Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Del fuego al cielo

¿Por qué el cielo de Inglaterra se ha vuelto naranja? El huracán Ofelia, convertido ya en tormenta, y los fuegos de Galicia y Portugal tienen algo que ver.

El color del cielo ha cambiado en Londres
El color del cielo ha cambiado en Londres
Efe

Los incendios provocados por la mano del hombre que el pasado fin de semana asolaron gran parte de Galicia y el norte de Portugal fueron también responsables de un llamativo efecto colateral atmosférico. Así, el martes 17, el cielo de Inglaterra se tiñó de naranja. Un fenómeno motivado porque los restos del huracán Ofelia, convertido ya en tormenta al desembarcar en las islas británicas, arrastraron grandes cantidades de cenizas y humo originados en los fuegos del noroeste peninsular (además de polvo sahariano), saturando las capas bajas de la atmósfera de estas partículas. La dispersión de la radiación solar debido a su presencia fue la responsable en última instancia de la inusual –que no insólita como se verá más adelante- tonalidad del cielo.

Lo anterior se explica atendiendo a que la luz blanca es la suma o combinación de todos los colores o franjas de la región visible del espectro electromagnético (o, para abreviar, del espectro visible). De la azul a la roja. Cada una con una longitud de onda asociada ligeramente diferente. Esta longitud de onda puede entenderse como la zancada de los fotones. Cuanto menor sea esta zancada, más fácil es tropezar con los obstáculos presentes. En cambio, una zancada más amplia permite salvarlos y seguir avanzando.

Una explicación en dos zancadas

En el caso de la luz blanca, la región azul de longitud de onda -de zancada- más corta, tropieza con las partículas de polvo y ceniza en suspensión, se ve obligada a cambiar de dirección y desviarse y en consecuencia no alcanza la superficie terrestre. Por el contrario, la región roja-naranja, de mayor longitud de onda o zancada, es capaz de superarlas y seguir avanzando en línea recta hasta alcanzar la superficie. Por eso los londinenses pudieron disfrutar de un cielo anaranjado, porque es el color que les llegaba.

Y si no es un hecho insólito es porque un evento análogo ya había acontecido en 1883. Entonces la masiva erupción del volcán de la isla Krakatoa, en Indonesia, en el mes de agosto, inyectó ingentes cantidades de polvo y humo en las capas altas de la atmósfera, donde los vientos las transportaron por todo el globo. En noviembre de ese mismo año alcanzaron el norte de Europa tiñendo sus cielos de un vibrante color rojo anaranjado. También los de Escandinavia. En un episodio que impactó sobremanera al pintor noruego Edvard Munch, quien entonces registró en sus diarios el fenómeno y las emociones desatadas. Años después los plasmaría en su inmortal cuadro 'El grito'.

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