Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Los pájaros de Chernóbil no pueden pensar

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Hoy se cumplen 25 años de la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, en la que se emitieron a la atmósfera enormes cantidades de productos radiactivos fruto de la fusión del núcleo del reactor. Lo impensable aconteció una madrugada de primavera a mediados de los ochenta. Las consecuencias del mayor accidente industrial de la historia son aún visibles en la región y en las zonas afectadas por la nube radiactiva que se extendió tras el accidente por parte del Hemisferio Norte.


Una de ellas es el mayor estrés oxidativo sufrido por animales y humanos, añadido a unos niveles de antioxidantes en el medio muy inferiores a los óptimos, debido a la radiactividad. Un reciente estudio sobre los pájaros de Chernóbil dirigido por Anders Moller, de la Universidad París-Sud, muestra un notable descenso del tamaño del cerebro de las especies analizadas. Esta reducción de la masa encefálica no tiene equivalente en otras partes del cuerpo o en la masa corporal global de los pájaros. Esto corroboraría la teoría de que la baja disponibilidad de antioxidantes en la zona, unida a su elevada necesidad para el normal desarrollo y funcionamiento del cerebro –debido a su fuerte componente en lípidos–, limita el crecimiento de la masa encefálica.


Además, se demostró que el tamaño del cerebro de los animales menores de un año es, comparativamente, muy inferior al de los adultos. Esto implicaría un proceso acelerado y dirigido de selección natural que perjudicaría a los ‘inadaptados cerebrales’ a la vez que aumentaría la viabilidad de los individuos con mayor masa encefálica, en un proceso de lo que podríamos llamar ‘darwinismo radiactivo’.


Este estudio viene a aportar nuevas evidencias sobre los efectos a largo, a larguísimo plazo, de los desastres nucleares como el desatado el 26 de abril de 1986 en aquella remota central nuclear ucraniana.