Tercer Milenio
En colaboración con ITA
Puñaladas... divulgativas
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No es mucho lo que se sabe de él. Pero Fernández de la Gala nos cuenta que Hans von Gersdorff (1450 o 1460-1529) fue cirujano en Estrasburgo. Le apodaban 'Schylhans' ('Hans el bizco') y el libro se titulaba originalmente 'Feldbuch der Wundartzney' ('Manual de cirugía'). Resume allí su larga experiencia como cirujano, especialmente durante las batallas de los confederados helvéticos contra Borgoña (1476-1477), así que es, sobre todo,un tratado de cirugía de heridas de guerra. Su interés radica en que incluye, junto a las lesiones clásicas, las nuevas heridas producidas por el uso creciente de las armas de fuego y que eran una completa novedad para los cirujanos desde que se popularizó su uso a partir de 1500. Nadie sabía cómo tratar ese tipo de heridas, que eran muy destructivas, pues al principio eran armas de corto alcance y debían ser usadas de cerca. Algunos pensaban que la pólvora era venenosa, por lo que se extendió la costumbre de cauterizar las heridas con aceite hirviendo. Una de las aportaciones interesantes de Gersdorff es que recomienda que se examine bien la herida y antes que nada se retiren de ella cuerpos extraños, astillas o fragmentos de hueso y aconseja igualmente que, si se requiere amputación, una vez usada la sierra, hay que cubrir la herida del muñón con piel y coserla. Poco años después (1545) será el cirujano francés Ambroise Paré el que proponga un nuevo método para el tratamiento de este tipo de heridas: una mezcla de agua de rosas, trementina y yema de huevo e incluye otra novedad: ligar los vasos con hilo en la práctica de las amputaciones.
Para saber más y enfrentarse a nuevas intrigas, recomendamos visitar la Enigmateca del blog ‘Vesalius’.
Los asistentes a esta ponencia nos llevamos a casa un marcapáginas dedicado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz a Gregorio Marañón en el cincuentenario de su muerte (aún estábamos en 2010). Gracias a este sencillo obsequio de cartón, he ‘escuchado’ las palabras que pronunció en la Facultad de Medicina de Madrid en 1952: «Preferiría que se fuesen ustedes de aquí sin saber diagnosticar la fiebre tifoidea que sin saber comportarse ante una persona enferma».
Y pienso en la importancia de que todo cuanto hagamos tenga un rumbo. Lo que no quiere decir no mover el timón ni caminar siempre hacia el mismo sitio.