goya en heraldo (IV)

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Las exposiciones, locales o internacionales, las nuevas atribuciones, las descatalogaciones, o el proyecto frustrado de un Espacio Goya, han merecido artículos varios, de los que aquí intentaremos un breve, casi telegráfico resumen. A veces no ha faltado la crítica más directa.

La presencia del pintor en los 'sacos rotos'

He admirado y respetado al profesor Borrás por sus muchos desvelos culturales y universitarios a lo largo de estos años, pero tengo que reconocer que últimamente me tiene muy enfadado. El motivo es Goya y el enfado no sólo es con el profesor Borrás sino también con buena parte del estamento universitario, que, sobre el asunto que nos ocupa, se ha llamado andana cuando no otras cosas peores, y han dejado solos a los ‘atribucionistas’, ‘entusiastas’, ‘anecdotistas’ y a algún ingenuo periodista y sobre los cuales lanza sus dardos en el volumen ‘Goya’. Pero gracias a ellos, se ha conseguido, por ejemplo, restaurar el malparado patrimonio goyesco y revelar aspectos de sus ámbitos familiares y urbanos, tan desconocidos».

Otro talante tiene, aunque algo nostálgico, este ‘Cerca de Zaragoza’ (19-3-2002) sobre un espacio goyesco, la Torre de la Hacienda, o la Torraza, «una arruinada quinta que fue solar de familia de rancio abolengo, los Goicoechea. Juan Martín de Goicoechea fue mecenas y amigo de Goya, a quien invitó algunas veces a la finca, y sólo de pensar que don Francisco rondase por aquellas infinitas habitaciones, hoy vacías y abandonadas, me llena de emoción. Hasta creí ver en la decoración de las paredes del comedor -escenas de pesca, con ríos y puentes- la gracia pictórica del genio. Por haber, hay hasta una capilla, con cripta y todo, para enterramientos familiares. Los descendientes del último torrero de la quinta andan por allí de faena. Cuando salimos al exterior, nos detenemos a contemplar los restos del jardín de la torre, y no es difícil de imaginar lo que serían aquellas tardes de verano, cuando la familia Goicoechea y sus invitados (entre ellos el mismísimo Goya) tomaban la fresca bajo la sombra de los olmos».

En ‘Aún aprendo’ (1-6-2002) subrayo el lema del grabado goyesco como «el mejor plan de todos, las mejores Logse, LODE y LRU de todas».

En ‘Goya, allá y aquí’ (3-12-2002) hablo del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde hay cinco goyas. Son ‘Fiesta popular bajo el puente o fiesta popular’, ‘Escena de disciplinantes’, ‘Escena de guerra’ e ‘Incendio de un hospital’, cuatro obras de inquietante argumento y fascinante realización, datables por el estilo en los primeros años del XIX, a las que acompaña una pieza muy zaragozana: la ‘Aparición de San Isidoro al rey Fernando II el Santo ante los muros de Sevilla’, boceto del cuadro que honraba la iglesia de San Fernando de Torrero y que desapareció en la guerra de los Sitios. Y vuelto a Zaragoza, contemplo en la Aljafería el ‘Conde de Floridablanca’ en el que se autorretrata el pintor. El genio en casa emociona también. No es la primera vez que lo contemplamos en Zaragoza, como se dice: estuvo aquí en la exposición del Canal Imperial de Aragón, organizada por Ibercaja en 1985.

"¿Pero existió?"

Escribo de ‘Julián Gállego’ (10-4-2003), «el articulista más fecundo, el más continuo y fiel a Goya». Y me interrogo jocosamente ‘¿Pero existió Goya?’ (3-5-2003), ante la serie de descatalogaciones: el autorretrato del sombrero, el Marianito Goya, las Majas en el Balcón, del Coloso, la Lechera de Burdeos..., y hasta lo insinúan de las ‘Pinturas negras’.

«-¡Hombre! -dice Juan Palomo- queda toda la serie de grabados que es también, siguiendo tus palabras, lo más goyesco de lo goyesco...

-¿Te imaginas que ahora salen Juliett Wilson, Manuela Mena o el propio Junquera, y nos dicen que los grabados lo hizo la fámula de don Paco mientras cocía las acelgas?

-A este paso, no me extrañaría un pelo, porque no sé si te acuerdas de que le han quitado a Goya también las pechinas de Muel, Remolinos y Calatayud..., y dicen que las pintó su consuegro.

-Pero su consuegro, al menos, era pintor. Lo malo es que ahora resulta que las obras de un genio de la pintura como don Francisco eran capaces de hacerlas hijos legítimos, hijas ilegítimas, nietos y demás parentela. A ver si va a resultar que don Francisco no era tal genio y que fue una invención de los franceses por aquello que dicen que Goya era afrancesado y como son tan chovinistas ellos...

-¡Ahora me explico por qué en Aragón hay tan poco interés por hacer el Espacio Goya! Total, para cuatro cosillas que pintó...».

En ‘Goya, de nuevo’ (31-7-2003) hablo de la restauración en el Pilar de los frescos del coreto, ‘Adoración del Nombre de Dios por los Ángeles’, llevada a cabo por Barboza-Grasa, y de una curiosidad, la identificación por un catedrático de la Complutense del personaje central, o cuasi, de los ‘Fusilamientos’, el que aparece, como un fantástico borrón, con camisa blanca, pantalón amarillo y los ojos desorbitados por un espanto que no le impide el arrojo torero ante la muerte. Se trata, según ese especialista, de un individuo leridano, famoso en su época por sus hazañas contra los franceses, y de profesión cantero.

En ‘Vergüenza goyesca’ (7-8- 2003) me pongo otra vez enfadoso por la tardanza en la reparación de unas goteras en la gran cúpula goyesca del Pilar: «Somos increíbles. Los aragoneses, digo. Hay un problema, y muy grave, con la gran pintura de Goya en el Pilar, la cúpula ‘Regina Martyrum’, y después de cinco años de detectarlo, tenemos el valor de decir (ayer se decía) que estamos en los “estudios previos”. Pues como tengamos la misma diligencia con el mejillón-cebra ya nos podemos considerar invadidos: saldrán los mejillones hasta por el grifo».

La 'G' de Goya en la muralla romana
La 'G' de Goya en la muralla romana
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El trazo de Goya en la muralla romana

Sobre un curioso testimonio goyesco trataban ‘Salomón y Goya’ y ‘G de Goya’: la huella de Goya puesta sobre un muro, sobre una piedra de la ciudad. «Porque allí, en el centro de una de las viejas piedras sillares de nuestra romana muralla, está la G, la G de Goya, grabada en la piedra con rasgos indelebles. Me acerco como ante una aparición, compruebo que, efectivamente, es la grafía de don Francisco, punto por punto, y me quedo en suspenso.

-Bueno, qué, qué tienes que decir -me pregunta ansioso el señor De A.

-Que no tengo palabras.

-¿Es la G de Goya?

-Es la G de Goya.

-¿Y?

-Que necesito también el carbono-14.

-¿Y?

-Que ‘si non e vero e ben trovato’.

-O sea, que...

Paso el dedo por la hendidura de la G y siento que una rara vibración me recorre todo el cuerpo.

Se busca su espacio y no se encuentra

En ‘Goya busca su Espacio’ (5-11-2003) vuelvo al asunto del Espacio Goya, para el que se propone como sede el palacio de Fuenclara. «Lo importante es decidir qué se quiere hacer con el Espacio, cuál debe ser su sentido, su objetivo, su función. Porque no se trata sólo de hacer un museo, de hacer un escaparate de nuestros goyas, que eso ya existe y no sirve para lo que se debe pretender. El Espacio debe ser algo más que un museo, o algo menos, no queramos despreciar a nada ni a nadie. El Espacio debe ser algo distinto, un foco de goyeidad (aunque suena raro), de imaginación, de cultura». Me puse trascendente: «Zaragoza tiene una deuda sustancial con Goya, con lo que representa para la humanidad su arte. Y hay que pagarla, ya, y tenemos que hacerlo nosotros. Pero, además, estamos seguros, los frutos de ese acto de justicia le serán devueltos a la ciudad al ciento por uno. Y de muchas maneras, no sólo económicas, no sólo turísticas, no sólo culturales. Se le devolverá en prestigio, en calidad, en modernidad, en cosmopolitismo, en acicate de futuro, en alegría. Si se sabe hacer bien, claro, si se hace un Espacio abierto al mensaje universal del propio arte del pintor, a la sintonía espiritual, libre y creadora de su arte. Que hereda muchos otros, que asume los venideros. Un Espacio para la nueva Zaragoza que queremos». E insistí en ‘Los Espacios de Goya’ (6-11-2003), en ‘Goyerías’ (7-11-2003) y en ‘Goyescas’ (11-11-2003).

En ‘El nieto de Goya o el quinto perro’ (30-11-2003) escribo: «Saura era el padre, Goya el abuelo. Al abuelo dedicó el nieto Mira su última obra, ese perro que asoma el hocico como en un acto último de curiosidad -agónica, unamunianamente agónica- ante la vida, ante la vida que se escapa, pero de la que aún se puede aprender. Ese perro era Goya -otro más de sus autorretratos-, y la calavera de ese perro se toca de sombrero goyesco en el autorretrato del nieto».

El Quijote según Goya

El ‘saco’ del 18 de marzo de 2005 se refiere al borrón goyesco del British Museum que representa a Don Quijote. Sentado frente a una mesa, con un libro en las manos, un perro famélico a los pies y en el aire una serie de figuras fantasmagóricas. La composición y figuración del dibujo recuerda inevitablemente uno de los más célebres grabados del genio de Fuendetodos: el que lleva la leyenda ‘El sueño de la razón produce monstruos’. «No sé si el borrón quijotesco es anterior o no al grabado (ya lo consultaré), ni, en consecuencia, quién inspiró a quién, pero está claro que, para Goya, Don Quijote es la encarnación de ese hombre eterno (el propio Goya se perfila en los rasgos del soñador del grabado) que, abandonado de la razón, crea monstruos, fantasmas, criaturas de la desbocada imaginación».

De ‘Chistera goyesca’ (4-2-2004): «Esto del Espacio Goya es como el conejo del mago. Un día le salta de las manos al delegado del Gobierno, que propone como sede el palacio Fuenclara, y otro sale de chistera menos identificada que apuesta por construirlo en la Artes y Oficios. Y con Moneo como maestro de la gala. Confieso que estoy algo confundido porque me gustaría que un tema tan serio encontrase un camino expedito, que se nos dijera que Gobierno aragonés y Ayuntamiento de Zaragoza, por ejemplo, cogen el toro por los cuernos, o el conejo por las patas, y que asumen el proyecto y lo ponen en marcha, contando con todas las instituciones que puedan aportar algo al asunto. Las posibles sedes también han ido surgiendo y sumergiéndose: el Dispensario de Ibercaja (con proyecto de Basilio Tobías), el palacio de Huarte (con su archivo provincial, que se quiso desalojar a toque de corneta), el propio Museo de Zaragoza (en su extensión de La Caridad), el Fuenclara... Y por proponerse, el Paraninfo, la Capitanía General, un edificio de nueva planta... La chistera goyesca vuelve a funcionar y sacamos un nuevo conejo».

De ‘Goya y Bélmez’ (11-3-2004): «Hace unos años trabé contacto con Juan Ignacio de Vega, un goyista interesado en descubrir firmas y enigmáticos rastros en las obras del pintor. Bajo el poderoso influjo de los rayos X o de los ultravioletas, una serie de entusiastas, con él a la cabeza, empezó a descubrir que por debajo de las pinceladas de Goya existía todo un cosmos de signos, avisos y mensajes dirigidos no se sabe muy bien a quién, tal vez al futuro, a la eternidad de su genio.

Yo siempre había puesto en duda la realidad de tales descubrimientos, aunque alguna vez la rotundidad de lo revelado tras el paso de la lámpara espectral era espectacular. Porque me decía que cómo se iba a entretener don Francisco, con lo ocupado que andaba entre encargos, embarazos, toros y majas, en esos jueguecitos. Que cuando uno quiere buscarle tres pies al gato, los encuentra.

Y de pronto, va el propio Museo del Prado y dice que bajo la falda de la condesa de Chinchón se ocultan dos rostros, y además de gente bien conocida: Godoy y el marqués de Villafranca. Es que el bueno de Goya parece ser que cuando le venía en gana se ponía a pintar en el primer lienzo que tenía a mano. Aunque también podríamos pensar, siguiendo la línea de los buscadores de jeroglíficos y enigmas, que todo tiene su intención, y que a lo mejor esas caras allí puestas, y otras que quizá no han salido, tienen un sentido que se nos escapa. La verdad es que se me hace muy poco probable que la angelical condesita fuera, por ejemplo, una liviana, capaz de meter bajo sus faldas a alguien más que a su marido, y que eso es lo que don Francisco hubiera querido significar de manera subrepticia. Pero dejemos que sean los hermeneutas de lo insólito o los parasicólogos del goyismo los que interpreten esas apariciones, que pueden dar tanto juego, si nos empeñamos, como las famosísimas caras de Bélmez».

Fragmento de un grabado de Goya sobre el Quijote.
Fragmento de un grabado de Goya sobre el Quijote.
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Vuelvo a insistir en mi tema favorito: ‘El Espacio Goya, otra vez’ (22-11-2004) y ‘Goya nos apoya’ (16-2-2005). En ‘Goya revisitado’ (17-3-2005) me refiero a la aparición del ‘Goya’ del crítico australiano Robert Hughes, al que doy las gracias por traer sensatez al desquiciado estado de cosas goyesco que padecemos. Sensatez y gracia, porque eso de ver parecido entre la maja de Goya y Cher es, además de cierto, gracioso. «En una cosa no estoy de acuerdo con Hughes, aunque la referencia periodística quizá es equívoca, o no la he interpretado bien. Dice que “el perro filósofo de Goya está tan lejos de su dueño como nosotros de Dios”. Yo creo que ese “perro filósofo”, que asoma su morro en una tierra yerma, es el propio Goya que, en esta última época de su vida, solo y sordo, ve el mundo lleno de desolación».

En ‘Vinieron los expertos’ (22-5-2005) ironizo sobre los tales, que vienen a decir lo que ya se ha dicho, y prosigo con ‘Wittgenstein y Goya’ (12-7-2005).

La sombra del pintor es alargada

Me detengo en el ‘Paseo con Angélica’ (24-3-2006): «Paseo por Zaragoza con Angélica Gorodischer, la escritora argentina. En la solapa de su libro ‘Trafalgar’ he leído que “su compañerito de juegos fue don Francisco de Goya y que pese a la diferencia de edades siempre se llevaron bien». No puedo resistir la tentación de preguntarle qué significa aquello.

Andamos calle de San Miguel abajo, porque, después de comer en el asador de Aranda un lechazo de muerte, le he prometido que le voy a enseñar el diablo más feo que existir pueda en el mundo. Y eso es algo a lo que Angélica no se resiste.

-¿Y cómo fue que don Francisco de Goya fue tu compañerito de juegos?

Angélica no se acuerda, al principio, de tal cosa.

-Ah, ya sé. Es que de niña tenía un libro con pinturas de Goya y me gustaban mucho. Sobre todo me llamaba la atención esa imagen de la duquesa de Alba, con una banda roja en la cintura y un perrito. Y una vez alguien me preguntó quiénes eran mis papás, y yo le dije que la duquesa de Alba y Flash Gordon. Porque también leía las aventuras de Flash Gordon…

-Pero Angélica, eso es fantástico, lo tengo que escribir.

Y llegamos a la puerta de San Miguel y allí está el arcángel con su espada flamígera, sometiendo al diablo, a sus pies, un diablo horrendo, con el cuerpo en una imposible torsión, sus piernas abiertas, enseñando una cola y un traseros impúdicos…

-En verdad es horrible…

Después, le digo que le quiero enseñar algo más, y cruzamos la plaza y la llevo ante una humilde casa de tres pisos donde en la tienda de abajo venden pollos a l’ast, y allí hay una placa que dice ‘Casa de Goya’. Y yo le digo, en esta casa vivió Goya, con sus padres. Y Angélica se emociona, y besa la fachada, y la vuelve a besar, y cuando llama a Goro, su marido, en Rosario, Argentina, le dice que ha estado en la casa de Goya, aquel amiguito de juegos de su infancia».

De ‘Picasso y Goya’ (3-7-2006): «Ver a un lado la ‘maja desnuda’ de Goya y al otro el ‘gran desnudo’ de Picasso nos enfrenta de modo insolente con el sentido irremediable de la evolución del gusto artístico. Aunque entre la maja goyesca y la Jacqueline picassiana apenas medie emocionalmente un guiño enamorado».

En ‘Goya en vano’ (21-07-2006) vuelvo al tema de la instalación del Espacio Goya en la Escuela de Artes y las protestas de alumnos y profesores.

En ‘Aoiz con Goyas’ (15-XI-2006) me hago eco de que en la mansión de los marqueses de Argamasilla de esta localidad navarra existen dos Goyas.

Vienen a continuación cuatro ‘sacos’ con el título ‘Disparates goyescos’ (31-1-2007 y 1, 2 y 3-2-2007) en torno a la exposición ‘Goya en el palacio de Sobradiel’, en el Museo de Zaragoza, de la que se dice que «se intenta dar un giro copernicano a una metodología de trabajo sobre el Goya joven», que Barboza-Grasa califican de desmesurado, además de incluir obras de baja calidad de epígonos goyescos.

Atribuciones

En ‘Microfirmas en ‘El Coloso’ (24-9-2008) cuento que Juan Ignacio de la Vega me envía su estudio de grafías sobre ‘El Coloso’, ya saben, esa genial obra de Goya que ahora dicen -la señora Mena- que no es obra de Goya. Por lo visto, en tiempos de Goya, había algún otro genio de la pintura, además del aragonés, y sin enterarnos.

‘Goya expulsa a los cartujos’ (11-7-2001) se refiere a que los cartujos de Aula Dei han abandonado el cenobio zaragozano porque la expectación por la obra de Goya les quita la serenidad requerida en el claustro.

Visitantes ante las pinturas de Aula Dei.
Visitantes ante las pinturas de Aula Dei.
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‘La sombra de Goya’ (7-11-2011) va de la película rodada por David Mauás sobre nuestro pintor. ‘Universitas y Goya’ (20-6-2016), del libro del profesor Leonardo Romero Tovar ‘Goya en las literaturas’. Más de 600 textos se consignan, aunque fue un aragonés, José Mor de Fuentes, quien abrió poéticamente la brecha. Hay mucha información, muchos descubrimientos y curiosidades en el libro.

‘Por fin, otro Goya’ (12-6-2017), el ‘redescubrimiento’ por el Prado de un cuadro de Goya que andaba en los fondos del Museo de Zaragoza, ‘El éxtasis de San Antonio Abad’. Y entrecomillo lo de ‘redescubierto’, porque Teresa Grasa y Carlos Barboza desde mucho tiempo atrás ya consideraban el cuadro como un Goya de su época veneciana y romana, y además de los mejores.

Teresa y Carlos expresan su deseo de que no transcurra otro cuarto de siglo para que el retrato de Pignatelli, propiedad del Canal Imperial de Aragón, sea analizado para su posible confirmación como el original pintado por Goya, otra atribución por la que llevan luchando también muchos años.

‘Un goyista enfadado’ (publicado con el título ‘Sonidos del bosque mágico’) (12-2-2018): el enfadado es Carlos Barboza por lo que ha visto en el Museo Goya (ex Camón Aznar), la exposición de los británicos Jake y Dinos Chapman, que han pintado encima del original de una edición de grabados de ‘Los desastres de la guerra’. Dice Carlos que lo de los Chapman «es un ataque a la obra original de Goya, al mismo nivel de lo que hizo una anciana de Borja sobre la obra de Elías García». Advierte que «si a más de un mediocre le da por repintar grabados de Goya, nos quedaremos sin estas obras de arte universal español». Se pregunta por qué no eligieron para su pintureo los grabados de Callot o de Hogarth. Y concluye nuestro goyista que esto no lo hacen porque saben que en sus países respectivos responden con fuerza a un desatino de tal calibre. «Pero en España, y en especial en Zaragoza, se les realiza una exposición a bombo y platillo… Goya pintó cómo destruyeron su ciudad las tropas francesas, pero los aragoneses de entonces les hicieron frente. Hoy unos ingleses destruyen su patrimonio y los reciben bajo palio con catálogos de lujo». Ahí queda eso.

En ‘Dalí, Goya y un dietario’ (22-4-2019) me refiero a la gran exposición sobre Dalí constituida con cuadro y medio del genio de Cadaqués y cómo esto nos debe enseñar para tener un Museo de Goya sin necesidad de tener muchos Goyas.

En fin, con ‘Incitaciones goyescas’ (4-1-2021) abría el año presente con un artículo que transcribiré en el último apartado de esta serie. Una incitación a seguir investigando y difundiendo la obra del genio de Fuendetodos. Goya siempre.

El genio inmarcesible, Goya siempre

Goya no ha estado presente en las páginas de HERALDO solamente en los aniversarios, en las páginas especiales de los ‘extras’ del Pilar o del suplemento ‘Artes y Letras’. Goya, con su permanente actualidad, con sus frecuentes exposiciones, con su bibliografía creciente, es noticia y comentario siempre.

En julio de 1971, bajo las siglas X. Y. Z. (pertenecientes a quien esto escribe), en la sección ‘Nuestro amigo el arte’, aparecían tres entregas sobre ‘Los goyas de San Fernando de Torrero’, derivadas del reportaje sobre esta iglesia zaragozana, trabajo en el que alertamos sobre el lamentable estado de abandono en que se encontraba dicho templo. Un grito de alarma que tuvo una inminente respuesta de las autoridades militares, responsables del edificio, que culminó con la restauración del mismo.

Recorte del último artículo de la serie publicado en HERALDO.
Recorte del último artículo de la serie publicado en HERALDO.
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De agosto del 72 son dos reportajes sobre los goyas del entonces Museo Provincial de Bellas Artes y sobre una insólita propuesta, que no se llegaría a realizar, aunque había sido planeada con toda decisión: el traslado de los goyas de Aula Dei a un museo de Zaragoza. Del primero es curioso destacar que en la entonces Sala Goya del Museo de Zaragoza se encontraban los retratos de Félix de Azara y de don José Cistué, ambos hoy propiedad de lbercaja y ausentes de dicho lugar. Del segundo, que trataba de un proyecto de Antonio Beltrán, entonces director del Museo, y autor de un libro sobre Goya en Zaragoza. De Beltrán es también el artículo ‘Goya, Zaragoza y el Pilar’ (17-10-1975).

Con 1978 entrábamos en el año del 150 aniversario de la muerte de Goya. Pero ya el 12 de enero, nuestro alter ego Braulio se enfrentaba al acontecimiento con un Goya como estímulo (dentro de la sección ‘Esquinas de la ciudad’), donde nada menos que proponía para la celebración: la creación de una casa-museo de Goya donde pudieran mostrarse, junto a las obras del autor, recuerdos de su vida y de su obra, y toda esa serie de documentos museables... (y la creación, bajo su nombre, de un museo de arte moderno). Como se ve, seguimos en las mismas. Pasada la fecha del aniversario (16 de abril), Braulio hacía un pequeño balance de actividades en su ‘Goya entre nosotros’. De ese mismo año son dos interesantes artículos de Dionisio Cueva sobre Goya y Calasanz (20-8) y ‘Goya y su última comunión de San José de Calasanz’ (26-11).

En marzo de 1980 Enrique Lafuente Ferrari vino a Zaragoza a hablarnos de los dibujos de Goya, que, según nos dijo, «son la parte más íntima, más personal de su obra». «Necesitamos sus dibujos -declaraba el profesor- para conocer el verdadero Goya, el Goya íntegro, el Goya íntimo». De marzo del 84 es un artículo de José Luis Gracia Mosteo sobre Goya, la música y la literatura, ‘Goya, en el espejo de la poesía’.

Atribuciones y apariciones

Más espectaculares fueron las declaraciones del profesor Rogelio Buendía, llegado a Zaragoza con motivo de un ciclo de conferencias organizado por el Museo Camón, a propósito de la exposición ‘El niño y la pintura en torno a Goya’, en diciembre del 84. Afirmó que las pechinas de la iglesia de San Juan de Calatayud eran de Goya. Era una primicia, pues el estudio se publicaría más tarde en la revista ‘Archivo del Arte Español’, en colaboración con Arnáiz, quien también escribiría sobre el acontecimiento en ‘Artes y Letras’. Las pechinas de Calatayud serían restauradas por Barboza-Grasa.

En noviembre del 85, Alfonso Pérez Sánchez, entonces director del Prado, nos anunciaba que el palacio de Villahermosa de Madrid podría convertirse en museo Goya. Era, al menos, su idea, que se desbarató por la no prevista creación del Thyssen, que tantos enfados le costó. En agosto del 86, César Pérez Gracia escribía sobre los goyas de Valencia.

Noviembre del 86 supuso un momento de alto voltaje goyesco con la inauguración en el Museo Camón Aznar de una exposición sobre el Goya joven, por sus atrevidas propuestas en un buen número de nuevas atribuciones. La dirección de Rogelio Buendía, catedrático de Historia del Arte de la Autónoma de Madrid, se notaba en esta muestra, en la que aparecían cuadros con ‘mano de Goya’ hasta ahora desconocidos. Su simple estancia en nuestra ciudad propició incluso la ‘aparición’ de diversos goyas, en el templo del Pilar y en la iglesia de San Felipe. La fiebre de nuevos goyas llegaba a unos momentos culminantes, de tan espectaculares efectos como las propias declaraciones del profesor Buendía (‘Opiniones contundentes’, 22-11): allí, por ejemplo, negaba que las pechinas de Remolinos fueran de Goya o se refería a las relaciones íntimas de Goya con Zapater, a las que niega carácter sexual, salvo en una ocasión en su época de colegiales, tal como «se demuestra en una carta».

El profesor José Milicua, participante en un ciclo de conferencias sobre el Goya joven, se mostraría más remiso ante los nuevos goyas, pero establecería una regla de oro ante la cuestión: «Un buen crítico se puede equivocar en la atribución, pero no en la calidad» (29-11). Julián Gállego, por su parte, señalaba respecto de la exposición que era «sugestiva, llena de hipótesis», y solo añadía que «estamos en un campo de gran interés, el del Goya joven, que conocemos mal, pero sobre el que hay que esperar, con calma y tiento, poco a poco, a llegar a saber más» (5-12). Discreto y sabio don Julián.

En mayo del 87, José Luis Castillo Puche, que vino a hablar de Hemingway, destacó la influencia goyesca en la obra del norteamericano, que lo tuvo como maestro supremo. «Era su modelo, su aspiración y ese ideal impulsó decididamente la escritura de Hemingway hacia una visión de lo profundo y lo esencial».

El 26 de noviembre del 88, Juan Domínguez Lasierra y Ricardo Centellas escriben sobre los goyas perdidos por Aragón (‘El otro exilio de Goya’), e insisten en el tema con ‘Goya, otros exilios’(4-12). Sobre la posibilidad de la venta del autorretrato de la colección de la marquesa de Zurgena se escribirá en diciembre del 88 y en febrero del 89. Abril y mayo del 89 mantendrán el interés sobre la exposición de Goya en Venecia, propiciada por el Ayuntamiento cesaraugustano. Informaciones de Luis Muñoz Lacasta, y un comentario crítico de Domínguez Lasierra (‘Goya nos salva’), sobre algunas improvisaciones detectadas en la organización, culminarán con esta muestra que inauguraría en la ciudad de los canales el entonces ministro de Cultura Jorge Semprún. Desde allí escribí que «La ciudad de Venecia se rindió a Goya».

Valor universal

El 23 de abril del 91 el Gobierno aragonés celebraba el Día de Aragón con la compra de un Goya, ‘Retrato de señora con mantilla’, que ocupa desde entonces la sala del pintor en el Museo de Zaragoza. A propósito de esta adquisición, Luis J. García Bandrés hacía algunas apreciaciones críticas e insistía en la idea de crear un centro dedicado a Goya, ofreciendo una relación de los goyas de Aragón (28-4). En 2007 (28-4), el crítico de arte Jaime Esaín documenta que esta mujer con mantilla es Leocadia Zorrilla, ama de llaves del pintor, madre de Rosario Weiss. De ahí saldría su libro ‘Rosario Weiss, la ahijada de Goya’.

En junio del 92 se inauguraba en la Lonja una gran exposición de obras de Goya, dirigida por Julián Gállego, donde podíamos contemplar a la exquisita condesa de Chinchón. Cincuenta y dos obras componían la exposición que se completaba con otras muestras, de dibujos y grabados, en el palacio de Argillo y el Torreón Fortea. ‘Goya, nuestro valor universal’ titulaba el editorial del periódico.