Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Se nos olvidará escribir a mano?

En 2015 se vendieron más de 1.900 millones de smartphones, tabletas y portátiles en todo el mundo. En una sociedad cada vez más digitalizada, el papel y el bolígrafo van perdiendo su espacio, lo que plantea una pregunta: ¿se nos olvidará escribir a mano? Neurocientíficos, educadores y psicólogos confirman los beneficios de la escritura tradicional, especialmente para el aprendizaje infantil, y advierten del peligro de dejar de enseñarla en las aulas.

Tras escribir a mano, el cerebro activa la red que usa para leer y escribir.
Tras escribir a mano, el cerebro activa la red que usa para leer y escribir.
JOSÉ VICENTE JIMÉNEZ RIBAS | CC

Carlota sujeta fuerte el bolígrafo. Es consciente de que hoy ha pasado del lápiz al boli que usan los adultos y no pregunta por qué. Ella sabe que, a sus 4 años, ya es mayor y se afana por mostrar a sus padres las letras que ha aprendido en el colegio. En un pequeño cuaderno va dibujando vocales, sin levantar el bolígrafo del papel, apretando con fuerza.


«Le encanta escribir. Se pasa el día escribiendo y pintando. En el cuarto de juegos tiene una pizarra y le gusta mucho. En cuanto aprende una letra se pasa horas haciéndola», nos cuenta Paola, su madre. En casa también tienen una tableta electrónica, que la niña y su hermano Jon, de 2 años, saben usar con soltura.


En el colegio de Carlota no utilizan estos dispositivos. Sus padres tuvieron que elegir entre matricularla en un centro con un programa educativo fuertemente digital, con 28-30 alumnos por clase –la ratio más alta–, o al que asiste ahora, donde se prima la escritura a mano y las aulas no están tan masificadas. «No puedes negarte a la evolución. Los niños tendrán que saber usar las tabletas», reconoce Santiago, el padre. Por eso, Carlota y Jon juegan con ellas en casa siempre que quieren.


El proceso de aprendizaje de escritura y el de lectura están fuertemente relacionados. Primero, los niños empiezan escribiendo las vocales en letra cursiva –los caracteres conservan todos sus ‘rabitos’ y se forman sin levantar el lápiz del papel–. Después, pasan a las consonantes y, luego, comienzan a leer.


Un proceso que en países como Finlandia está cambiando. A partir de agosto, la escritura de tipo cursiva será optativa. Sí será obligatoria la manual de tipo imprenta, que son las letras tal y como aparecen en los teclados. Además, aprender a escribir con las teclas de un dispositivo electrónico pasará a ser una asignatura obligatoria desde el primer año de colegio.


«La escritura a mano no debería excluirse de los planes de estudio, pero es cierto que la cursiva es una práctica bastante antigua y que hoy en día no se utiliza», explica Dieter Van Thienen, investigador del departamento de Informática de la Universidad Vrije de Bruselas (Bélgica). Desde su punto de vista, es una decisión acertada por parte de Finlandia sacar la escritura en cursiva del plan obligatorio, siempre y cuando se mantengan las habilidades de escritura manual de los niños.


En cuanto a enseñarles a teclear para reforzar sus destrezas digitales, Van Thienen está completamente de acuerdo. «La comunicación escrita hoy en día se hace usando un teclado», destaca. Las cifras lo demuestran: el año pasado se vendieron más de 1.900 millones de smartphones, tabletas y ordenadores portátiles en todo el mundo, según la consultora IDC.

Distintas áreas cerebrales

Otros científicos muestran sus dudas ante esta medida de las autoridades finlandesas. Aunque la mayoría de los expertos consultados están de acuerdo en que enseñar a escribir con un dispositivo digital es algo positivo para los menores, algunos ven perjudicial que la cursiva sea optativa y pueda desaparecer.


«Es importante para el desarrollo cognitivo», afirma Donghee Shin, profesor en la Universidad Sungkyunkwan de Corea del Sur. Pero lo cierto es que no existen estudios científicos que demuestren los beneficios de este tipo de escritura frente a la de imprenta. Solo uno de 1929 donde se describe a la cursiva como «más legible para los negocios y las necesidades sociales», algo completamente obsoleto en el siglo XXI.


Sí son numerosos los trabajos que comparan la escritura manual con la digital, especialmente desde el punto de vista neurológico. Karin Harman James, del departamento de Ciencias Cerebrales y Psicológicas de la Universidad de Indiana (EE. UU.), es una de las mayores expertas. «Escribir a mano es importante para el aprendizaje temprano de las letras, así que espero que los sistemas educativos mantengan algún tipo de escritura de este tipo», comenta.


En uno de sus estudios analizó con imágenes de resonancia magnética funcionales qué regiones cerebrales se activaban en niños de 5 años al ver diferentes letras y formas que previamente habían memorizado por tres métodos distintos: escribiéndolas a mano, dibujándolas o con un teclado.


Aquellos niños que las habían aprendido a mano empleaban más tres áreas del hemisferio izquierdo –el giro fusiforme izquierdo, el giro frontal inferior izquierdo y el córtex del cíngulo anterior– que los menores que habían utilizado un teclado. En comparación con los dibujos, la escritura a mano requería también más actividad en el córtex parietal posterior y en el giro fusiforme izquierdo. Todas estas regiones están involucradas en el aprendizaje de lectura y escritura. «Tras escribir a mano, el cerebro activa la red que usa para leer y escribir», confirman los autores. Los resultados reflejaron que la escritura a mano facilita la percepción de las letras y también es importante para su procesamiento cerebral.


Aunque los beneficios de la era digital son innegables, no cabe duda de que olvidar la escritura a mano repercutiría negativamente en el aprendizaje infantil. «Sería negativo para los niños porque aprenderían peor el alfabeto, de forma más lenta y menos completa, y eso afectaría y a su capacidad lectora», advierte Wiley, que ve consecuencias a nivel cerebral para las nuevas generaciones. Pero esa situación solo se daría si desaparecieran de los colegios los rotuladores, los lapiceros y los sacapuntas, algo que, a corto plazo, no parece que vaya a suceder. Los especialistas recalcan que la escritura tradicional y la digital no son excluyentes y deben ir de la mano.


Ajena a este debate, Carlota ha conseguido trazar la ‘i’ minúscula con su punto sin confundirse y la muestra con una sonrisa de satisfacción. A su lado, entre suspiros, su hermano de 2 años juega con la tableta. Se le resiste el puzle de la ballena azul. Carlota deja el bolígrafo y le ayuda. Por algo es la mayor; ya sabe escribir con boli.

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