Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Homo deportivo. Por qué el ejercicio nos sienta tan bien

Tanto salir a hacer 'footing' al parque como jugar al tenis o disputar un partido de fútbol con los amigos son actividades que nos ayudan a mantener el cuerpo y la mente más sanos durante más tiempo. Además de combatir la depresión, ayudar a los fumadores a dejar el tabaco y reducir el apetito. Médicos, biólogos, fisiólogos, psicólogos y antropólogos descubren cada día nuevos efectos positivos del ejercicio físico, como que es mejor si se practica al aire libre y con música pop o rock de fondo.

"Cuando se trata de recorrer largas distancias, ni un guepardo ni un caballo de carreras pueden vencer a un indio tarahumara". Es lo que afirma el periodista Christopher McDougall en su libro 'Nacidos para correr' (2009) acerca de los indios tarahumara o rarámuri -que significa "la gente que corre"- de México, considerados los mejores corredores de fondo del mundo, extraordinariamente rápidos y resistentes a pesar de que se desplazan con los pies descalzos y de que su nutrición deja bastante que desear. De hecho, McDougall está convencido de que son la prueba viviente de que nuestros antepasados cazaron durante mucho tiempo con el método más eficaz que tenían a mano: persiguiendo a sus víctimas durante horas hasta extenuarlas.Correr nos hizo humanos

La ciencia parece darle la razón. En 2007, Denis Bramble, de la Universidad de Utah, y Daniel Lieberman, de la Universidad de Harvard (ambas de Estados Unidos), llegaron a la conclusión de que fue correr lo que nos convirtió en humanos, al menos en el sentido anatómico.

Según apuntaban en un sonado estudio difundido en la revista 'Nature', el diseño de nuestras piernas y pies, así como de los músculos de los glúteos, está destinado a alcanzar la máxima estabilidad en la carrera.


Esta especialización anatómica surgió hace 3,2 millones de años, como reveló un fósil del hueso del pie de un ejemplar de Australopithecus afarensis descubierto en Etiopía a principios de 2011. El pie de nuestros ancestros era tan arqueado como el del hombre moderno lo cual, según explica Carol Ward, investigadora de la Universidad de Missouri (EE. UU.) y coautora del estudio, supuso renunciar muy pronto a la capacidad de usar el pulgar para agarrarnos a las ramas de los árboles para empezar a vivir en el suelo. A diferencia de los 'pies planos' de los simios, nuestros pies arqueados son más eficientes a la hora de caminar y correr porque amortiguan los golpes y ofrecen un soporte rígido para impulsarnos hacia delante. Pero lo más interesante es que el cambio se produjo antes de que aumentara el tamaño de nuestro cerebro e incluso de que desarrolláramos herramientas.Energía para el cuerpo

Con estos antecedentes, no resulta extraño que a los humanos el ejercicio nos siente tan bien como demuestran cientos de estudios científicos realizados a lo largo de la última década. Y no solo porque, según ha comprobado Patrick O'Connor, de la Universidad de Georgia (EE. UU.), hacer deporte reduce la fatiga y aumenta los niveles de energía más que cualquier otra actividad. Además, las endorfinas y otros opioides que se liberan durante el ejercicio físico y que nos hacen sentir bien tienen importante beneficios cardiovasculares, protegiendo al corazón ante posibles infartos. Ejercitarnos desde jóvenes fortalece los huesos y reduce el riesgo de que se produzcan fracturas óseas al alcanzar la tercera edad, tanto en hombres como en mujeres, según un estudio del Hospital Universitario de Uppsala (Suecia).


A nivel cerebral, Timothy Bussey, neurocientífico de la Universidad de Cambridge, ha demostrado que practicar deporte potencia la neurogénesis, es decir, la producción de nuevas neuronas en el cerebro, sobre todo en zonas relacionadas con la memoria y el aprendizaje. Y la revista 'Nature Neuroscience' se hizo eco de un estudio de la Universidad de Yale (EE. UU.) que revelaba que practicar ejercicio aumenta la expresión del gen que codifica la molécula VGF, que actúa como un potente antidepresivo.


Por si esto no fuera suficiente, las mujeres físicamente activas son un 25% menos propensas a padecer cáncer de mama que las sedentarias, de acuerdo con un estudio publicado en la revista 'British Journal of Sport Medicine'. Otra investigación sugiere que el ejercicio reduce el riesgo de sufrir cáncer de colon en porcentajes similares.


En cuanto al control del peso, además de ayudarnos a quemar calorías, el ejercicio reduce los niveles de la hormona grelina (que estimula el apetito) y aumenta los niveles del péptido YY (que mitiga el apetito), tal y como han demostrado investigadores de la Universidad de Loughborough (Reino Unido). Por su parte, expertos en fisiología del ejercicio de la Universidad de Alabama en Birmingham (EE. UU.) han llegado a la conclusión de que sesiones de 40 minutos de ejercicio dos veces en semana reducen la acumulación de grasa alrededor de los órganos vitales, mucho más peligrosa que la 'antiestética' grasa subcutánea que tanto nos cuesta eliminar de la barriga, las caderas, los muslos…


A esto hay que añadir que una sesión de ejercicio aeróbico moderado, como practicar 'footing', consigue paliar la ansiedad y mejorar la calidad del sueño en pacientes que sufren insomnio crónico, de acuerdo con un estudio de la Universidad Federal de Sao Paulo (Brasil). En concreto, reduce en un 54% la dificultad para conciliar el sueño y aumenta el tiempo total dedicado a dormir en un 21%. Además, mantenernos en buena forma física puede retrasar el envejecimiento biológico hasta doce años, según publicaba hace poco la revista 'British of Sports Medicine'.Mejor con música

Si queremos sacarle el máximo partido al tiempo que dedicamos a hacer deporte, es recomendable practicarlo escuchando música, preferentemente rock y pop. Así se deduce de un estudio publicado en la revista 'Journal of Sport & Exercise Psychology' que revela que la música de fondo puede aumentar la resistencia al ejercicio en un 15%, además de mejorar las sensaciones positivas que genera hacer ejercicio y aumentar el placer que nos produce.


Es más, ni siquiera hace falta practicar un deporte para que tenga un efecto positivo sobre nuestra fisiología: basta hablar de él o ver cómo otros lo practican. A esa conclusión llegó Sian Beiloch, de la Universidad de Chicago (EE. UU.), tras estudiar el cerebro de un grupo de jugadores de hockey y de seguidores de este deporte . Sus experimentos revelaron que, cuando escuchaban hablar de hockey, aumentaba la actividad en áreas cerebrales del lenguaje, pero también en las regiones motoras vinculadas al movimiento. Casi como si se estuvieran ejercitando…

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