Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Los transbordadores espaciales se jubilan

El Atlantis está a punto de poner el punto final a la era de los transbordadores espaciales estadounidenses. A lo largo de los últimos treinta años, la flota de lanzaderas reutilizables de la Nasa ha sido la única capaz de llevar al espacio y traer de regreso hasta a siete astronautas en un solo viaje de ida y vuelta. ¿Por qué se jubilan los transbordadores? Su concepción está anticuada, su uso es poco eficiente y el riesgo de un nuevo desastre con pérdida de vidas humanas se multiplica con cada nuevo lanzamiento. Si a ello añadimos los 900 millones de dólares de gasto de cada viaje, el transbordador era una hipoteca para el presupuesto anual de la Nasa y un pesado lastre para sus planes de futuro.

Lanzamiento del Endeavour desde Florida, rumbo a la Estación Espacial
transbordador
NASA

DE IDA Y VUELTA

Justamente dentro de un mes está previsto que el Atlantis cierre la era de los vuelos espaciales de ida y vuelta. Será la misión número 166 de la historia de los vuelos tripulados de Estados Unidos, y protagonizará el acoplamiento número 37 de un transbordador con la Estación Espacial Internacional (ISS). Para el Atlantis, representará su despegue número 33, su atraque número 12 a la ISS, la tercera y última misión tripulada de 2011. Pero también la página final de una historia que comenzó el 12 de abril de 1981.


La fecha del despegue inaugural del Columbia no fue escogida al azar. Esa misma jornada, pero veinte años antes, el ruso Yuri Gagarin se había convertido en el primer ser humano en dar la vuelta a la Tierra. De este modo, la Nasa proclamaba su voluntad de seguir desafiando a Moscú por el liderazgo de la exploración del espacio.


TRIPULADA Y REUTILIZABLE

El sistema de transbordador espacial de la Nasa o STS (Space Transport System) constituye el primer concepto de nave espacial tripulada y reutilizable que ha logrado poner a punto la humanidad. Desde finales de los ochenta, su contribución ha resultado decisiva para transportar suministros, laboratorios y grandes estructuras para la construcción de la Estación Espacial Internacional, el mayor complejo orbital de todos los tiempos.


También conocido como ‘space shuttle’ o lanzadera espacial, fue concebido en los años setenta para que los vuelos al espacio no tuvieran carácter extraordinario, algo que el tiempo ha demostrado que es inviable, arriesgado y con un alto coste económico y humano. Y es que cada lanzamiento supone un gasto del orden de los 900 millones de dólares y, aunque su tasa de éxito es del 98,52%, se ha cobrado 14 víctimas mortales. En resumen, se han efectuado 135 lanzamientos en treinta años –4,5 vuelos por año–, muy lejos de la cifra planeada: : entre 8 y 10 al año.


Anunciado oficialmente el 5 de enero de 1972 por el propio presidente norteamericano Richard Nixon, el STS es un programa conjunto entre la Nasa y la Fuerza Aérea (USAF). Ambas instituciones trataban de conseguir un sistema de transporte espacial mucho más barato que los cohetes convencionales de usar y tirar.


UNA SOLUCIÓN DE COMPROMISO

El resultado de conjugar requisitos militares, planteamientos civiles y restricciones presupuestarias, junto con un entorno político y económico dominado por una inflación galopante, los grandes costes de la Guerra de Vietnam y la crisis del petróleo hicieron que la Nasa y la USAF alcanzaran una solución de compromiso: el orbitador tripulado sería reutilizable, el sistema de propulsión contaría con un componente desechable –el depósito externo de propulsión criogénica– y los dos potentes aceleradores laterales de combustible sólido serían recuperables, pero solo reutilizables por tiempo limitado.


El encarecimiento progresivo de los vuelos del transbordador se deriva de la imperiosa necesidad de tener que efectuar un exhaustivo mantenimiento y una mejora continua de los equipos de supervivencia de la nave. Después de cada misión espacial, se revisan todos sus equipos, especialmente de su sistema de protección térmica. Integrado por alrededor de 23.000 baldosas cerámicas y por recubrimientos especiales de carbono reforzado, protegen a la nave de las altas temperaturas que se generan durante la reentrada en la atmosfera.


Inicialmente se fabricaron cuatro ejemplares –Columbia, Challenger, Discovery y Atlantis–, pero el desastre del Challenger –el 28 de enero de 1986– obligó a la Nasa a encargar un transbordador adicional –el Endeavour– para seguir manteniendo en servicio una flota de cuatro unidades.


La tragedia del Columbia en 2003 sentenció el final del reinado de los transbordadores. Una vez evaluadas y analizadas las causas del desastre, y después de 30 meses de mantener los vuelos en suspenso, el entonces presidente George W. Bush, decidió que la flota orbital sería retirada de servicio a finales de 2010. Barack Obama, su sucesor, retrasó la jubilación hasta tener concluida la estructura de la ISS a mediados de este año.


Y ¿qué va a sustituir al transbordador? Por el momento, nada. Tras cancelar el programa Constellation de retorno a la Luna, Obama y la Nasa acaban de embarcarse en un nuevo proyecto de desarrollo de cohetes (Space Launch System) y naves espaciales (MCPV) que no estarán a punto hasta 2016, al menos, a la vez que apoyan a la iniciativa privada para que desarrolle naves tripuladas comerciales. Mientras tanto, para que sus astronautas viajen a la ISS, la agencia ha alquilado plazas en las naves rusas Soyuz, las únicas que pueden atracar en el complejo orbital.


¿QUÉ FUE DEL TRANSBORDADOR RUSO?

No resultó Los rusos también apostaron por un transbordador espacial, pero la jugada les salió mal. Bautizado Burán (en español, tormenta de nieve) y desarrollado entre 1976 y 1987, estaba concebido para servir de nave de aprovisionamiento de la estación espacial Mir, cuyo primer módulo había sido lanzado en 1986.


Sus dimensiones y formas externas eran semejantes a las del ‘shuttle’, pero todo su equipamiento era fruto de la tecnología soviética. A diferencia del modelo de la Nasa, el Burán podía volar con o sin tripulación. Además, podía emplazar en órbita cerca de 30 toneladas, algo más que el transbordador norteamericano. Se creó para él un nuevo lanzador pesado llamado Energía que podía ser empleado también para misiones espaciales diferentes. Aunque fue anunciado como un cohete de bajo coste, tanto su desarrollo como la construcción de su gigantesca rampa de lanzamiento exigieron presupuestos faraónicos.


La primera y única misión del Burán tuvo lugar el 15 de noviembre de 1988. El aparato, sin tripulación, efectuó dos órbitas alrededor de la Tierra, para después aterrizar en el cosmódromo de Baikonur. Pero la URSS ya estaba inmersa en una profunda crisis económica y política y el programa se canceló en junio de 1993.