Huida

Huía al Pirineo como me gusta hacerlo cuando la humanidad y la realidad se contradicen.

Lo mejor era andar con la cabeza vuelta, la profundidad del valle recordaba la profundidad del pensamiento y las nubes, allí abajo, desaparecían.

Ya veía las casas y la luz me salió a recibir. No eran destellos ni luminarias, era la luz omnipresente que lucía.

Saqué la llave y la puerta ya estaba abierta. El fuego estaba prendido y la leña ya cortada. Hasta el olor de las maderas…

Salieron las estrellas y sonó la puerta. Me miraba directamente como se mira al valle cuando las nubes desaparecen.

- ¿Necesitas algo? Cualquier cosa que necesites la podrás encontrar aquí.

- Muchas gracias.

- Incluso lo que no necesites.

Desapareció y cuando el sueño vino, yo ya estaba dormido. Devolví las llaves al casero y agradecí la acogida.

- ¿Qué señor?

- Uno alto de mirada brava.

- Ah, bueno, sería Ramón.

- ¿Ramón?

- Sí, un habitante de la aldea hace ya cuarenta años. Dicen que murió de pena por ser el último.

Lea todos los relatos que participan en el concurso.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión