Tercer Milenio

En colaboración con ITA

¿Es la pluma más poderosa que la daga?

¿Qué hecho singular comparten una daga funeraria procedente del sepulcro del faraón Tutankamon y una pluma estilográfica? No es lo que tienen de especial, sino de espacial: ambas están fabricadas con metales procedentes de meteoritos. Dos ‘lujos faraónicos’ del pasado que aquí y ahora vuelven a hacer correr ríos de tinta.

¿Qué tienen en común una daga de Tutankamon y una estilográfica?
¿Qué tienen en común una daga de Tutankamon y una estilográfica?
Mariano MM

Cuesta creer, vista la repercusión que ha tenido la noticia en los medios de comunicación, que quede algún terrícola que todavía no sepa que la daga de Tutankamon era extraterrestre (titular tras el que se oculta que una de las dagas con las que fue enterrado el faraón estaba elaborada con hierro procedente de un meteorito). Les revelaré un secreto: mi pluma estilográfica, y la suya si es que tiene, lo son (casi seguro) en igual ‘medida’. El culpable es el iridio.


El iridio es uno de los elementos químicos más raros y escasos del planeta. Aparece en la corteza terrestre en la irrisoria concentración de menos de dos partes por billón. No sucede lo mismo en el espacio, donde se prodiga más. De hecho, se estima que casi todo el iridio presente en el planeta tiene un origen extraterreste, proveniente de meteoritos que en su momento alcanzaron la Tierra. La mayor parte se concentra en una delgada capa que se extiende por toda la corteza terrestre y que encuentra su origen y explicación hace unos 65 millones de años, cuando un asteroide de armaggedónicas dimensiones impactó contra el planeta, en una explosión que provocó una nube de polvo en suspensión (resultante de su desintegración) que limitó la incidencia de la radiación solar. Ello causó un sensible descenso de la temperatura y la irradiación que se supone motivó la extinción masiva que acabó con los dinosaurios y que marca el final del Cretácico.


Además de raro, el iridio es el metal más resistente a la corrosión, por lo que se destina, formando parte de aleaciones, a la fabricación de, por ejemplo, los rotores de los helicópteros. Pero también para fabricar las puntas de los compases y de las plumas estilográficas (a fin de minimizar la corrosión química y la abrasión por contacto con el papel). Precisamente Lewis E. Waterman, el fundador de la prestigiosa y conocida compañía Waterman, es considerado el inventor de la moderna pluma estilográfica.Así se escribe la historia

Hasta finales del siglo XVIII las plumas de escritura utilizadas eran literalmente plumas de ave con el extremo conveniente y regularmente afilado y mojado en tinta. Con el desarrollo de la industria del hierro (terrestre o extraterrestre) y el acero, las plumas pasaron a fabricarse en estos materiales. Resultaban así mucho más duraderas y resistentes, pero igual de poco prácticas porque seguían obligando a llevar el tintero a cuestas.


La primera patente de una pluma con depósito fue otorgada en Francia en 1827 al inventor rumano Petrache Poenaru. A partir de ese momento, se sucederían mejoras y evoluciones en su diseño.


Y, por fin, en 1883, entra en escena Lewis Waterman. Según cuenta la leyenda, Waterman, de camino a una reunión de negocios en la que esperaba firmar un importante acuerdo comercial, compró una reluciente y elegante pluma estilográfica que ofreció a su cliente en el momento de rubricar el trato. Pero lo único que consiguió este fue emborronar el documento, que quedó sin firmar. Frustrado, Waterman se conjuró para diseñar la ‘pluma definitiva’. Vale, esto cuesta creerlo. Lo que sí es verídico es que Waterman diseñó una pluma estilográfica con los elementos básicos para su funcionamiento que mantienen las actuales: una punta o plumín conectado al depósito a través de un sistema de tres canales por el que la tinta desciende hasta aquel bajo la acción conjunta de la gravedad y la capilaridad; y un conducto respirador que permite la entrada constante del aire en el depósito, lo que contrarresta el efecto de la presión atmosférica y evita que la tinta salga a borbotones. Gracias al diseño de Waterman, el uso y las ventas de las plumas experimentaron un ascenso meteórico, convirtiéndose en la herramienta indispensable para la escritura. Daba comienzo la edad dorada de las estilográficas. Edad que tocaría a su fin con el advenimiento de un nuevo ingenio: el bolígrafo.


En 1939 el periodista húngaro Laszló (Ladislao) Bíró inventaba el bolígrafo. Más barato y robusto. Su funcionamiento se apoya en la presencia de una pequeña bola rodante en la punta que, al deslizarse sobre el papel, facilitaba un flujo continuo y limitado de una tinta que asimismo era más espesa y se secaba antes. Y, además, no se atascaba, como sí sucedía demasiado a menudo, a juicio del inventor, con el plumín. En 1943, y ya afincado en Argentina, Bíró sacaba a la venta su ‘birome’. Diez años después, Marcel Bich adquiría la licencia para introducir el bolígrafo en el mercado estadounidense (y posteriormente en el mundial) bajo la marca comercial Bic. No deja de ser curioso que ese mismo año de 1939 se estrenase la película ‘Las cuatro plumas’, con guión a cargo de otro Bíró húngaro y escritor, Lajos Bíró (y habrá que suponer que lo escribió con estilográfica).


Lo dicho: parafraseando al novelista y dramaturgo inglés Edward Bulwer-Lytton, "la pluma es más poderosa que la espada"… Y tan exóticamente extraterrestre como la daga de Tutankamon.

El hierro de Tutankamon
¿Por qué tanta atención a la daga de Tutankamon? Precisamente por ser de hierro.


La adquisición y desarrollo de las distintas industrias metalúrgicas ha desempeñado un papel fundamental en la evolución de las distintas civilizaciones desde la más remota antigüedad. De hecho, los primeros estadios de la historia se clasifican como edades de los metales: cobre, bronce y finalmente hierro.


En el antiguo Egipto, un territorio con importantes recursos mineros (incluidas minas de hierro), mientras que el cobre, el bronce y el oro se empleaban habitualmente desde el cuarto milenio a.C., el hierro, a diferencia de regiones y culturas vecinas, no se introdujo hasta el primer milenio a.C. Así pues, durante la extensa Edad de Bronce egipcia, el hierro era un material tan raro como valioso, más que el oro. Y se conocen muy pocos objetos elaborados con él; casi todos ellos, objetos rituales y ceremoniales producidos con hierro procedente de meteoritos, lo cual tiene todo el sentido, dado que estos eran entendidos como mensajes enviados por los dioses. Es por ello que la daga de Tutankamon (sobre 1.400 a.C.), ha fascinado a los estudiosos desde su mismo descubrimiento, en 1925.


Nota del autor: El original de este texto ha sido escrito a vuelapluma con un bolígrafo Bic

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