"El cáncer le da la vuelta a la tabla de valores que uno tiene"

Ana Ayesa, de 42 años, le ha ganado la batalla al cáncer de mama, una enfermedad que le ha ayudado a "valorar lo que realmente importa".

Ana Ayesa, de 42 años, ha superado un cáncer de mama.
Ana Ayesa, de 42 años, ha superado un cáncer de mama.
Juan Antonio Pérez Vela

A Ana Ayesa le diagnosticaron cáncer de mama en el año 2010, a partir de un pequeño bulto de grasa que tenía en el pecho. En principio, parecía que no revestía gravedad, pero con el tiempo esta paciente zaragozana empezó a notar molestias, desde fiebre alta a rojez en toda esa zona del cuerpo. "Cuando te dan la noticia es un 'shock', no llegas a asimilarlo. Luego comprendes que hay que tirar para adelante porque en función de cómo te vean a ti estará el resto de tu entorno", afirma esta zaragozana, madre de un niño de ocho años.


Desde que le detectaron el primer carcinoma, ha pasado ya por cinco operaciones de pecho en el hospital Clínico de Zaragoza. De allí guarda un grato recuerdo de aquellos médicos y enfermeras que además de ponerle tratamiento a su enfermedad le dieron un "trato cercano" cuando pasaba por duros momentos. "Recibí seis meses de quimioterapia y a los seis meses me detectaron un bulto en el otro pecho. Lo malo no es el cáncer, sino las secuelas que te deja… Despertarte una mañana y ver toda la almohada cubierta de pelo te hace tomar conciencia de que estás realmente enferma y recuerdo que lloré muchísimo cuando me raparon la cabeza", cuenta tras haber dejado atrás todo aquello.


A la Asociación Española Contra el Cáncer reconoce que le debe muchísimo, por todo el apoyo psicológico y emocional que le ha dado en este tiempo. "Acudí a terapia porque me veía incapaz de sobrecargar a la familia con mis miedos. Allí me enseñaron a cerrar puertas y a enfrentarme a los problemas tal y como fueran llegando", confiesa Ayesa.

Ana Ayesa (d), en un desfile de la Asociación Española Contra el Cáncer.

Sus familiares y amigos se convirtieron también en un pilar importante en su particular lucha contra el cáncer. "Me di cuenta de que si yo estaba tranquila, mi entorno también lo estaba y eso debo agradecérselo porque jamás los vi llorar, ni compadecerme. Me ayudaron a vivir lo mejor posible el día a día y a darle toda la normalidad posible al cáncer", afirma.


Hoy esta zaragozana, de 42 años, se siente una mujer totalmente distinta. Operada de los dos pechos que ha perdido a causa de la enfermedad, confiesa que las cicatrices nunca le han importado. Son "heridas de guerra" de una batalla que ha ganado.


Así, reconoce orgullosa que aunque el cáncer puso su vida "patas arriba", al hacer balance –y por "sorprendente" que parezca– asegura que esta etapa también le trajo cosas buenas y le ayudó a valorar lo que realmente importa. "El cáncer le da la vuelta a la tabla de valores que uno tiene. Si algo me ha enseñado esta lucha es que siempre somos más fuertes de lo que nos pensamos, que habrá días buenos y días malos y que todo pasa. Me ha enseñado a no tenerle miedo a una enfermedad que como muchas otras, no son fáciles, pero se curan", afirma esta zaragozana.


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