Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El mundo sin fosfatos

El fósforo (P) es un elemento altamente reactivo; en la naturaleza siempre se encuentra en forma de fosfatos, que a su vez forman rocas. Además, es un elemento tan esencial para la vida, que es parte fundamental del ADN y el ARN. Hasta aquí, todo bien: saltemos ahora al campo

La mayoría de los fertilizantes contienen nitrógeno, fósforo y potasio
La mayoría de los fertilizantes contienen nitrógeno, fósforo y potasio
OLIVER DUCH

NPK Aquellos que se dedican a la agricultura y la jardinería suelen reconocer rápidamente las letras NPK. Nitrógeno, fósforo y potasio son los tres elementos que, en diferentes proporciones, contienen la mayoría de fertilizantes. El nitrógeno, que de manera natural es fijado desde la atmósfera por las plantas leguminosas y sus bacterias asociadas, puede ser obtenido industrialmente mediante la reacción de Haber-Bosch. Esta producción consume el 1% de la energía mundial, pero el hecho de que el 78% de la atmósfera sea nitrógeno hace que no sea un recurso limitado. Lo mismo puede decirse del potasio, que se encuentra en abundancia en las sales marinas. Sin embargo, casi todo el fósforo se extrae de los fosfatos minerales y este recurso... no es ilimitado ni mucho menos. De hecho, se suele decir que el fósforo es el recurso limitante (o cuello de botella) de la agricultura y, por tanto, de la seguridad alimentaria mundial.


Dependiendo de quién y con qué datos haga los cálculos, y teniendo en cuenta el crecimiento de población, la duración de las reservas se estima entre 50 y 125 años. Esto hasta que se agoten, pero hay que tener en cuenta un dato importante: los problemas con los recursos naturales, como muy bien podemos comprobar con el petróleo, no comienzan cuando la producción se acaba, sino cuando alcanza su pico. Imaginemos una gráfica donde se representa la producción de las minas frente al número de años. Estas gráficas suelen tener forma de campana: la producción aumenta exponencialmente hasta un punto donde comienza a declinar... también exponencialmente.


Dado el hermetismo de las compañías privadas y los Estados en lo referente a sus reservas, es difícil obtener datos fiables para calcular en qué punto de esa curva nos encontramos a nivel mundial. Sin embargo, cuando en 2007 el investigador Patrick Dèry aplicó los cálculos a la isla-Estado de Nauru pudo comprobar que este método, que funciona para explicar la dinámica de los yacimientos petrolíferos, se podía aplicar también a los fosfatos. Nauru es una isla cuyos dos únicos recursos económicos eran el hecho de ser un paraíso fiscal y las minas de fosfatos. La producción de las minas se agotó casi por completo en 2005, tras 90 años de explotación intensiva por parte de un consorcio anglo-australiano-neozelandés. El modelo predecía adecuadamente el pico de producción de 1973. A día de hoy, el 90% del centro de la isla es un basurero y allí no queda nada que merezca la pena ser extraído.


La mala noticia es que, hagamos lo que hagamos, las minas de fosfatos acabarán por agotarse. De las reservas de fosfatos que se conocen, tres cuartas partes están contaminadas por metales pesados (letales para la vida) o en localizaciones de muy difícil extracción. El 70% de las reservas está en manos de cuatro países: Estados Unidos (el mayor productor, consumidor y exportador), China, Rusia y Marruecos (que tiene casi un 45% de las reservas mundiales). Y no hay un sustituto para los fosfatos como fuente de fósforo, ya que el fósforo no es especialmente abundante y no existe en forma libre. Si a esto le sumamos que la revolución ‘verde’ de los setenta se basó, entre otras cosas, en la existencia de fertilizantes abundantes y baratos... ¿no comienza a formarse una imagen familiar? Ya hay gente que habla de un cambio de la economía centrada en el petróleo a una economía centrada en los fosfatos. Esto tendría, sin duda, repercusiones geopolíticas; por ejemplo, en 2008 el precio del fosfato se quintuplicó, debido al aumento del precio del petróleo y a la demanda creciente de India y China. Ese año, los precios de los alimentos experimentaron un aumento que mandó a 100 millones de personas más a vivir en la extrema pobreza. O, por ejemplo, ¿tendrán algo que ver las minas de fosfatos del Sáhara Occidental con la imposibilidad de la ONU para convocar un referéndum sobre la autodeterminación del pueblo saharaui?


De nuevo, este siglo nos enfrenta a una verdad que tendremos que afrontar si queremos sobrevivir: los recursos naturales son finitos y llevamos muchos años desperdiciándolos. ¿Cuánto tiempo podemos ignorar nuestros problemas?


CAMBIAR DE MÉTODOS La utilización del fosfato no se libra del desperdicio. Los métodos actuales de conversión de mineral a fertilizante desperdician entre el 40 y el 60% del fosfato. Los agricultores utilizan los fosfatos a discreción, para no quedarse cortos, y gran parte de ellos acaban en el mar, provocando invasiones de algas que acaban con el oxígeno de las aguas. Los excrementos animales contienen la mayor parte de los fosfatos presentes en la comida que ingerimos... pero los arrojamos todos juntos, lejos de los campos de cultivo. La buena noticia es que podemos optimizar todos estos factores, a veces con tecnología, la mayoría de veces con un cambio de costumbres. Solo con eso, podríamos alargar la duración de las reservas a más del doble.


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