Gris en la reserva

Microrrelato de Guillermo Nevot Sánchez, finalista en la categoría de 'Ceguera'.

Aquel perro siempre tenía la misma mirada de ojos grises. Miraba por igual a todas las familias que venían cada día. Con la mano, le hacían gestos y le dirigían sonrisas. No servía para nada. Al final, otra jaula se quedaba vacía. Nunca la suya.


Guiado por la mano de su madre, entró un niño rubio de mirada perdida. Muchos perros meneaban el rabo al verle. El niño caminaba despacio, rozando los barrotes de las jaulas, sin hacerles caso. Entonces, sus ojos grises se encontraron, sin verse. El niño estiró la mano y rozó el lomo del perro. Como por resorte, el perro comenzó a lamer sus dedos, llenándolos de saliva mientras el niño reía sin parar. Detrás de ellos, su madre y la encargada susurraban entre sí mientras presenciaban el encuentro.


Salieron los tres juntos, su madre cogiéndole de la mano, él sujetando la correa. Mientras caminaban, el niño cogió inocentemente la galleta que guardaba en su bolsillo. Mamá había dicho que podría dársela a su nuevo perro. La agitó delante de él, pero la galleta siguió allí, sin que nadie se la arrancara de un mordisco. Entonces notó como su madre le movía el brazo, obligándole a rozar su pelaje. El perro se giró entonces, robándole la galleta de un bocado. El niño frunció el ceño. Tras el silencio, se atrevió a preguntar a su madre:


? Mami, ¿Es Gris tan especial como yo?

? Claro, hijo. Tenéis los dos unos ojos preciosos.

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