Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Lindano, el enemigo silencioso

Estado de la antigua fábrica de lindano Inquinosa, en Sabiñánigo.
Estado de la antigua fábrica de lindano Inquinosa, en Sabiñánigo.
Rafael Gobantes

El lindano es un insecticida clorado de amplio espectro que se utilizó en agricultura, en ganadería contra parásitos y en humanos, para el tratamiento de piojos y sarna. Por sus efectos secundarios, la toxicidad de sus residuos y su contaminante proceso de obtención, desde el año 2000 está prohibida su fabricación y comercialización en la UE.


Este compuesto, también llamado hexaclorociclohexano (HCH), es muy traidor, ya que no se puede detectar fácilmente cuando lo ingerimos. Se almacena en los tejidos grasos de los seres vivos, donde puede permanecer decenas de años; es lo que se conoce como bioacumulación. Este tipo de contaminantes se va depositando a lo largo de la cadena alimentaria. Así, según explica Dolores Romano, responsable del área de químicos de Ecologistas en Acción en España, «peces que viven en un río contaminado con estas sustancias presentan concentraciones mucho más elevadas que las presentes en el agua; a su vez, los animales que se alimentan de estos peces acumulan una mayor concentración; y las personas, que estamos en la cima de la cadena alimentaria, vamos acumulando también estos contaminantes en nuestras grasas».


Todos los isómeros de HCH (diferentes formas químicas del mismo compuesto) son tóxicos por inhalación, a través de la piel y por ingestión. Según un informe de Naciones Unidas, esta sustancia tóxica persistente y bioacumulativa causa daños en el hígado, el sistema inmunológico y sobre la reproducción, efectos adversos en el desarrollo (crecimiento o reducción de niveles de testosterona) o genotoxicidad (daños en el ADN). Además, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer ha clasificado el alfa, beta y el gamma HCH como posibles cancerígenos para los seres humanos.Persistente y viajero

Desde el CSIC, el investigador Enrique Navarro, que estudia el impacto de estos residuos en los ecosistemas, asegura que «la intensa utilización del HCH durante tantos años en todo el mundo, sumada a su elevada persistencia en el medio –es difícil de degradar– y a su facilidad para ser transportado a largas distancias, por el viento o el agua, ha hecho que encontremos sus residuos en cualquier lugar». «Desde la Antártida a los lagos más inaccesibles del Pirineo, en todos hallamos trazas de este compuesto», afirma. El investigador concluye que muchos de los efectos del HCH sobre los ecosistemas o sobre las personas expuestas tardarán años en ser detectados y valorados adecuadamente.

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