URBANISMO

Un estadio de fútbol en el atolladero

El consenso del futuro estadio, apoyado en su día por PSOE, PP, PAR e IU, ya ha saltado por los aires. La crisis, los avatares del club, la confusión con la financiación y las reticencias de la DGA son otros lastres.

En febrero de 2008, cuando PSOE, PP, PAR e IU, escenificaron su acuerdo para construir un nuevo estadio de fútbol en la huerta de Miraflores, en San José, parecía que por fin quedaban atrás las peleas partidistas que habían frustrado los proyectos anteriores. Era el año de la Expo, en el que todo parecía posible. Se llegó a decir que las obras comenzarían en octubre de 2009. Pero después estalló la crisis, se atascó la búsqueda de un modelo de financiación fiable, se desataron los nervios electorales y la polémica infraestructura entró en un atolladero político del que aún no se sabe si saldrá.

Ayer mismo, un responsable del gobierno municipal PSOE-PAR, preguntado por si era optimista con el futuro del estadio, respondió tajante: «No». Este arranque de sinceridad fue ratificado por los otros dos grupos que apoyaron el plan. «Es la historia de un fracaso», dijo la portavoz del PP, Dolores Serrat. «El estadio no es ni factible ni viable», añadió el concejal de IU, José Manuel Alonso. Juan Martín, de CHA, el único grupo que nunca respaldó el campo de fútbol en Miraflores, remachó: «El estadio tuvo su momento y ese momento se perdió».

Hoy, tres años después de aquella foto, los únicos avances han sido la redacción y aprobación del proyecto, que lleva la firma del arquitecto zaragozano Joaquín Sicilia, y la rúbrica de un convenio entre el Ayuntamiento y la DGA para financiar a medias la operación. Entre tanto, el proceso se ha visto salpicado por diversas fórmulas de financiación, que tal y como surgían se desdibujaban, y pocos hechos. La grave situación económica del Real Zaragoza, con una deuda galopante e inmerso en un proceso de venta, ha complicado aún más las cosas. Y como dice Juan Martín, gastar 131 millones de euros en el campo cuando se están recortando servicios públicos por las estrecheces municipales tiene una venta imposible.

El futuro

¿Y ahora qué? Con el modelo de financiación sin definir y roto el consenso político, las dudas expresadas por la DGA en boca del consejero de Economía, Alberto Larraz, que siempre desdeñó el estadio, han entorpecido aún más el proceso, que se ha quedado enredado en la telaraña electoral y se ha visto salpicado por las malas relaciones de PSOE y PAR en el Ejecutivo autonómico.

La próxima semana está prevista una reunión de la comisión Ayuntamiento-DGA que se ha encargado de tutelar (de forma intermitente y escasa) la operación. Se espera que se anuncie cómo se pagará el campo. El aragonesista Manuel Blasco, que ha depositado gran parte de su caudal político en el estadio, dice que el proyecto sigue vivo. «Este campo se debe hacer», dice.

Afirma que hay tres modelos de financiación: una colaboración publico-privada, que gusta pero que tiene una tramitación muy lenta; un derecho de superficie, propuesto por el grupo constructor Ortiz y que tiene como principal inconveniente el riesgo de computar deuda y disparar los costes finales al financiarse a 25 años; y la tradicional, es decir, pagar con suelo. Pero son ideas sin números y en las que ni los propios responsables municipales y autonómicos están de acuerdo.

De momento, ni siquiera hay garantías de que las obras salgan a concurso antes de las elecciones y, de todas formas, la adjudicación quedará a expensas de lo que decida el próximo gobierno. Por lo tanto, quién sabe. La foto de febrero de 2008 corre hoy el riesgo de quedar olvidada en el viejo álbum de las promesas incumplidas.