Sonia Riquelme, madre de una niña de 10 años con diabetes tipo 1, no ha dejado de luchar por los derechos de su hija desde que, en 2005, se confirmara un diagnóstico que le llevó a estar 11 días de ingreso hospitalario, en los que no se separó de su cama. "Su único síntoma era que tenía mucha sed", recuerda. Un análisis de sangre "para descartar" esta enfermedad fue precisamente lo que la confirmó.

De aquel periodo, Sonia solo recuerda con horror el primer pinchazo de insulina a su hija, "con una aguja de adulto en un bracito tan pequeño". A partir de ahí, comenzó la lucha, porque Alejandra tuviera una enfermera en el colegio, algo para lo que la ayuda de la Asociación de Diabéticos de Madrid ha sido fundamental, ya que no contó con mucho apoyo por parte del colegio público de Alcobendas de su hija.

También porque pudiera hacer vida normal, excursiones escolares incluidas, a pesar de que se pincha siete veces al día. "Durante años, he ido yo de monitora porque el colegio no ponía a nadie", comenta. Desde que tuvo a su segunda hija, ya no lo hace, pero su lucha ha dado fruto. Ha conseguido que Alejandra lleve tan bien la enfermedad que hasta sus amigas le tienen envidia "cuando se ha de tomar una chuche por un bajón de azúcar", bromea.

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