VIAJES

Las postales, negocio 'vintage'

Los coleccionistas y los visitantes extranjeros mantienen vivo el negocio de las postales.

Postal troquelada de Biescas a la izquierda, una imagen de Hecho en el centro y la cabeza de sarrio a la derecha
Las postales, negocio 'vintage'
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Enviar un saludo breve o unas líneas de compromiso, dar noticias de unas vacaciones o mandar un recuerdo de viaje al que se queda en casa. Las postales ilustradas fueron un método de comunicación habitual en el siglo XX que prácticamente ha desaparecido con la llegada del teléfono y, más adelante, el SMS y el correo electrónico. Podría decirse que la telecomunicacion mató a la postal. ¿O no?


En Ediciones Sicila saben bien cómo el negocio de las postales ha ido en declive en los últimos años, especialmente desde la llegada de las foto digital. «Hace unos años imprimíamos 150 novedades al año, ahora no llegamos a la cuarta parte y muchas son encargos», explica José Francisco Calleja, fotógrafo de esta empresa zaragozana. Pero no se resignan, y siguen tomando imágenes, especialmente del Pirineo, solo que ahora los soportes son otros: tarjetas comerciales, guías, mapas, puntos de libro o imanes para nevera comparten espacio en su local con tarjetas de toda España.


Quienes mantienen el negocio vivo son los coleccionistas y los visitantes extranjeros. «Compran el 80% de las postales que se venden; los españoles prefieren la cámara digital y el mensaje de texto», explica Calleja. «Es en aquellos lugares que reciben más turismo extranjero, como Ordesa o Ainsa, donde más vendemos», detalla su compañera y también fotógrafa, Marina Soria.


Como en todos los negocios ligados al turismo, las postales también viven en verano su temporada alta. Hay postales 'superventas' que se agotan cada año y otras que cuya tirada -el mínimo es de 1.500- tarda mucho en venderse. ¿Cuales son 'los clásicos'? «La virgen del Pilar, y la basílica de día y de noche en Zaragoza, las plazas de los pueblos, la cabeza de sarrio y la flor de nieve en el Pirineo. Y las vistas generales de los municipios, que se actualizan cada cierto tiempo», explica Calleja. Sus tarjetas son testigo del paso del tiempo. «Antes, Benasque era un belén- ejemplifica el fotógrafo- pero ahora vemos algunos horrores urbanísticos que se han cometido».


Es fácil encontar ejemplos gráficos de estos cambios en el paisaje en los archivos de Ediciones Sicilia, que conservan más de 30.000 imágenes de todos los rincones de España, muchas tomadas por Antonio González Sicilia, que fundó la empresa en 1952 y que «con pesadas cámaras de medio formato y materiales de montaña peores que los que ahora, hizo fotografías de todo el Pirineo». Algunas son muy apreciadas por coleccionistas y a menudo les son solicitadas para libros y exposiciones. Otras editoriales zaragozanas como Ediciones Darvi, Ediciones Arribas o García Garrabella también se dedicaron, desde los 40, a este negocio, igual que hicieron Pirineo o Escudo de Oro desde otras provincias. Algunas cerraron y otras han reorientado su negocio.


Todo ha cambiado en las postales, incluso el formato, que va por modas: de las antiguas tarjetas brillantes con bordes troqueladas se pasó a las de blanco y negro pintadas a mano o a las texturas en color y mate; ahora, se llevan las fotos más típicas o las de aquellos lugares en los que no está permitido tomar fotos, o las tarjetas con multiples vistas y genéricas -flores, valles, chimeneas-. «Hay que echarle imaginación», dice Soria. Es reinventarse o morir.


El futuro de las postales es incierto. Pero estos dos fotógrafos siguen recorriendo cámara en mano el territorio aragonés, el Pirineo y la cuenca del Ebro para convertir sus paisajes en recuerdos de viaje. Y Soria apela al romanticismo: «Ahora abres el buzón y ya sabes lo que vas a encontrar: facturas y cartas del banco. Pero por menos de un euro puedes darle a alguien una sorpresa, y que se encuentre entre las cartas algo grato, que hace ilusión».