Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Así escucha tu cerebro en las fiestas

Igual que un técnico de sonido manejando una mesa de mezclas, nuestro cerebro da volumen a lo que interesa y le quita voz a lo que consideramos que no merece atención, por muy estridente que sea.

¿Cómo podemos prestar atención selectiva a lo que nos susurran en medio del entorno más ruidoso?
¿Cómo podemos prestar atención selectiva a lo que nos susurran en medio del entorno más ruidoso?
Simenon

Sonoras risotadas entre los comensales, ruido de cubiertos apurando la sopa, niños que gritan y corren de un lado para otro, el tío Javier con un constipado de narices que no para de toser, tintineos de copas, por no hablar de las zambombas y las panderetas calentando motores para cuando llegue el momento de cantar los villancicos. Y tú, mientras, enfrascado en una interesante conversación con tus vecinos de mesa intentando no perderte ni un detalle.

Las fiestas navideñas suponen todo un reto para nuestros oídos. Sin embargo, somos capaces de prestar atención selectiva a lo que nos susurran en medio del entorno más ruidoso imaginable. Es lo que se conoce como "efecto cóctel" de la audición, y hasta hace poco carecía de explicación científica. La cosa cambió hace cuatro años, cuando un estudio de la Universidad de California (EE UU) publicado en la revista 'Nature' resolvió el misterio.


El mérito fue de Edward Chang y su equipo de neurocirujanos. Habían empezado a preparar para una intervención a tres pacientes de epilepsia severa a quienes les habían colocado 256 electrodos en la sesera para registrar la actividad de su cerebro durante toda una semana. Y decidieron realizar un experimento para analizar la actividad de la corteza temporal cuando se reproducían palabras de dos hablantes a la vez. Los resultados mostraron que, cuando se les pedía que identificasen lo que decía solo una de las voces, la corteza cerebral solo respondía a las palabras de esa voz, ignorando por completo al segundo locutor. Los investigadores concluyeron que en las estructuras superiores del cerebro no se refleja todo el entorno acústico externo, sino que solamente llega lo que queremos o necesitamos escuchar. Del resto, no hay ni rastro: directamente se eliminan. "Esto explica por qué una persona normal puede entrar a una habitación estruendosa y mantener una conversación privada con facilidad, como si todo el resto de voces y sonidos de la estancia enmudecieran", explican los autores.

Igual que un técnico de sonido manejando una mesa de mezclas, nuestro cerebro se dedica dar volumen a lo que interesa y le quita voz a lo que consideramos que no merece atención, por muy estridente que sea.


Filtrar los sonidos de la conversación resulta más cómodo si parloteamos con alguien que resulta familiar que si lo hacemos con un extraño. De acuerdo con una investigación canadiense, se debe a que lo que oímos y entendemos en una conversación depende de los sonidos a los que estamos habituados. A esto se le suma que si tocamos algún instrumento, charlar en medio de un estruendo también se nos dará bastante mejor. Los expertos lo atribuyen a que a los músicos se les entrena para discernir sonidos y concentrar la atención en el solista, la batería u otro elemento de una banda o una orquesta, e ignorar el resto.


La edad, sin embargo, juega en nuestra contra. A medida que envejecemos, el efecto cóctel se reduce considerablemente. De hecho, que sea necesario repetirles más de una vez las cosas a algunas personas mayores no se debe a que sean duras de oído. Una investigación dada a conocer en 'Journal of Neurophysiology' el pasado otoño reveló que a partir de los 61 años la respuesta cerebral a lo que los demás nos dicen es más débil. Incluso si el oído está perfectamente sano, a los mayores les cuesta más procesar el habla humana, sobre todo si el entorno es ruidoso. Un efecto inevitable del paso de los años que los investigadores creen que se podría superar con el adecuado entrenamiento cerebral.

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