Impuestos, etiquetas y una mayor educación para mejorar la salud

El investigador del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) ha sugerido en Roma algunas medidas para disminuir el consumo de alimentos no saludables.

Lineales de un supermercado con una variada oferta de marcas de aceite de oliva.
Lineales de un supermercado con una variada oferta de marcas de aceite de oliva.
Heraldo

La introducción de impuestos, subsidios domésticos y etiquetas son algunas de las medidas que, junto a una mejor educación, pueden contribuir a una alimentación sana, ha destacado este lunes en Roma el investigador Joseph Glauber.

El experto del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) explicó en una conferencia que los gobiernos tienen a su disposición instrumentos que pueden usar frente al preocupante aumento de las importaciones de alimentos no saludables.

Según cifras de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada vez se venden más alimentos al extranjero. Alrededor del 41 % de los productos agrícolas que se exportan en el mundo están procesados, un porcentaje que se sitúa en el 26 % entre los países menos desarrollados.

Glauber ha rechazado la posibilidad de imponer más aranceles a los productos ricos en grasas, sales y azúcares, una medida proteccionista que otros países pueden considerar discriminatoria de acuerdo a las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). El investigador ha opinado que sería mejor gravar esos productos con impuestos a nivel nacional que influyan en el consumo sin distinguir entre proveedores domésticos y extranjeros.

También ha recomendado diseñar los tributos a los alimentos no saludables, de forma que sean altos y tengan un impacto importante en la reducción del consumo, con cuidado de evitar que la población recurra a otros productos sustitutivos igualmente dañinos. En este sentido ha puesto como ejemplo a México, donde en 2014 se impuso una tasa a las bebidas azucaradas que supuso el aumento de su precio en un 9 %, la caída de su consumo en un 6 % y la recaudación de más de 1.000 millones de dólares ese año.

Se calcula que en ese país el 36 % de los adolescentes y 72,5 % de los adultos mexicanos tienen sobrepeso u obesidad, y el 9,4 % ha sido diagnosticado con diabetes, problemas relacionados con la dieta.

"El impuesto a esas bebidas tuvo un impacto pequeño pero significativo en el consumo, sobre todo en las poblaciones más pobres", ha dicho Glauber, para quien ese instrumento puede generar ingresos que se destinen a la educación, con más consecuencias a largo plazo, y tener efectos positivos para la salud "dependiendo de los sustitutos disponibles".

El especialista del IFPRI ha subrayado que en los países pobres las personas tienden a gastar más en alimentos y el incremento de su precio hace que se reduzca más su demanda en comparación con los países de ingresos altos, menos sensibles a esos cambios.

Además, ha reclamado la combinación de impuestos con otras medidas como el etiquetado de alimentos para mejorar la información a los consumidores; ayudas económicas a los hogares pobres para comprar más frutas y verduras, o el cambio de los menús en los restaurantes a favor de alimentos más sanos, como se ha hecho en algunas zonas de Estados Unidos.

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