Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El ojo del artista se asoma al microscopio de Cajal

La exposición ‘Fisiología de los sueños. Cajal, Tanguy, Lorca, Dalí...’, en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, muestra la evidente conexión formal de las obras de los

'Capilares rojos' (2001), de Javier Pérez.
'Capilares rojos' (2001), de Javier Pérez.
José Miguel Marco

El ojo de Santiago Ramón y Cajal se asoma al microscopio y ve lo que nadie ve. Ante una «selva temerosa, donde tantos exploradores se habían perdido», su mirada se abre paso entre los finos detalles de la compleja microanatomía del sistema nervioso. La aclara e interpreta. También caza esos detalles, en forma de delicados dibujos que reproducen fielmente las imágenes microscópicas. Su mano se convierte, como él mismo escribe, en «un instrumento de precisión» del que nacen «dibujos extraños, cuyos detalles se miden por milésimas de milímetro pero que descubren mundos misteriosos de la arquitectura del cerebro».

La maraña cerebral

Un milímetro cúbico de corteza cerebral humana contiene unas 27.000 neuronas y 1.000 millones de conexiones. La contribución más importante de Cajal es, según señala Javier de Felipe, investigador del Instituto Cajal del CSIC, en el catálogo de la exposición, «resaltar las características fundamentales de la estructura a través de la copia exacta de la imagen obtenida con el microscopio». Las dotes artísticas se combinan con la capacidad de interpretar las imágenes de la compleja textura de cada región del sistema nervioso observada. En «un terreno tupido y aparentemente impenetrable de neuronas cuya interacción da lugar a la cognición y al comportamiento», Cajal afronta el desafío de descubrir cómo están estructuradas y conectadas las neuronas, un misterio tras el que se esconde aquello que nos hace humanos.


De Felipe asegura que, dada la dificultad para interpretar las preparaciones histológicas, «el científico se convertía en un explorador e intérprete del mundo microscópico, en un verdadero artista que tenía que copiar de forma exacta las preparaciones histológicas, pero seleccionado lo ‘esencial’».


A De Felipe no le cabe duda de que «para sacar el máximo provecho al estudio de la estructura microscópica del cerebro se requiere una buena dosis de sensibilidad artística». Entre hermosos bosques neuronales, «el propio cerebro se transforma en una fuente de inspiración artística», aguzando la percepción y sensibilidad estética del científico. Así, Cajal es capaz de hallar (cuenta él mismo), el «orden profundo, sutilísimo» que esconde «la maraña cerebral».


El posterior desarrollo de la microfotografía, al tiempo que ha permitido avanzar a la neurociencia, terminó con la época dorada de la expresión artística en la ilustración científica, aunque el jardín de la neurología sigue desplegando la misma belleza ante nuestros ojos.

Ojos abiertos de par en par

Años veinte del siglo XX. Los ojos de Lorca y Dalí abiertos como platos. A los libros y revistas europeas de vanguardia, a los dibujos de Masson, Tanguy, Max Ernst... Ojos heridos por los vientos surrealistas. Ojos que incluso se asoman al microscopio del biólogo Pío del Río Hortega, en el Laboratorio de Histopatología del Sistema Nervioso instalado en la Residencia de Estudiantes. Desde allí ven los mismos paisajes dibujados por la plumilla de Santiago Ramón y Cajal.


Sabíamos que Cajal es uno de los autores más citados en la literatura científica. Ahora descubrimos que también los artistas plásticos -de su época y aun de la actual- también le ‘citan’, innervando sus obras con la morfología de los tejidos nerviosos que Cajal dibujaba. Neuronas, dendritas, axones, capilares sanguíneos, raíces vegetales... crecen sobre lienzos y papeles y conectan con la mirada de Cajal sobre el mundo microscópico. El arte adopta un léxico visual abrazado a esa anatomía secreta.


«Con un ojo en el microscopio y otro en el papel», Cajal dibujó la cartografía del sistema nervioso. Con el Nobel de 1906, estos «paisajes del alma» rompieron las fronteras del mundo científico y pasaron al imaginario colectivo. ¿Qué mejor mapa para orientar el buceo surrealista por el interior del pensamiento? Pelos, células, raíces... son rasgos formales que irían poblando las obras de los artistas del surrealismo, especialmente los españoles, y que aún asoman en el arte actual. Todo ello se muestra en la exposición ‘Fisiología de los sueños’ que puede visitarse en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.


A partir de 1925, «el surrealismo pretendió navegar en las trastiendas de la consciencia y mostrar aquello que estaba oculto y que debía salir», explica su comisario, Jaime Brihuega, profesor de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Cómo llegar tan adentro? Se pensó en la escritura y en el dibujo automáticos. «Los primeros, Masson y Tanguy, tenían en la cabeza, de manera consciente o no, las imágenes de aquellos lugares donde esas cosas ocultas están archivadas: las neuronas». Sus dibujos automáticos empiezan a mostrar formas filamentosas, como las dendritas, neuritas, axones «y generan un mundo capilar: capilar piloso, capilar sanguíneo, radicular y, sobre todo, neuronal».

Del laboratorio al lienzo 


Tras su utilización por Masson y Tanguy, las formas procedentes de la microscopía histológica (la observación al microscopio del mundo celular) se hacen muy presentes en la producción plástica ligada al surrealismo.


Hilos y nervios, rumor de venas corren por los poemas lorquianos. Elementos radiculares o arborescentes crecen desde el pincel daliniano, hermanos visuales de lo neuronal y lo capilar -sanguíneo o piloso: venas o pelos-, en ocasiones con connotaciones sexuales.


Desde finales de 1926 lo biológico está presente en la obra de Salvador Dalí. Pero el parentesco visual es ya evidente entre dibujos de Dalí como ‘Decapitación de los inocentes’ (1929) e imágenes histológicas de Cajal como ‘Corte horizontal del centro cerebroide de la sepia” (1917). Es uno de los ejemplos más ilustrativos de la hipótesis que propone Brihuega: la presencia explícita de referencias a la microscopía histológica, con Cajal como referente fundamental. Esta coincidencia de esquemas compositivos se aprecia en otras obras de Dalí.


Desde 1927, aparecen en dibujos de Federico García Lorca formas filamentosas como axones, formas estrelladas como dendritas de la imaginería cajaliana, pero también formas parecidas a células con su núcleo e incluso números, letras o flechas habituales en los dibujos histológicos.El ojo del huracán


La Residencia «fue el ojo del huracán», el lugar donde «era tan importante que Fulano les leyera un poema como que Mengano les enseñara un tejido. Permitía una visión del mundo poliédrica», destaca el comisario de la exposición.

Culturalmente, Jaime Brihuega reivindica para la ciencia el mismo nivel que la poesía: «No podemos no preguntarnos el porqué y no emocionarnos ante el qué. Son las dos facetas fundamentales».


Las dendritas cajalianas continúan ramificándose en el arte contemporáneo, llegando incluso a camisetas y tatuajes, a la cultura a pie de calle. «Casi es un símbolo», señala Jaime Brihuega, comisario de la exposición ‘Fisiología de los sueños. Cajal, Tanguy, Lorca, Dalí...’.


Trazos como los de la artista María Enfedaque, y muchos otros, aún remiten al mundo de las raíces, de la biología, de la histología. «La idea de que en el mundo microscópico hay un universo maravilloso está muy presente en el arte contemporáneo. Y lo microscópico histológico neuronal tiene una fuerza muy grande -asegura-. A fin de cuentas, todo lo que pensamos, memorizamos y sentimos está ahí, en los músculos del amor, los músculos del dolor, los músculos del horror».


La exposición, producida por el Vicerrectorado de Cultura y Política Social de la Universidad de Zaragoza, reúne más de un centenar de piezas -venidas de diversas instituciones, museos y galerías- que evidencian esos vínculos visuales. A partir de 1929, en todo el surrealismo español, con obras de Óscar Domínguez, García Lamolla. Miguel Prieto o Viola. Y, tras la II Guerra Mundial, con la persistencia de elementos similares en Saura, Ponç, Granell...


?Brihuega reconoce que «el conocimiento que los artistas han tenido de lo científico ha sido siempre muy superficial, más simbólico que otra cosa». Pero los iconos visuales de la ciencia más actual también inspiran a los artistas contemporáneos. «Fue la máquina en las vanguardias históricas y hoy es la tecnología, los agujeros negros, la Gran Explosión...». 

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