Salud

El reto de volver a empezar

El síndrome postvacacional, un trastorno que tradicionalmente sufren buena parte de los trabajadores, parece pasar más inadvertido en tiempos de crisis, si bien los especialistas consideran que sigue vigente.

Después del descanso y la ausencia de horarios y preocupaciones, el cambio supone un esfuerzo que no todo el mundo puede realizar de la misma forma
El reto de volver a empezar
FZJ

La vuelta de las vacaciones sigue siendo un problema para muchos, si bien los efectos del llamado síndrome postvacacional se camuflan en plena crisis y las quejas se han mitigado. Este particular 'jet lag', tradicionalmente, ha aparecido ligado a las personas que se sienten a disgusto en su puesto de trabajo. El rechazo a volver a la rutina puede manifestarse, en ocasiones, en un conjunto de síntomas como insomnio, ansiedad, estado bajo de ánimo e incluso palpitaciones, náuseas, mareos o temblores. Los psiquiatras, en todo caso, recuerdan que este síndrome no es general ni se considera una enfermedad como tal. Hoy en día, las graves cifras de desempleo disimulan su existencia e, incluso, sugieren que planteárselo implique una excesiva licencia, pero algunos médicos aseguran que, lejos de desaparecer, sus causas siguen plenamente vigentes.


No existe consenso sobre su incidencia, pero psiquiatras y psicólogos sí coinciden en señalar las circunstancias laborales de cada uno como una de las claves de un periodo de adaptación que en ocasiones puede resultar traumático. "La causa del síndrome postvacacional suele ser la insatisfacción con el trabajo. A la gente no le gusta su empleo, no está contenta con él y las vacaciones son una liberación, pero la vuelta les impone enfrentarse a algo que detestan", afirma el psiquiatra Javier García Campayo, jefe de la Unidad de Psiquitatría del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. El psicólogo Carlos Hué opina que este síndrome es relativo y se da "con menor fuerza que antaño" debido, entre otras razones, a que los periodos vacacionales son de menor duración. Laura Cortés, también psicóloga y especializada en relaciones laborales, prefiere hablar de "periodo adaptativo" en lugar de síndrome, aunque reconoce que pueden existir síntomas como una cierta ansiedad o un estado anímico bajo relacionados, de forma directa, con el tipo de actividad que se desarrolla y, al mismo tiempo, con el grado de desconexión en vacaciones: "siempre será más dura la vuelta si se ha producido un desfase horario enorme", apunta.


La crisis, en todo caso, está presente en nuestra forma de planificar las vacaciones, de vivirlas y de terminarlas y empezar de nuevo. En una coyuntura difícil, y ante la grave amenaza del desempleo, las razones para sufrir este síndrome "han aumentado", por mucho que la cruda realidad frene después las quejas, en opinión de García Campayo.


En este sentido, el artículo 'Estrés en el lugar de trabajo', de la American Psychological Association, que resume las ideas de Lyle H. Miller y Alma Dell Smith, señala cómo muchos trabajadores, en el actual contexto, no están a gusto con su empleo y ello les conduce a una dinámica negativa en lo profesional y, sobre todo, también en lo personal.


Hué afirma que, en función de cómo sea el carácter de la persona, pueden darse tanto síntomas fisiológicos derivados de una inadaptación, entre los que cita la ruptura de ritmos a la hora de descansar –regulados en el hipotálamo– que pueden generar una pérdida de la calidad en el sueño, cambios nutricionales severos u otros síntomas puntuales como taquicardias... Otras cuestiones, de carcácter exclusivamente psicológico, apuntarían hacia la propia insatisfacción que el individuo arrastra con arreglo a algunos aspectos de su vida.


Este psicólogo incide, así, en la "multitud de tareas por resolver"que dejamos para la vuelta de las vacaciones, así como en un doble aspecto que encierran los días de descanso: por un lado, una excesiva dependencia de este periodo y, por otro, lo que denomina el "trauma de las vacaciones insatisfechas: a veces nos vamos con una idea idílica que raras veces se cumple y eso proporciona una nueva frustración", afirma.


Para Hué, los últimos días de las vacaciones son clave a la hora de afrontar el nuevo curso y constituyen un verdadero foco de conflictos entre parejas y también entre amigos. Por último, aunque no menos importante, el aspecto económico y las deudas acumuladas si se ha realizado un gasto desmedido también influyen en la vuelta al trabajo.


Características

Este síndrome puede cursar de diversas formas en las personas que lo sufren. Lo habitual es que padezcan a la vuelta de vacaciones un cuadro de debilidad generalizada, con problemas de insomnio ocasionales que conviven con una somnolencia importante a lo largo del día. La capacidad de concentración se ve limitada, así como la tolerancia al trabajo, caracterizada como hastío. En otras ocasiones puede aparecer una sensación de angustia vital que puede llevar a un bloqueo, en el cual la persona que lo presenta es incapaz de tomar decisiones. Puede darse, incluso, un cambio de carácter que incluya cierta agresividad; sin embargo, se establece habitualmente y de forma progresiva una sintomatología más propia de un cuadro depresivo leve.


Por todo ello, se afectan diversos aspectos del estilo de vida. La concentración, así como la capacidad de tomar decisiones, se deteriora en grados diversos. Se hace difícil ordenar la agenda y poner en marcha todas las gestiones o encargos propuestos y se inicia un verdadero círculo vicioso en el cual el trabajo se va acumulando con lo cual se une a las nuevas tareas por realizar, aumentadas por el retraso de toda la labor acumulada a lo largo de las vacaciones.


El síndrome postvacacional, en fin, es un proceso de adaptación necesario al entrar de nuevo en contacto con la vida activa. Cuando ese proceso de adaptación fracasa, entonces se generan una serie de molestias que, para la mayoría de expertos, no pueden catalogarse como enfermedad. Algunos autores, no obstante, sí admiten la definición de este proceso como una enfermedad si se considera este concepto como cualquier problema que afecte a nuestra esfera de bienestar, no solamente físico sino también emocional o incluso social. Las personas que padecen este síndrome pueden sufrir cambios que dan lugar a un malestar importante con una repercusión sobre su calidad de vida.


En cualquier caso, siempre se puede intentar cambiar. "Quejarse no sirve de nada, tan solo contribuye a sentirse más infeliz, así que es mejor enfrentar la realidad, hacer borrón y cuenta nueva y pensar en los proyectos por llegar. No conviene quedarse anclado en el pasado", concluye Hué.



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