Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Con la comida sí se juega

Un niño que, sentado en su trona, lanza el puré, el zumo o la sopa, y se mancha y juega con ellos a la hora de comer aprende mejor las palabras.

Sin la interacción táctil y exploración manual con la comida, los niños tardan más en adquirir vocabulario
Sin la interacción táctil y exploración manual con la comida, los niños tardan más en adquirir vocabulario
Brittany Randolph

No llevaban razón los adultos cuando nos repetían hasta la saciedad que con la comida no se juega. Entre otras cosas porque Helen Coulthard y otros pediatras de la Universidad de Montfort (Reino Unido) comprobaron hace poco que los niños que no tienen miedo a meter sus manos en puré de patatas o en una fuente de pegajosa gelatina son menos propensos a desarrollar neofobia, es decir, miedo a probar sabores nuevos. Y eso les permite tener una dieta más variada y completa, rica en frutas y verduras. A esto se le suma que un niño de 16 meses que, sentado en su trona, lanza el puré, el zumo o la sopa, y se mancha y juega con ellos a la hora de comer, aprende mejor las palabras, tal y como aseguran desde la Universidad de Iowa (Estados Unidos). Sin esa interacción táctil y exploración manual –por muy pringosa que sea–, tardan más en adquirir vocabulario.

Ni siquiera hay que alarmarse si a los críos les da por comer tierra. Después de todo, la geofagia puede incluso ayudar a proteger el estómago frente a toxinas, parásitos y patógenos de diferente índole.

Lo de mascar chicle es otro cantar. Para empezar, el acto de mover arriba y abajo la mandíbula aumenta el flujo de saliva dentro de la boca. Y si mascamos después de comer, ese incremento de la salivación ayuda a neutralizar los ácidos que producen las bacterias de la placa dental en contacto con la dentadura. Es decir, que evita que se nos caigan los dientes. Y como la saliva contiene calcio y fosfato, el esmalte dental se fortalece.

Por si fuera poco, es ya un hecho que le damos mejor al ‘coco’ con un chicle en la boca. Analizando la sesera humana con resonancia magnética, investigadores nipones demostraron que las áreas del cerebro relacionadas con el nivel de atención, el control motor y el procesamiento cognitivo se vuelven más activas mientras masticamos chicle. Y hasta la memoria a corto plazo mejora cuando un niño estudia con goma de mascar. Incluso les ayuda a relajarse.

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