que se podrían obtener resultados positivos.

Todo este asunto del robo de los libros de la Seo ocupa solo unos cuantos capítulos de su libro. Su objetivo era el Mapa de Vinlandia. ¿Por qué se interesó por él?En la primavera de 2011 tomé al azar un libro de la estantería de una biblioteca universitaria. Era un volumen con las ponencias de la Conferencia sobre el Mapa de Vinlandia celebrada en 1966, un año después de que se anunciara el descubrimiento del mapa. Aquella tarde hice una búsqueda en internet y encontré un catálogo de una exposición del siglo XIX que hacía referencia a dos documentos relacionados con el mapa de Vinlandia: el ‘Speculum Historiale’ y la ‘Hystoria Tartarorum’. El catálogo demostraba que los documentos procedían de la biblioteca de la catedral de la Seo. Fue emocionante porque hasta entonces nadie había encontrado ninguna mención de la existencia de los documentos antes de 1957, y nadie sabía con certeza de dónde habían salido. Así comencé la investigación.

El estudio de Yale de 2021, que dictamina que es una falsificación, ¿es el definitivo?El dictamen acerca de su falsedad seguramente nunca será revocado. Pero hay aspectos que siguen sin resolverse y que aún pueden ser la base de futuros estudios.

¿Quién puede ser el autor del Mapa de Vinlandia? No muchos podrían hacer un trabajo así.No cabe duda de que el Mapa de Vinlandia fue inteligentemente concebido y hábilmente ejecutado. Sin embargo, cuanto más se estudian sus fuentes, menos impresionante parece. Por ejemplo, el trazado es muy tosco en comparación con los auténticos mapamundi medievales. El cartógrafo dominaba el latín, pero su reciclaje de palabras y frases tomadas de la ‘Relación tártara’ dista mucho de ser sutil. Hay errores cartográficos que los expertos no tardaron en detectar. Como falsificación, es más defectuosa de lo que la gente supone. Yo no trataría de minimizar los conocimientos necesarios para su elaboración, pero tampoco hay que exagerarlos. Y puede que haya sido una empresa de colaboración. Puede que un librero inteligente tuviera la idea inicial y compusiera las leyendas del mapa; puede que luego se contratara a un artista capaz de producirlo físicamente. Pero se ha sospechado erróneamente de demasiadas personas; al final, la identidad del falsificador sigue siendo un misterio.

El Arzobispado de Zaragoza dialogará con Yale para recuperar los manuscritos

El Cabildo catedralicio y el Arzobispado de Zaragoza van a iniciar de inmediato las gestiones y los contactos con la Universidad de Yale para explorar la posibilidad de que los manuscritos e incunables que conserva entre sus fondos, procedentes del famoso expolio de la biblioteca de la Seo en los años 50 del siglo pasado, vuelvan a la capital aragonesa.

"Soy zaragozano y en mi casa siempre se ha respirado un gran ambiente cultural -relataba ayer el arzobispo, Carlos Escribano-. Por eso recuerdo haber oído hablar de este tema cuando yo era muy joven. Pero las últimas informaciones me han sorprendido por cuanto que desconocía el volumen y la importancia de lo que se robó en la biblioteca. Estamos hablando de obras, como es el caso de algunos manuscritos griegos, que son únicas en su género, y muchas de ellas tienen importancia mundial. Son testimonios culturales que nunca debían haber abandonado la biblioteca de la catedral y nuestro deber es hacer todo lo posible para que regresen".

Ha sido un investigador escocés, John Paul Floyd quien, al estudiar el famoso Mapa de Vinlandia, que pretendía confirmar que los vikingos habían descubierto América antes que Colón, no solo llegó a la conclusión de que el mapa es falso, sino de que había sido dibujado por manos expertas sobre unas páginas en blanco procedentes de uno de los volúmenes robados de la biblioteca de la Seo.

Ofrecimiento de devolución

Este caso se remonta a la década de los años 50 del siglo pasado, cuando un librero de origen italiano, Enzo Ferrajoli, expolió la biblioteca de algunas de sus joyas más destacadas, en connivencia con dos religiosos. Aunque las cifras difieren según la fuentes, en el juicio se estableció que el volumen de lo robado era de 583 volúmenes con 761 obras encuadernadas en ellos. Aunque no era el objetivo final de su investigación, John Paul Floyd investigó el destino final de los libros robados, y los encontró en las bibliotecas de tres universidades norteamericanas (Yale, Duke y Pensilvania), dos británicas (Oxford y Cambridge), la British Library, la Biblioteca Bartolomé March, el Instituto de Estudios Medievales de Toronto y la abadía de Montserrat.

En octubre pasado, en un encuentro digital organizado por la Beinecke Library de Yale, uno de sus responsables, Raymond Clemens, al hablar de la procedencia del Mapa de Vinlandia y de los robos de la Seo, aseguró que la institución estaba dispuesta a "devolver cualquier manuscrito que Zaragoza nos reclame".

Este martes, el arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano, recogía con satisfacción el ofrecimiento. "La idea que llevamos, desde que hemos leído esas declaraciones, es la de dar todos los pasos posibles para llegar a un entendimiento. Sé que el Cabildo, como máximo responsable de las catedrales, ha decidido ya tratar el asunto en su próxima reunión. Y la archidiócesis va a trabajar también para ver qué puede hacerse porque nuestra intención es llegar hasta donde se pueda para lograr que vuelvan".

El primer paso va a ser contar con asesoría legal, aunque en principio parezca una vía muerta. "Vamos a asesorarnos bien, obviamente, aunque parece claro que dado el tiempo transcurrido desde el robo, en torno a los 70 años, el tema ya ha prescrito -añadía el arzobispo zaragozano-. Sólo desde la buena fe, el entendimiento y la razón se podrá conseguir que esos manuscritos e incunables regresen a Zaragoza. Y en esos términos vamos a establecer los contactos y las conversaciones. Aportaremos la documentación que nos pidan. El ofrecimiento parece sincero y también hay precedentes, por parte de algunas instituciones donde han acabado los libros robados, de haber devuelto piezas a sus dueños legítimos".

Carlos Escribano subraya que un robo como el cometido el siglo pasado hoy sería imposible. "La conciencia social sobre la importancia del patrimonio histórico en las últimas décadas ha crecido mucho -aseguraba-. Y se ha invertido en medidas de seguridad, lo que desde hace tiempo se ve ya no como gasto sino como una magnífica inversión. Todo el mundo es consciente de que ese tipo de materiales debe ser consultado y estar al alcance de todos, y por eso se han extremado las medidas".

Textos: Mariano García. Fotografías: José Miguel Marco. Diseño e infografía: Víctor Meneses.