Tercer Milenio

En colaboración con ITA

'La llegada': ¿pensamos como hablamos?

La película 'La llegada' estaba nominada a ocho Oscar pero solo se llevó uno, el de montaje de sonido. Su protagonista es, precisamente (pero no solo), la comunicación.

En 'La llegada', una experta lingüista intenta aprender a comunicarse con los alienígenas que han llegado a la Tierra
En 'La llegada', una experta lingüista intenta aprender a comunicarse con los alienígenas que han llegado a la Tierra
Paramount / FilmNation / Lava Bear Films / 21 Laps Entertainment

Pareció un guiño irónico. Estaba nominada a ocho premios pero solo se llevó uno, el de montaje de sonido. Un premio menor con el que quisieron decir: no te vamos a dar más, pero tranquilo, hemos pillado de qué va. Va de la comunicación, ¿no?

'La llegada' es un gato cuántico de la ciencia-ficción. Lo es y no lo es. O lo es de una manera en la que tantas otras películas no lo han sido. Un puñado de naves extraterrestres visitan la Tierra y nos aguardan levitando en distintos rincones del planeta. Hay ruido y hay miedo y hay una amenaza latente porque nadie sabe qué quieren ni a qué han venido. Porque nadie sabe de qué manera es posible comunicarse con ellos.

Basada en el relato 'La historia de tu vida', del más que premiado escritor de ciencia-ficción Ted Chiang, su protagonista no es ni astronauta ni militar, ni un héroe o heroína de acción. Ni siquiera es una científica espacial como lo era Jodie Foster en su vecina 'Contact'. La ciencia-ficción es una excusa, un punto de partida, no un objetivo. Sus protagonistas son la comunicación (¿el sonido?) y el lenguaje y Amy Adams, una lingüista, la encargada de encontrar la forma de hablar con los extraterrestres. Su protagonista es su propia estructura.

Sobre la estructura (sin spoilers significativos): la película se cuenta como una fragmentación circular. Hay otras películas fragmentadas, pero su objetivo suele ser el extrañamiento (véase 'Exótica', de Atom Egoyan, que planeó durante años envuelta en el humo del programa de Garci). Aquí, en cambio, responde a una necesidad, a una forma más inmediata de unir forma y fondo. Solo cuando la estructura se cierra, la película termina de abrirse. Es ella la gran protagonista.

Sobre Amy Adams: cuando la película se abre, y solo en ese entonces, entendemos que su personaje protagoniza con su hija una escena de una sinceridad brutal y al mismo tiempo ambigua. Una sinceridad en la que aspirar a vivir. Aparte de eso, y de las misteriosas razones por las que no estuvo nominada, dos frases que dice y que le dicen:

“Necesitamos asegurarnos de que entienden la diferencia entre un arma y una herramienta. El lenguaje es complicado, y a veces puede ser ambos”. “Su lenguaje escrito no tiene ninguna dirección. Los lingüistas llaman a esa ortografía no lineal. Lo que plantea la pregunta: ¿es así como piensan?”.Sobre la primera: cuánto damos rutinariamente por sentado de nuestro lenguaje. Sobre la segunda: los alienígenas se comunican por complejos símbolos circulares parecidos a los uróboros, una suerte de dragones o serpientes mordiéndose la cola (el símbolo revelador de la estructura del benceno en el sueño de Kekulé). Descifrarlos es la tarea de Amy Adams, y al hacerlo y para hacerlo es cuando aparece la hipótesis científica que sustenta e impulsa la película: la hipótesis de Sapir-Whorf.

¿Pensamos como hablamos?

Según esta hipótesis, el lenguaje no es un vehículo universal de pensamiento. Al contrario, los distintos idiomas no son equivalentes, y la lengua materna condiciona cómo vemos y pensamos el mundo. Justo la idea opuesta a la de la gramática universal de Noam Chomsky, según la cual todos los idiomas obedecen a los mismos principios como algo innato, natural, consecuencia ineludible y directa de nuestro cerebro.

Sapir y Whorf se basaron en estudios con lenguas indígenas. Por ejemplo, en las de los indios Hopi, que no parecen distinguir entre pasado, presente y futuro. O las de los Zuñi, que no tienen palabras diferentes para el amarillo y el naranja. Según su hipótesis, los primeros no tenían noción del tiempo más allá de “las cosas que pasan”, y los segundos apenas podían distinguir los dos colores. Esa sería la versión 'fuerte', en la que el lenguaje determina la visión de la realidad. Pero, como corrobora Cedric Boeckx, profesor ICREA de Lingüística en la Universidad de Barcelona: “Esa versión ha sido desacreditada”. Entre otras cosas porque las observaciones eran incorrectas: los Hopi sí tienen palabras para los tiempos verbales y los zuñi son capaces de distinguir el amarillo y el naranja. Pero hay una versión débil, y esa no se ha podido refutar.

La versión débil dice que la lengua materna no determina nuestra versión del mundo, pero que sí la afecta. Y algunas de las pruebas vienen también de los colores. Los Zuñi distinguían los tonos, pero tardaban más que aquellos que hablaban en inglés. Y otro ejemplo viene de los rusos, que al tener dos palabras para diferentes tonos de azul son capaces de distinguir sus variaciones más rápido que los ingleses, que solo tienen 'blue'.

¿Y Chomsky? ¿Tiene una versión fuerte? La tiene, pero también “ha sido muy atacada”, según Boeckx. De la misma forma, “es difícil establecer cómo su versión débil podría ser falsa”.

¿Y los extraterrestres de 'La llegada'? Sean de Chomsky o de Sapir y Whorf, seguramente algo en su genética o en las áreas cerebrales relacionadas con el lenguaje eran diferentes a las de los humanos. Esto es algo de lo que sabemos sobre las nuestras.

Los genes y las zonas del lenguaje

Aunque haya quien dice que es lo que nos hace propiamente humanos, apenas sabemos nada de la genética del lenguaje. El único gen relacionado que conocemos es el llamado FOXP2, un 'coordinador' cuya proteína es solo en dos aminoácidos diferente a la de los chimpancés y cuya importancia se descubrió en una familia inglesa. Allí, una mutación hacía que tuvieran dificultades para hablar. Tampoco gesticulaban, sufrían dislexia y mostraban problemas gramaticales.

¿Y las zonas en el cerebro? Ahí se sabe algo más. Curiosamente, aunque FOXP2 tiene una acción global, el lenguaje en el cerebro parece funcionar de forma modular. Dos pequeñas áreas, generalmente situadas en el lado izquierdo, son las protagonistas aquí. El área de Broca, como encargada de 'producirlo'. Y la de Wernicke, responsable de comprenderlo. Si se lesiona la primera a la persona le cuesta hablar, no encuentra las palabras, pero entiende casi perfectamente y se da cuenta de sus errores. En la segunda es incapaz de comprender y, aunque no tiene dificultades para hablar, cambia constantemente las palabras porque tampoco es capaz de entender lo que ella misma dice.

¿Cómo hablaban los extraterrestres? Apenas lo sabemos. Sus sonidos eran ininteligibles para nosotros y de ahí que pasaran al lenguaje escrito. Un lenguaje que en nuestro caso podría obedecer a Chomsky o a Sapir y Whorf o de alguna manera a todos ellos y condicionarnos o condicionarse.

Un lenguaje que puede ser un arma o una herramienta.

Donde la estructura es protagonista.

Donde la estructura es circular. Que solo cuando se cierra termina de abrirse.

En la que la ciencia-ficción es una excusa. Donde hay un puñado de naves extraterrestres y hay ruido y hay miedo y hay una amenaza latente porque nadie sabe.

En el que la comunicación es la protagonista pero sus sonidos son ininteligibles. Un sonido al que le dieron un Oscar.

Que este artículo al recogerse y cerrarse se abre:

¿Pillaron realmente de qué va? ¿Era un guiño irónico?

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