Tercer Milenio

En colaboración con ITA

El experto aficionado con 8 teras de fotos de naturaleza

Fotografía de Jorge de la Cruz
Fotografía de Jorge de la Cruz
Jorge de la Cruz

"Años de aprendizaje, de trabajo, de madrugones y salidas fallidas y mucho campo" están detrás de los 8 teras de fotografías de naturaleza que atesora (y comparte) Jorge de la Cruz. Este "maestro de escuela de profesión y vocación y fotógrafo de naturaleza por pasión" ha logrado preservar "esa conexión niño-naturaleza" que suele esfumarse.


Se recuerda en la guardería con un enorme libro de animales y, ante el televisor, los sábados por la noche, sin perderse uno solo de los programas de Félix Rodríguez de la Fuente. Pero fue una foto en 'National Geographic', de un reportero gráfico metido en el agua tras un ejemplar, la que le hizo decirse: "Quiero ser como él".


Su pasión por los pájaros comenzó torpemente, encerrándolos en jaulas para verlos de cerca. Avistó sus primeras aves, con prismáticos prestados, en las Hoces del Duratón y, asomado a un telescopio terrestre, le impresionó para siempre la cópula de dos buitres leonados. Pronto se compró el suyo propio y una guía de aves para distinguir las especies, empezó a tomar sus primeras fotos y acabó asociándose a SEO/Birdlife.


Llegó un día en que "dejé de seguir a las aves para esperar a que ellas vinieran". Como cuando, en el marco de su proyecto Aves Carroñeras, se escondió de noche junto a un corzo muerto para, horas después, ver llegar a los cuervos, los milanos y los buitres.


Sus retratos ornitológicos hacen que la gente rompa con esa idea urbanita de que los pájaros son de color pardo, grises y marrones. Y, a través de las charlas, agricultores y niños "valoran la riqueza ambiental que tienen en su propio pueblo".


Este científico ciudadano de carne y hueso se asomó el jueves por la jornada organizada por la Fundación Ibercivis. Segoviano y de nombre Jorge, el programa lo presentaba con un bello oxímoron: "Experto aficionado a la ornitología". No es el primero.Nuevas conexiones

"El primer científico ciudadano fue Einstein, que trabajaba en una oficina de patentes en Suiza y, en sus ratos libres, escribía la teoría de la Relatividad". Así lo cree Eva Méndez, vicerrectora de Estrategia y Educación Digital de la Universidad Carlos III, miembro de la Open Science Policy Platform de la Unión Europea y "militante del conocimiento abierto". Su charla constató que la ciencia ciudadana, uno de los pilares de la Ciencia con y para la sociedad que impulsa la UE, genera nuevas conexiones entre científicos y profanos.


Pero, a día de hoy, la ciencia ciudadana "necesita un marco de reconocimiento para entrar en la misma liga que los científicos profesionales". "La ciencia formalmente establecida pasa por unos parámetros de evaluación que el científico ciudadano no tiene -considera-; investiga porque le gusta, sin la presión, que llega a ser una dictadura, de tener que publicar". Y abogó por un cambio en la evaluación científica para el éxito de la Open Science.


Méndez defiende una cultura de la generosidad y del Open Data. "Para que la ciencia se convierta en algo justo hay que sistematizar el acceso a los datos". Pero no de cualquier manera, sino de modo que los datos utilizados en la investigación y resultado de ella sean reusables, accesibles, interoperables y encontrables. Así, la ciencia financiada con fondos públicos, devuelve a la sociedad los datos que obtiene. Asumiendo que "si yo tengo un conocimiento y lo comparto, no lo pierdo".Datos regalados

Pero, muchas veces, son los científicos ciudadanos quienes regalan a la ciencia, y a la sociedad, toneladas de valiosos datos que no tienen precio. Así, los programas de seguimiento de la Sociedad Ornitológica Española (SEO/Birdlife) movilizan a miles de voluntarios coordinados por comités de expertos (también voluntarios). Las aves son un indicador del estado de salud de los ecosistemas. Si concretamos, el Índice de Aves Agrícolas es un dato oficial usado para la PAC. Los censos de aves acuáticas determinan cuándo y dónde pueden cazarse. El Atlas de aves hibernantes es básico para cualquier consultora ambiental. Lo contó Luis Tirado, delegado de SEO/BirdLife en Aragón, en la jornada celebrada en el Pignatelli, sede del Gobierno de Aragón. No habría dinero para pagarlo. Cuatro años de trabajo de campo de los miles de participantes (1.800 en primavera, 2.700 en invierno) en la elaboración de los atlas, más la coordinación, compilación y análisis de resultados, costaría 5 millones de euros.


Begoña García, investigadora del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), también estima como "impagable" lo que aportan los cien voluntarios que apadrinan plantas y contribuyen a conocer la vulnerabilidad real, "con datos reales" de las especies de la red de monitorización de plantas. "Necesitamos completar nuestro conocimiento imperfecto", reconoce.Caza un transient en el cielo

El Observatorio Astronómico de Javalambre necesita ayuda para analizar las imágenes captadas incansablemente por los telescopios que se han propuesto cartografiar, en seis años, todo el cielo visible desde el Hemisferio Norte. Las más de 8.000 imágenes tomadas cada noche suponen 70 gigas a la hora, entre 1 y 1,5 teras por noche. Un alud de imágenes que, además, hay que analizar a ojo en busca de 'transients': supernovas, núcleos activos de galaxias, etc., que solo pueden distinguirse haciendo un seguimiento espectroscópico de los candidatos confirmados.


"Los científicos ciudadanos nos hacen falta", clamó la investigadora del Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón Luisa Valdivielso, "Necesitamos gente que ayude a analizar datos" y a localizar formas con pinta de supernova. Por eso, en colaboración con la Fundación Ibercivis y el Bifi, trabajan para poner en marcha el proyecto Supernovae. "Puede haber unos 2.000 candidatos de supernova por noche y se espera confirmar unas 6.000 al final del proyecto". Con ayuda de la ciencia ciudadana.

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