AFICIONES

Pasión por las bicis de antaño

Varias decenas de aficionados a las bicicletas antiguas recorrieron ayer Zaragoza con sus máquinas y reivindicaron la validez de este medio de transporte.

Un triciclo clásico, pieza destacada de la concentración de ayer.
Pasión por las bicis de antaño
ARáNZAZU NAVARRO

La estrella de la concentración de bicicletas de ayer fue una Columbia de 1895, que su dueño, Mario Moreno, de Jaca, lucía orgulloso. «Es una bici americana que compré a un inglés por Internet. Toda ella es original, aunque la he ido enriqueciendo con elementos de la época, como el timbre o la lámpara de carburo frontal». Aunque sólida y en buen estado, su dueño solo la usa en días muy especiales, como el de ayer, y sonriendo cuando hace sonar el timbre o la campana que pende del manillar. «Funciona perfectamente, pero no se puede utilizar a diario», señalaba.

Unos treinta aficionados a las bicicletas antiguas se dieron cita ayer en el Parque Grande Labordeta, en la segunda concentración de este tipo que se realiza en Zaragoza. «Es un encuentro que busca estrechar lazos entre los aficionados a este tipo de vehículos -aseguraba ayer David Castillo, organizador de la convocatoria, que exhibía una SuperBH de los años 40-50-. Esta afición está todavía en pañales en España, pero poco a poco la gente va sacando las bicicletas que tiene en los graneros y cada vez hay más gente que disfruta de ellas».

En la concentración se podía participar con bicicletas antiguas (más de 50 años) o clásicas (con 25 años o más de vida). Lo que más se veía eran las clásicas bicicletas con freno de varillas de los años 40-60. También alguna construida artesanalmente, un triciclo y alguna 'lowrider'. Tras concentrarse en el parque, los participantes -en su mayor parte aragoneses, aunque también había algún valenciano y gallego- hicieron un recorrido por la ciudad hasta llegar al Pilar, para volver de nuevo al parque.

Entre ellos hubo incluso alguna familia. Marcelino Oro, de Burriana, lucía una Especial BH que tenía su suegro y que un buen día decidió restaurar. «Original es casi todo, menos el sillín. Y las calcomanías son rehechas», aseguraba. Su mujer, Mercedes, conducía una Emporium de los años 50, y el hijo de ambos, Marc, una BH de los años 60. «Estas máquinas son muy resistentes. Las restauras un poco, les echas aceite, y a rodar», aseguraba Marcelino.