Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciegos a la gravedad

En el año 2000, Tercer Milenio estrenó la sección Ciencia soñada con la colaboración especial de uno de los mayores expertos en Física Teórica, a quien pedimos que soñara con el futuro de su rama de la ciencia. Dado que su especialidad es la Gravitación y Cosmología, eligió como anhelo científico la detección directa de la radiación gravitatoria que acaba de confirmarse en 2016. La domesticación de los fenómenos gravitatorios podría abrirnos horizontes que apenas podemos imaginar. El Universo, tan oscuro hoy desde nuestros telescopios, se aparecería ante nosotros en todo su esplendor.

Portada del suplemento Tercer Milenio con el reportaje 'Ciegos a la gravedad' publicada en el año 2000
Portada del suplemento Tercer Milenio con el reportaje 'Ciegos a la gravedad' publicada en el año 2000

Imaginemos una bellísima, extensa y frondosa selva que solo podemos divisar desde el exterior lejano. La selva está plagada de insectos, aves, reptiles, mamíferos y toda clase de especies animales. Los ríos surcan los suelos, y los lagos, charcas y aguas subterráneas se esparcen por el territorio aleatoriamente, llenando de vida sus más remotos lugares. La vegetación es ubérrima, con grandiosos árboles e innumerables plantas de mayor o menor tamaño. Sin embargo, desafortunadamente, desde nuestra lejana posición no somos capaces de ver nada de lo que la selva tiene en su interior. Ni siquiera usando los más sofisticados telescopios podemos adentrarnos en ella, ya que toda la luz que recibimos (la luz es lo que ven los telescopios) proviene del exterior de la selva, es emitida por los árboles más altos. El resto de luz ha quedado atrapado en el interior de la selva, por la opacidad de las cosas. Podemos suponer que hay agua, porque vemos las copas de los árboles, pero no sabemos cuánta, ni dónde. No oímos los ruidos emitidos por las cataratas, ni los cantos de los pájaros, ni las estampidas de los animales. No sabemos, de hecho, si hay fauna... En definitiva, no sabemos apenas nada del maravilloso mundo que esconde tal selva.


Pues bien, digan lo que digan los informativos diarios y algunos científicos entusiastas, ese es pura y llanamente nuestro actual conocimiento del Universo (la selva). No sabemos casi nada de él ni de lo que contiene, salvo los grandes rasgos, porque todo lo que conocemos lo vemos con nuestros telescopios, que miden la luz y otras ondas electromagnéticas (ondas de radio, microondas, rayos X, gamma, etc.), pero parece ser que la mayor parte del Universo (pongamos el 90 por ciento) está formado por materia oscura, o sea, materia invisible para dichos telescopios. Tenemos ante nosotros la más fantástica selva, y no hemos podido aún adivinar siquiera qué contiene, ni cómo se desenvuelve. Somos unos supinos ignorantes.


José María Martín Senovilla es catedrático de Física Teórica de la Universidad del País Vasco

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