Podría decirse que el boxeo está en el ADN de Aragón, pues son varios los púgiles que han hecho historia en este deporte y han subido esta región a los cuadriláteros de medio mundo. Perico Fernández, Alfredo Evangelista, López Bueno o Eloy Iglesias son algunos de los nombres más relevantes del pasado y presente de una disciplina de contacto que sigue viva en la actualidad. Para conocer cómo ha cambiado en las últimas décadas, gracias a Hyundai, nos embarcamos en un viaje en el tiempo hacia los rings más emblemáticos de Aragón, descubriendo así auténticos ‘Caminos de Leyenda’.

Un deporte que lucha contra los estereotipos

López Bueno en su gimnasio.

Un buen gancho no solo se da con el puño. El boxeador debe activar todos los músculos de su cuerpo, desde el dedo gordo del pie hasta la última falange de la mano, para conseguir un golpe maestro”. El vicepresidente de la Federación Aragonesa de Boxeo, Alberto Navarro, presenta así un deporte en auge que ha estado durante décadas marcado por las primeras –y erróneas– impresiones. “El que piense que el boxeo es marginal y consiste solo en dar golpes violentos hasta el KO está muy equivocado, porque es mucho más. Requiere fuerza física, también mental, disciplina, agilidad, resistencia y, por supuesto, la capacidad de saber adelantarse a los movimientos futuros del contrincante. Es pura estrategia”, asegura Navarro, quien, además de practicar boxeo por placer, lo arbitra profesionalmente desde hace muchos años.

Navarro explica con vehemencia el deporte que ha marcado gran parte de su vida: de pequeño, antes de que la Ley del Menor prohibiese su presencia en los combates, disfrutó junto a su padre en directo de la despedida de Benito Escriche. Él lucha a diario, con el resto de miembros de la junta directiva de la federación, por acabar con los prejuicios injustos que acechan a una disciplina de contacto “en la que hay unas normas estrictas que hay que cumplir y que siempre velan por la salud del púgil”, asevera. Sabe de lo que habla y señala que cada vez más personas ven en el boxeo “un deporte completo, elegante y para todos los públicos”.

Lejos de relajarse, la agrupación aragonesa, amparada por el Consejo Superior de Deportes del Gobierno central, trabaja a diario por llevar este deporte olímpico hasta el último rincón de la Comunidad. “Impartimos cursos y seminarios de arbitraje y entrenamiento, Planes de Tecnificación para Menores de Dieciséis (PNTD), organizamos veladas amateur, vigilamos que se cumpla el reglamente dentro y fuera del cuadrilátero y promovemos la federación de todo el que lo practique”, explica. Añade que han triplicado el número de registros en los dos últimos años: “Ya somos aproximadamente 140; una barbaridad si se tiene en cuenta que en boxeo, al contrario que en otras prácticas de contacto, no es obligatorio federarse si uno no se dedica a ello de manera profesional”. Por eso, quieren que se diferencien las licencias de competidor y entrenamiento, para que la gente se anime a registrarse y pueda contabilizarse con facilidad el número de fieles a este deporte.

De izqda. a dcha.: la junta directiva de la Federación Aragonesa de Boxeo, uno de los seminarios organizados y el PNTD.

 

Luchando contra corriente, se han propuesto acercarlo a nuevos públicos. “Tiene muchas virtudes y ayuda a ponerse en forma, a adelgazar, a tonificar los músculos, a ganar fuerza o a disfrutar de una buena higiene postural”, indica el árbitro profesional, quien explica que la junta directiva se reúne “prácticamente cada semana para conseguir nuevas actividades que ayuden a lograr nuestros objetivos”. De hecho, el próximo 13 de mayo realizan el seminario interactivo llamado ‘Conoce el boxeo y sus reglas’ con el que, una vez más, pretenden desmontar tópicos y darlo a conocer.

Además de publicitar el boxeo como un deporte ideal para conseguir un estilo de vida saludable, Alberto Navarro reivindica el papel de la mujer en el boxeo del siglo XXI. “Hay muchas más chicas que hace una década y sus aptitudes para este deporte son tan buenas como las de un hombre”, asegura este experto, quien explica que es necesario entender que “son luchas diferentes pero ambas muy bonitas, pues el hombre pega más fuerte pero la mujer hace más intercambios de golpes”.

Para distinguir entre el boxeo del presente y el pasado, Navarro insiste en que los controles médicos a los que se someten los boxeadores son mucho más exhaustivos. Además, en el ring, “la primera función del árbitro es velar por la seguridad del púgil, así como la de cada entrenador y del propio deportista. Saben que suben a lanzar golpes y a recibirlos siguiendo un reglamento”, concluye este árbitro, quien trabaja bajo la premisa de que, “en el cuadrilátero, más vale un golpe de menos que de más”.

Para descubrir el presente del boxeo, hemos viajado con…

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cinturon Eloy
Fotografía de Raquel Labodía

“El boxeador siempre está preparado para recibir un gancho y sabe que ganará el mejor”

A los once años, su actividad y su nervio lo llevaron, de la mano de su madre, hasta el gimnasio donde vio por primera vez boxear. Aquel niño, encandilado por las imágenes de los púgiles que daban al saco sin descanso, no podía imaginarse que se convertiría en el presente de un deporte que por entonces ya había encontrado en Aragón grandes figuras, como la de Perico Fernández, Escriche o López Bueno. Hoy, el zaragozano Eloy Iglesias ya forma parte de la historia del boxeo. A sus 28 años es campeón de España en peso ligero, título que ganó en julio de 2016 contra Juan Carlos López, en Casetas y que revalidó seis meses después en La Cubierta de Leganés, frente a Pablo Fuego. Un sueño que desde pequeño le acompañaba y que, con mucho esfuerzo y constancia, ha logrado en menos de dos décadas.“Los viernes, mis amigos se quedaban jugando en la plaza de mi barrio, Santa Isabel. Yo solo podía estar un rato, porque después mi madre venía a recogerme para ir al gimnasio”, cuenta Iglesias, quien reconoce que le daba pena, porque entrenar nunca fue lo que más le gustó. Sin embargo, sabía que si quería alcanzar su meta debía trabajar duro dentro y fuera del cuadrilátero. Así, en solo cinco años, se convirtió en el aragonés más joven en formar parte del equipo olímpico de boxeo en la categoría de peso superligero, donde estuvo dos años participando en europeos y mundiales; y, como amateur, tenía a sus espaldas más de un centenar de veladas. Además, al cumplir la mayoría de edad se convirtió en el boxeador español más joven en poseer una licencia profesional. ¿El resultado? Dieciocho victorias con cuatro KO, cuatro derrotas y dos nulos. Entre los triunfos, el título nacional que aún mantiene, pero que prefiere no estirar mucho más, pues ya le ha dado todo lo que esperaba: cumplir su ilusión deportiva.

El campeón trabaja a diario en la empresa familiar, pues sabe que la vida de un deportista olímpico tiene fecha de caducidad y quiere devolverle a los suyos –a sus padres, hermanas y a su pareja, Marta– todo el apoyo y cariño que le han brindado a lo largo de este tiempo. Su rutina suena agotadora, pues comienza corriendo al punto de la mañana, continúa en la empresa y, tras una siesta para coger fuerzas, entrena dos o tres horas diarias. “La gente alucina cuando les digo que apenas duermo seis horas, pero es que me faltan minutos para hacerlo todo”, asegura, para añadir que, aunque le duela pensarlo, este es uno de los motivos por los que debe alejarse de la vida de boxeador que lleva ahora.

No obstante, este no es su adiós, pues su pasión por esta disciplina le va a acompañar siempre. De hecho, anuncia que, para todo el que quiera, va a organizar una ‘masterclass’ de tres horas  el próximo 12 de mayo, en el Pabellón Salesianos de la capital aragonesa. “Todos están invitados a participar y a disfrutar conmigo del deporte que me ha dado tanto”, comenta.

Sus palabras convencen, pues es un férreo defensor del boxeo y de las muchas bondades que tiene. “Es difícil vivir de esto porque exige una forma física y psíquica espectacular, pero no hace falta competir para practicarlo. Ayuda a ponerse en forma, a trabajar todos los grupos musculares y también da fortaleza mental”, asevera Iglesias, quien agradece que personajes públicos suban a sus redes sociales vídeos practicándolo, porque ayuda a mejorar la imagen del que, para él, es “un deporte de caballeros”.

En el ring, las cosas cambian y quiere que quede patente. Señalándose las cicatrices que alguno de los combates le han dejado en la cara, explica que es muy duro recibir un golpe que duele y pensar que tienes que seguir. Pero para él, esta fortaleza es la que les diferencia de otros deportistas. “Un futbolista se queja para que el árbitro pite falta, pero un boxeador finge para poder continuar. Por eso, la parte mental es el 90% del combate: tienes que luchar contra ti mismo para ser bueno en la estrategia, para parecer tan duro como tu contrincante y para aguantar hasta el final”, añade. Sin embargo, el púgil cuenta con la certeza de saber a qué sube a un cuadrilátero: “siempre está preparado para recibir un gancho y sabe que ganará el mejor”. Lo dice sin rencor y con la deportividad de lo que es, un campeón, pues fuera del ring no hay enemistades, “más allá del puro marketing”, dice entre risas. Son las cosas que tiene el noble arte del boxeo.

De camino al barrio Santa Isabel, donde vive Eloy Iglesias,  se aprecia…

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Viajando al pasado
cinturon LBueno

“Lo he dado todo por llevar a mi ciudad y a mi país a lo más alto de este deporte

José Antonio López Bueno ya no lucha dentro del cuadrilátero, pero sigue haciéndolo fuera para sobrevivir. A sus 43 años, el que fuera campeón del mundo en peso mosca –lo logró el día de Aragón de 1999– maldice su destino, sus malas decisiones y la soledad profesional en la que se ve sumido en el ‘López Bueno Team’: un gimnasio de boxeo ‘handmade’ oculto entre las decenas de naves del polígono de Cogullada de la capital aragonesa. Del que ha sido hasta hace no mucho su refugio, y también el de otros tantos que necesitaban cobijo, dice que está “impracticable y en mal estado” y que ya no tiene fuerzas ni medios para mejorar las instalaciones. Quiere tirar la toalla. “Por muy maño y cabezón que seas, si no hay dinero, no se puede hacer nada”, murmura. Aunque está fatigado por los golpes que la vida le ha dado, no dice –al menos del todo– la verdad, pues, si bien es cierto que los estragos del tiempo se notan en las capas de pinturas y las grietas del suelo de ese hangar, los carteles de veladas de barrio, los sacos y guantes y su presencia son una clara muestra de las ganas que el púgil aragonés tiene por predicar en su tierra un deporte que, tal y como asegura, le ha salvado la vida en dos ocasiones (dándole fuerzas para convivir con un cáncer ya superado).

“Cuando empecé este proyecto, mi sueño era dar la oportunidad de boxear a todo aquel que quisiera (pudiese o no pagarme la cuota mensual) y fomentar un deporte que enseña disciplina y respeto e invita a conocer una forma de vida diferente”, declara López Bueno. “Este deporte me ha mantenido alejado de una vida mala”, asevera con dureza.

Sin embargo, las facturas no se pagan solas y, aunque él está dispuesto a darle otra oportunidad a su gimnasio (prevé pintar en las próximas semanas), teme que una vez más su ilusión se trunque. “Yo solo sé boxear, y lo he dado todo por llevar a mi ciudad y a mi país a lo más alto de este deporte. De hecho, cuando aún no estaba retirado, si la gente me preguntaba qué significaba para mí el boxeo, siempre contestaba: ‘Si tuviese que dar mi vida por algo, lo haría encima de un cuadrilátero’. Pero eso era entonces, cuando aún me hacía feliz. Ahora contestaría otra cosa”, confiesa con resignación.

Aunque retirado, López Bueno sigue en plena forma, pues su don para el boxeo es genético. “A los 15 años, empujado por los amigos de entonces, empecé a entrenar en el gimnasio de la federación, en la calle Cánovas”. A los quince días, y de la mano del entrenador  Agustín Plou, participó y destacó en su primera velada: “No sabía utilizar la derecha ni la izquierda, pero de eso me di cuenta cuando empezó el combate”.  A los dos meses, con la técnica perfeccionada, ya estaba entre los mejores de España en el peso mosca –“era aún más pequeño que ahora”, bromea–. Ganó tres veces el título nacional, también el latino y el intercontinental. Pero su buena racha no acabó ahí.

José Antonio, como augura su apellido, no solo fue bueno, sino el mejor del mundo. El 23 de abril de 1999 ganó por KO el Campeonato del Mundo del peso mosca peleando contra el mexicano Rubén Sánchez, y lo hizo en su Zaragoza natal, en el pabellón Príncipe Felipe. “Hice historia, pero solo durante dos meses. Tuve un accidente de moto, me lesioné y no pude revalidar el título. Nadie me ganó encima de un cuadrilátero, lo perdí por incomparecencia”, revela el púgil. “Dejé pasar una gran oportunidad y lo he pagado”. Después de su error, llegaron las derrotas deportivas, vitales y morales; y, en 2010, el campeón dejó atrás su vida en el cuadrilátero.

El ex campeón se emociona al recordar el pasado y eso aún le da más ganas de luchar por su presente. “Aunque mi cabeza me dice que cierre la nave, mi corazón me pide que siga intentándolo. Mi vida ha sido un 98% boxeo, le he dedicado muchas horas que debería haber invertido en mi familia –está casado y tiene tres niños–, y esta vez no quiero rendirme, pero necesito un empujón”, concluye el púgil zaragozano. Un deportista reconocido mundialmente que, aunque para muchos de sus vecinos pasa desapercibido, es leyenda.

Hasta el ring de López Bueno viajamos con…

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cinturon Evangelista

“Pelear contra Ali fue para mí todo un triunfo. Era un Dios”

La mirada de Alfredo Evangelista desprende melancolía y orgullo a partes iguales. A sus 63 años, al que fuera siete veces campeón de Europa de boxeo, le sigue gustando ponerse los guantes y subir al cuadrilátero, aunque ahora solo lo hace para entrenar a aficionados y jóvenes promesas de este deporte. La suya es una de esas vidas cargadas de luces y sombras porque, de hecho, fue una derrota lo que le convirtió en un auténtico mito.

Evangelista es uruguayo y llegó a España en 1975. El boxeo se lo dio todo, pero también le quitó mucho. “Pasé de comer tres días a la semana y el resto pasarlo a base de pan viejo con café negro a tenerlo todo. En solo cuatro meses, gané diez kilos de peso. Con mi primera pelea, en el Palacio de Deportes de Madrid, gané 25.000 pesetas. Eso era mucho para la época”.

Con 10 años, Evangelista ya peleaba contras los puños vendados de su padre, un gran aficionado al boxeo, a quien la cojera le impidió subirse a un cuadrilátero. A los 12 ya entrenaba en un gimnasio. Cuando llegó a España, con 19 años, el boxeador cubano y entrenador Evelio Mustelier le abrió todas las puertas. “Vine como amateur, apenas llevaba 15 peleas, pero debuté ese mismo año, en diciembre”. Enseguida, sus golpes en el ring tomaron forma y su nombre empezó a escucharse por todo el país. Se enfrentó a Urtain, entonces máxima figura del boxeo en España, y tras ganarle, obtuvo la nacionalidad española.

“En mi casa, en Uruguay, pasábamos mucho hambre, pero aquí se me abrieron todas las puertas y al año, traje a mi madre y a mis dos hermanos conmigo. Pude darle a mi familia la vida que no pudieron darnos nuestros padres“, cuenta orgulloso. Evangelista reconoce que es difícil digerir el éxito, más cuando a uno le llega tan joven. “Cuando estás arriba, todo el mundo quiere acercarse a ti a darte ánimos”, relata con una mirada en absoluto fiera.

Tras su primera pelea en Madrid, llegaron muchas otras. En su trayectoria profesional, Alfredo Evangelista tuvo un palmarés cargado de éxitos: sumó 78 combates con 61 victorias (40 de ellas por KO), 13 derrotas y cuatro nulos. Aunque hubo muchos triunfos, el boxeador uruguayo se queda con un combate que lo convirtió en leyenda: el que luchó contra Muhammad Ali –Cassius Clay antes de convertirse al islam–. No consiguió una victoria, pero fue la derrota más meritoria porque nunca nadie había llevado tan al límite a Clay. El conocido como ‘Lince de Montevideo’ acabó perdiendo por puntos.

La imagen de Evangelista junto a Muhammad Ali dio la vuelta al mundo y fue así como el uruguayo pudo dar con su padre, que en 1969 partió hacia Norteamérica haciendo autostop y tras cinco años de cartas, nunca más volvieron a saber de él. “Mi deseo era encontrar a mi padre y, por fin, ocurrió. Aunque había rehecho su vida y tenía otra mujer y tres hijos, pude traerlo conmigo a España. Eso me hizo muy feliz”, cuenta el púgil.

A un joven Evangelista, los cuadriláteros le hicieron volar a Nueva York, Las Vegas, Detroit… y se peleó con algunos de los más grandes, como Clay, Larry Holmes, Leon Spikes o Greg Page. El uruguayo luchó por dos mundiales y se hizo con el cinturón de vencedor de siete campeonatos europeos. “Cuando con 21 años entra dinero por todas partes, es difícil de asimilar… Yo no supe hacerlo. No te das cuenta de lo que hay hasta que la vida no te da palos. Cuando estás en la cúspide, todo el mundo te da la palmada en la espalda”.

Como otros compañeros de ring, Alfredo Evangelista tuvo una etapa en la que las fiestas protagonizaron parte de su vida. Tras remontar, el deportista volvió a los gimnasios y las competiciones y fue en 1993, con 33 años, cuando decidió colgar los guantes. “Me costaba entrenar y decidí que, para que me pegaran otros, era la hora de retirarme“, confiesa.

Después de una carrera llena de altibajos, su vida sigue hoy rodeada de sacos de entrenamiento. En 2011, se instaló en Zaragoza, donde vive parte de su familia, que siempre ha sido un refugio y pilar muy importante para él. En el gimnasio KyoBox, del barrio de Santa Isabel, en el que entrena a jóvenes aficionados al boxeo, las paredes siguen recordando la leyenda del uruguayo. Lo hacen con varias fotografías y un cartel de aquel lunes 16 de mayo de 1977, en el que se llevó a cabo un combate de leyenda protagonizado por dos caras más que reconocidas entonces, la suya y la de Muhammad Ali.

Ali ha sido para mí el más grande de la historia, un Dios… Pelear contra él y aguantar lo que aguanté fue para mí todo un triunfo“, reconoce. Evangelista vive hoy lejos de los focos. Su trayectoria profesional sigue en la memoria de los amantes del boxeo, aunque él disfruta de una vida tranquila y apartada de la fama.

Para llegar a esta cita con Alfredo Evangelista fue imprescindible… 

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cinturon PFernandez
Fotografía de Arturo Burgos

José María García: “Ha muerto un campeón, pero por encima de todo una bellísima persona”

La memoria de Perico acabó borrándose poco antes de morir. El alzhéimer que padecía le hizo olvidar sus triunfos, pero también los no pocos problemas de una dura historia personal. Perico creció en un hospicio en Zaragoza y quienes lo conocieron dicen que se ‘enganchó’ al boxeo tras ver un combate de Cassius Clay. Debutó como profesional en 1972 y peleó en más de un centenar de combates. El púgil fue campeón de España de peso ligero en 1973, con 22 años. Entonces venció contra ‘Kid’ Tano ante un abarrotado polideportivo Salduba de Zaragoza, instalaciones municipales que hoy llevan su nombre. Un año más tarde, en Madrid, Perico Fernández se coronaría como campeón de Europa de superligeros. Eso ocurría en julio, pero solo dos meses después, Perico volvió a ocupar páginas de los periódicos tras alzarse en Roma con el campeonato del mundo –y hacerlo además con una costilla rota casi desde el principio del combate–.

Perico Fernández fue el primer aragonés que consiguió un título mundial en boxeo. Sin embargo, su leyenda ya se había empezado a fraguar la primera vez que se subió a un ring, y lo siguió haciendo cuando revalidó su título mundial en abril de 1975, en Barcelona, en el que, según la crítica, fue el mejor combate de su carrera.

En 1983, el púgil aragonés se proclamó campeón de España del peso welter, su último premio. Dos años después, en 1985, llegó su retirada de los cuadriláteros, aunque tras intentar volver, el adiós definitivo del ring fue en 1987, con 34 años. A partir de entonces, cambió los guantes por el pincel. Pintó cuadros y hasta hizo alguna pequeña exposición.

El ascenso meteórico que vivió en lo deportivo –hasta convertirse en un fenómeno social– fue después un marcadísimo descenso en su vida fuera de los cuadriláteros. Su fortuna se fue tan rápido como había llegado.

En los ochenta, el entonces alcalde de la ciudad de Zaragoza, Antonio González Triviño, intentó darle una oportunidad ofreciéndole trabajo como conserje, pero el ex boxeador lo rechazó: “Si quieren un portero que fichen a Zubizarreta”. Fue una de las frases más míticas del púgil.

En la década de los ochenta, Perico también hizo sus pinitos en el mundo de la música. Grabó un single, ‘Fuera de combate’.  Y así como el título de su canción es como él había quedado tanto en lo profesional como en lo personal.

Estuvo en un piso tutelado hasta que su salud empeoró tanto que falleció en el centro neuropsiquiátrico de Garrapinillos. En noviembre de 2016, a los 64 años, se acabó su vida, pero no su leyenda, aunque él, por su enfermedad, la olvidara. Los restos del campeón mundial descansan en el pabellón de personas ilustres del cementerio de Zaragoza.

“Ha muerto un campeón, pero por encima de todo una buena, bellísima persona”, decía el periodista deportivo, José María García, en un programa radiofónico. “Ha sido uno de los grandes del boxeo español –añadía–. Adiós a un campeón del mundo”.

CRÉDITOS

Un especial de BLUEMEDIA STUDIO para Hyundai realizado por: Cristina Adán y Blanca Usón (textos y entrevistas), Beatriz Pitarch (fotografía), Cristina Guallar (diseño y gráficos), Rubén Torres (programación) y Mapi Rodríguez y Mª Carmen Ayala (documentación de HERALDO DE ARAGÓN). Proyecto: Fedra Valderrey.