CONDICIONES LABORALES

Los inmigrantes ocupan casas vacías en Cariñena a la espera de la vendimia

Un centenar de subsaharianos aguardan un contrato, que en algunos casos se paga por debajo de convenio.

Varios inmigrantes malviven en unas casas a medio hacer.
Los inmigrantes ocupan casas vacías en Cariñena a la espera de la vendimia
G. MESTRE

Esperan una oportunidad que llegue en forma de trabajo en la vendimia, pero mientras llega y, ante la falta de recursos para buscar un alojamiento digno, han ocupado viviendas a medio construir, granjas abandonadas y los bancos de una de las principales avenidas de Cariñena. La situación se repite año tras año. Y, en esta ocasión, han sido más de un centenar de subsaharianos, llegados principalmente de Mali, los que han ocupado estos lugares. La mayoría de ellos aún no han sido contratados ni una jornada. Al exceso de mano de obra que demanda trabajo en el campo se suma que muchos no tienen su documentación en regla, lo que dificulta aún más su contratación legal.


Al amanecer, el entorno de la marquesina de autobús que hay junto al paseo del Centenario se llena de inmigrantes que esperan la llegada de algún agricultor que les contrate. Pocos tienen suerte porque la mayoría de los propietarios de las fincas repiten con la mano de obra que contratan otros años. Según explican algunos agricultores de la zona consultados por este periódico, casi el 90% de la vendimia en Campo de Cariñena está mecanizada.


"El problema es que hay muchos más obreros que jefes", cuenta Vicente Gimeno, un jubilado de Cariñena que conversa con un inmigrante de Liberia. Musa tiene 40 años y lleva en España desde el 95. Aunque otras vendimias ya había estado en Cariñena, fue el año pasado cuando decidió establecerse en este municipio zaragozano de forma fija. Su situación es muy diferente a la de otros africanos que residen en la localidad porque tiene 'papeles'.


En la calle del Arrabal Bajo, una promoción de unifamiliares que quedó a medio construir se ha convertido en el lugar donde se alojan al menos una docena de inmigrantes. Duermen entre cartones y se abastecen del agua de las fuentes y de los pocos alimentos que compran. Otros inmigrantes han ocupado una vieja paridera medio hundida a las afueras del casco urbano, donde malviven desde hace unas semanas. Muchos simplemente duermen al raso, tumbados en algunos de los bancos de la avenida del Ejército o en el paseo del Centenario y tapados con mantas, o cobijados bajo los porches del antiguo matadero municipal.


Según algunos de los voluntarios de Cruz Roja, cada día se reparten una treintena de bolsas de comida, que solo se dan a aquellos que previamente han pasado por la asistenta social.


Para Antonio Ranera, responsable de Migraciones del sindicato UGT, en esta campaña estival no ha habido grandes problemas de vivienda ni campamentos, como en otras ocasiones, aunque se han registrado los problemas de convivencia propios de los lugares en los que la población aumenta.


"Ha habido una contratación ordenada de trabajadores. La crisis ha hecho que haya mano de obra extranjera disponible de forma legal", apunta Ranera. Sin embargo, se ha detectado el pago de las horas a precio por debajo de convenio y que se ha cotizado por los trabajadores menos jornadas de las que realmente han estado empleados. Asegura que ha habido casos puntuales en los que se ha detectado el pago de 20 euros por jornada de trabajo de ocho horas (a 2,5 euros la hora), mientras que el convenio marca en Zaragoza unos 6 euros la hora en la recogida de fruta y 7 euros la hora en el caso de la vendimia.