Son dos logotipos en uno. Lo analógico y lo digital se quieren, se necesitan en la imagen de Remolacha Hacklab, el laboratorio hacker de La Azucarera. La planta de remolacha vive allí, en su urna, con riego por goteo y luz de crecimiento. Le gusta también la música. Tiene lo justo para sobrevivir, pero si van muchas personas a este espacio dedicado a la programación creativa y le dedican unos minutos al logo, éste crecerá y crecerá, haciendo crecer también a su avatar digital.

"El logo digital se ha diseñado con los mismos parámetros de temperatura, humedad de la tierra y humedad del aire y, si alguien alimenta a la planta, el logo crece, si alguien le echa agua, el logo se vuelve más líquido, se mueve como sumergido en un líquido", explica Luis Martín Nuez, uno de los programadores que han trabajado en este novedosísimo proyecto, sobre un diseño de Miguel Frago.

Más sobre la interacción de ambos logos y de éstos con las personas que acuden al espacio de experimentación de Zaragoza Activa: "Cuanta más temperatura haya -añade Martín-, observaremos un mayor número de pliegues en la imagen, si la humedad en la tierra aumenta, se distorsiona el anillo que da forma a la imagen corporativa y, si la humedad del aire sube, lo hace también la velocidad con la que se mueve el logotipo".

Así, "la monitorización de la remolacha, de su evolución, sirve para dar vida al símbolo digital mutante". Los creadores del primer logo viviente del mundo lo ven como "un indicador de si el espacio funciona", como un "sensor 'humano", porque, cuanta más gente pase por ahí y dedique unos cuidados a la planta, más crecerá el logo. Cuidados colaborativos. Ciencia ciudadana. Tecnologías del internet de las cosas. Diseño gráfico líquido.