Tercer Milenio

¿Quién quiere vivir para siempre?

En el último siglo, gracias a los avances médicos y la mejora en la alimentación, la esperanza de vida del mundo occidental se ha duplicado. Pero, ¿hasta dónde es posible alargar la vida humana? Está claro que no estamos dispuestos a vivir más años si el precio es un deterioro que afecte nuestro bienestar como personas. De ahí que las investigaciones sobre longevidad tengan tan presente la mejora de la calidad de vida. La comprensión de los mecanismos del envejecimiento celular es clave para tratar de frenarlo. En el laboratorio, con los ratones como animales modelo, algunos estudios buscan tratamientos que puedan alargar la vida, mientras otros se centran en determinar qué hábitos conviene variar con el mismo fin: vivir más y mejor.

En enero de este año, el matrimonio formado por Abdullah y Elif Edigüzel, de 112 y 110 años, respectivamente, cumplía 90 años
envejecimiento
EFE

FOREVER YOUNG?

La búsqueda de la inmortalidad nos ha acompañado desde los albores de la humanidad. Ha sido motivo recurrente en nuestra cultura, desde las historias épicas de Aquiles persiguiendo la gloria inmortal en Troya a través de sus hazañas hasta el hedonista Dorian Gray, que vendió su alma para jamás envejecer. Filósofos de todas las épocas se han preguntado por la fugacidad de la vida y el significado de la inmortalidad. Cualesquiera que sean las respuestas a esta búsqueda, lo cierto es que la ciencia y la medicina han conseguido encontrar soluciones para, al menos, alargar notablemente nuestra vida.


En los últimos cien años, la esperanza de vida del mundo occidental prácticamente se ha duplicado gracias a los avances médicos; algunos estudios actuales apuntan a que más de la mitad de las personas nacidas a principios de este siglo vivirán para ver el siguiente.


El descubrimiento de los gérmenes como causantes de muchas enfermedades, los antibióticos, las vacunas o las mejoras en la alimentación han sido algunos de los pilares para este aumento en la esperanza de vida. ¿Se puede ir más lejos? ¿Hasta dónde es posible alargar nuestra vida? ¿Puede ir la longevidad acompañada de una mejora en la calidad de vida? Estos son algunos de los interrogantes que la ciencia actual intenta abordar. Unas cuestiones que requieren comprender las claves del envejecimiento, un complicado rompecabezas que los científicos empiezan a entender.


¿POR QUÉ ENVEJECEMOS?

El paso de los años deja marcas en nuestro cuerpo. Más allá de estas señales visibles, nuestras células sufren los síntomas del envejecimiento. La mayoría de ellas solo pueden dividirse un número limitado de veces, por lo que a medida que envejecemos se hace más difícil sustituir nuestras células muertas. Esta limitación en el número de divisiones viene determinada principalmente por la progresiva pérdida de unas secuencias de ADN llamadas telómeros que flanquean nuestros cromosomas.


Además, al igual que las máquinas se estropean u oxidan, las células acumulan daños en su ADN, proteínas que no consiguen reparar y algunos productos de desecho que reducen su capacidad para funcionar correctamente. Estos desechos provienen de las reacciones necesarias para procesar los alimentos que tomamos y de la acumulación de algunos compuestos tóxicos a lo largo de toda nuestra vida.


OBJETIVO: VIVIR MÁS Y CON MÁS CALIDAD DE VIDA

El conocimiento de los factores que intervienen en el envejecimiento celular ha abierto la puerta para intentar retrasarlo. Sin embargo, estos objetivos no son sencillos y para abordarlos es necesario hacerse algunas preguntas. Por ejemplo: ¿por qué las células poseen un contador que limita su capacidad de dividirse? La respuesta nos la otorga la propia naturaleza: muchos tipos de cáncer progresan y se vuelven más peligrosos cuando consiguen eliminar este control. Ese contador nos está protegiendo de la división incontrolada de las células dañadas.


¿Sería posible aumentar la capacidad de las células para dividirse sin dejar de controlar a las que están dañadas? En 2008, los grupos de investigadores dirigidos por la investigadora María Blasco, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), encontraron una solución para este problema. Existe una proteína en nuestras células llamada p53, a la que se ha llamado muchas veces ‘el guardián del genoma’. Estos investigadores crearon unos ratones en los que se había eliminado el sistema de control de divisiones celulares y, además, producían una mayor cantidad de p53, entre otras proteínas. Estos ratones vivían un 40% más y eran más resistentes a sufrir varios tipos de cáncer. Además no mostraban signos de envejecimiento, como la descoordinación motora, hasta mucho después que los ratones normales. Este ‘superratón’ nos enseña algunas claves del envejecimiento: controlar el daño que recibe nuestro ADN y aumentar la capacidad de las células para renovarse.