Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Suenan mejor los stradivarius?

Los violines fabricados por Antoni Stradivari son únicos, verdaderas obras de arte. Pero ¿realmente su sonido es superior al de otros violines? Los científicos han sometido a los stradivarius a un estudio doble ciego para comprobarlo

En una audición a ciegas, ¿distingue un músico experto su sonido del de un violín moderno?
En una audición a ciegas, ¿distingue un músico experto su sonido del de un violín moderno?

El mito

Este mito no necesita introducción. Los violines fabricados por el artesano italiano Antoni Stradivari (1644–1737) suenan mejor que ninguno. Los artistas –y los coleccionistas– se pelean por conseguir los instrumentos fabricados por el genio de Cremona. En 2006, un comprador anónimo pagó más de tres millones y medio de dólares por un ‘stradivarius’ en una subasta de la prestigiosa casa de subastas internacional Christie’s. Sus elevadísimos precios hacen que incluso los violinistas más prestigiosos tengan que tocar con instrumentos ‘prestados’ por mecenas ricachones o museos estatales. Los violines stradivarius son verdaderas obras de arte, no cabe duda. Pero, ¿de verdad suenan mejor que otros violines? ¿Merece la pena el desembolso?

Verdadero o falso

Lamento quitaros la ilusión de un porrazo: no, no suenan mejor. O, al menos, eso es lo que dice la ciencia. El público es incapaz de distinguir un stradivarius de un violín moderno. Y, todavía peor, ni siquiera el más refinado melómano o un músico experto sería capaz de reconocer la diferencia.

Al menos eso han demostrado en varios estudios unos investigadores de la Universidad Pierre y Marie Curie de París (Francia). Haciendo ‘catas a ciegas’, donde los intérpretes tocan detrás de una cortina, preguntaban al público sobre la edad y la calidad de los instrumentos. Como sucede a menudo con los vinos, nadie acertaba. Bueno, no eran capaces de acertar más veces de las que acertaría alguien adivinando al azar.

El desarrollo experimental que plantean los científicos es impecable. El estudio es metódico hasta decir basta. De hecho, ni siquiera los violinistas sabían qué instrumento tocaban ya que, antes de salir a un escenario pobremente iluminado, los investigadores les vendaban los ojos. En ningún momento sabían si les estaban dando un violín de lujo o uno de todo a cien.

Esto es lo que en ciencia se llama un estudio doble ciego: ni los investigadores ni los sujetos que llevan a cabo el experimento saben de qué va la película hasta que acaba. Haciendo estudios doble ciego se minimizan las influencias de posibles sesgos. Son especialmente útiles en medicina para determinar la eficacia de nuevos fármacos. Los estudios doble ciego son mejores desmitificadores que el aquí firmante: han conseguido desmontar patrañas como la homeopatía, el reiki o las flores de Bach (que se llaman así por un charlatán inglés que vivió en el siglo XIX y que nada tiene que ver con el famoso compositor alemán).

Lamento haberos decepcionado, queridos lectores. Si os sirve de consuelo, a mí tampoco me hizo ilusión saber que todo esto del sonido de los stradivarius no era más que un mito. Como amante de la música, más aún de la música de violín, me dolió leer el estudio y me sentí engañado. Pero esa amarga sensación duró poco. Porque he tenido la suerte de hablar con el violinista Cibrán Sierra, miembro del Cuarteto Quiroga (@CuartetoQuiroga) y profesor de Música de Cámara del Conservatorio Superior de Música de Aragón. «El valor de tocar un stradivarius, o cualquier gran instrumento antiguo, no se mide solo en la indudable y extraordinaria calidad de su sonido, sino en que el músico que lo hace sonar se convierte en pasajero de una emocionante historia centenaria», me dijo. Queda claro que, a pesar de lo que digan los estudios y vuestro querido Desmitificador, el sonido de un stradivarius siempre será mágico gracias al arte de quien lo toca.

De propina
La propina de hoy no es muy científica. Pero tampoco la sección lo es mucho, no nos engañemos: he acabado el párrafo anterior ignorando el resultado de unos meticulosos estudios científicos y hablando de magia. La propina de hoy está, como no podía ser de otro modo, dedicada a Stradivarius. El lutier italiano no solo fabricó violines; también hizo violas, violonchelos, violas de gamba e incluso guitarras. Incluso creó conjuntos decorados ‘a juego’. Uno de ellos, un quinteto de cuerda conocido como los ‘Stradivarius Palatinos’, está custodiado en el Palacio Real de Madrid. «Stradivarius hay muchos, pero decorados y construidos (para tocarlos) como grupo, solo estos», comenta Cibrán Sierra. Y él sabe mucho de estos instrumentos. Precisamente el Cuarteto Quiroga es, en estos momentos, el encargado de sacar estos instrumentos de las vitrinas cada cierto tiempo para que podamos disfrutar de su maravillosa sonoridad. De hecho, el jueves 8 ofrecieron un concierto con este singular conjunto de stradivarius en el Palacio Real de Madrid.

Para saber más
Para empezar, recomendamos escuchar al Cuarteto Quiroga, bien tocando los Stradivarius Palatinos en cualquiera de sus vídeos en Youtube, o bien en directo, en uno de sus conciertos. Si os ha gustado este artículo que combina música y ciencia, os encantará ‘El pulgar del violinista’, de Sam Kean (Ariel). Y si, después de leer sobre Paganini, pulgares y ADN, os quedáis con ganas de más anécdotas científicas, corred a por otra fantástica obra del mismo autor: ‘La cuchara menguante’ (Ariel).Fernando Gomollón-Bel Químico y divulgador científico
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